Amor, si amor, pero primero amor propio para desde ahí conectar con el amor, el amor hacia el otro, ese otro que recibe ese amor como sentimiento, como conexión, como intimidad, no como necesidad, interés o compromiso. ¿Te quiero o te necesito? ¿Te necesito o te quiero?, éstas dos preguntas tienden a generar confusiones emocionales y estados de cuestionamientos intensos hacia el amor, hacia la pareja, hacia la idea del amor ideal, hacia la persona que ama, o no.
El “te amo” es un amor sin necesidad, es una elección, es una preferencia, un deseo pero no constituye una necesidad puesto que la persona que se ama primero ya tiene consolidada su emocionalidad, su estructura psíquica que le permite vivir su amor propio con impulso, positividad e independencia, el amor propio no necesita, el amor propio desea compartir ese amor con el otro, sin necesidad de que el otro le haga feliz, sin necesidad de la posesión para denominar el amor como completo.
El amor propio, consumado o verdadero primero se nutre del amor a sí mismo, luego del amor a la vida, y por último del amor al otro. Cuando una persona necesita a otra y determina esa necesidad como amor, es un vínculo que se construye desde el vacío que desea ser gratificado y satisfecho por esa otra persona que viene a amar, entonces ese espacio habilita un amor de dependencia al otro quien se encarga de entretener esa búsqueda de vacío interno, que le ayuda a camuflar la soledad o la falta de encuentro consigo mismo. Es necesario ante todo la conexión y el encuentro del propio ser con su cuerpo, su espíritu, sus emociones, percepciones, su universo afectivo, su biografía sexual que conlleva a la autonomía, la dignidad y el respeto a uno mismo en la toma de decisiones y proyecciones afectivas, para luego desarrollar y habilitar el amor hacia el otro.
Cuando ese amor disfrazado se enamora, se enamora desde la urgencia de latir, de sentir una carga afectiva que no la puede automatizar internamente y la desarrolla desde la otra persona que le invita a proyectar el amor vacío como amor ideal, sin construcciones bilaterales, ni crecimientos diversos y libres, ya que la dependencia emocional subordina al amor como un constructo necesario de supervivencia más que de amor en pareja. Ese amor dependiente es un amor sumiso que espera la resolución del amor propio a través del lazo de sometimiento al otro.
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Entonces el amor desde el amor propio, libre, independiente, autónomo y tolerante, habilita a la persona a la entrega positiva, al desprendimiento genuino de sus afectos, sin la dependencia y la inseguridad, sin celos ni posesiones, sino con la libertad de amar con entrega, intimidad, pasión y compromiso.
Cuando una persona ama de manera saludable tiene la opción y la claridad de identificar el desamor, ya que logra disociar el “te amo" del “me amo”, el “te amo” del "te necesito” y desde ese lugar puede ejercer la libertad de decidir sobre la continuación o no de su permanencia en la pareja.
En las parejas de larga data, el desamor se puede confundir con la costumbre, habituación, rutinas, monotonía, falta de deseo, falta de comunicación, distintos estilos parentales de crianza en parejas con hijos, falta de proyecciones en común, conflictos irresolubles (diferencias en la religión, política, carácter, ideologías, filosofía de vida, etc.), los cuales son conflictos que suelen estar presentes a lo largo de la relación sin resolverse. El desamor, sin embargo, es la ausencia del sentimiento que mantiene activa la conexión y el encuentro de la pareja, es la caducidad progresiva del vínculo afectivo que sostiene la motivación, el deseo y las ganas de tolerar las diferencias en la relación. Toda relación finaliza cuando el desamor se da al menos en una de las partes ya que el vínculo afectivo no se puede sostener desde un solo amor, se necesitan dos, y esto no se puede forzar ya que cuando se estira por miedo a separarse, por mantener la familia unida por los hijos, por motivos de inseguridad emocional o económica, la relación termina derrumbándose a lo largo del tiempo.
Disfrazar al amor con compromisos a futuro, miedos, inseguridades, celos, rutinas, distanciamiento, etc, solo dilata la fractura del silencio, del desencuentro y la desconexión de la pareja que puede llegar a ser intolerable e insostenible.
Muchas veces compartir el desamor también es parte del amor, de seguro del amor propio, pero también del cariño y afecto hacia el otro que lo libera de la agonía de una muerte anunciada.
* Magíster, psicóloga clínica, psicopedagoga clínica y orientadora en sexualidad.
