El Banco Central del Paraguay proyecta un crecimiento del 4,2% para 2026, tras un excepcional 6% en 2025. Para el economista y docente universitario, Dr. Jorge Raúl Mora, lejos de ser una señal de enfriamiento, esa moderación representa un retorno al crecimiento potencial sostenible del país, ubicado en torno al 4/4,5%.
El salto de 2025, según explica, fue el resultado de una sucesión de revisiones al alza que terminaron consolidando un desempeño extraordinario, pero no el estructural. Aún con esa moderación, Paraguay seguirá encabezando el crecimiento regional.
Mientras las economías vecinas avanzan con ritmos más lentos, nuestro país mantiene una dinámica que lo posiciona como uno de los mercados más estables y previsibles de América Latina.
En este escenario, el 4,2% no es una mala noticia: es, en palabras del profesional, “Paraguay volviendo a su ritmo de crucero”.
Todos los beneficios, en un solo lugar Descubrí donde te conviene comprar hoy
El respaldo de los mercados

La obtención del doble grado de inversión de las calificadoras internacionales permite esta lectura.
Con un riesgo país sensiblemente inferior al del promedio regional y una tasa de inflación que converge hacia la meta del BCP, Paraguay cimenta su credibilidad macroeconómica.
La política monetaria, que mantuvo una tasa neutral durante el 2025, fue clave para anclar las expectativas y afianzar la confianza de los agentes económicos.
Este marco explica por qué el país aparece con mayor frecuencia en el radar de los inversores globales. Sin embargo, Mora es tajante: atraer capital es solo el primer paso. El verdadero desafío radica en convertir esos recursos en una transformación productiva y social real.

Desde Ciudad del Este, uno de los principales nodos del comercio fronterizo, Mora observa cómo las políticas económicas de los países vecinos impactan casi en tiempo real sobre la actividad local.
El cepo cambiario argentino de la década pasada, la reciente depreciación del real brasileño o la liberalización cambiaria impulsada por el gobierno de Javier Milei tuvieron efectos directos —y muchas veces contradictorios— sobre el comercio y los flujos de personas.
Aun así, los datos migratorios revelan una tendencia clara: Paraguay se convirtió en un polo de atracción para residentes e inversores extranjeros. En 2025, las solicitudes de residencia crecieron con fuerza, lideradas por ciudadanos brasileños y argentinos.
Este fenómeno, sumado al auge inmobiliario y a nuevas obras de infraestructura como el Puente De la Integración con Brasil, abre oportunidades concretas en turismo, servicios y logística regional.
Más PIB, misma brecha
Apoyándose en la literatura institucionalista, y en particular en los aportes de los últimos premios Nobel de Economía, Daron Acemoglu, Simon Johnson y James A. Robinson, el académico sostiene que la estabilidad macroeconómica es condición necesaria, pero no suficiente, para el desarrollo.
Países con inflación baja y cuentas ordenadas pueden crecer durante años sin lograr reducir desigualdades ni mejorar de forma sostenida el bienestar de su población.
Los indicadores sociales lo confirman. Paraguay exhibe un Índice de Desarrollo Humano (IDH) que, ajustado por desigualdad, retrocede de manera significativa.
Más preocupante aún es el estancamiento del IDH en la última década, que revela que el crecimiento económico no logró traducirse en avances proporcionales en educación, salud o ingresos.
La concentración del ingreso —con un 1% de la población captando más del 20%— es una señal elocuente de ese desfasaje.
El cuello de botella

Para el economista, la explicación de fondo es institucional. La debilidad del sistema judicial, la corrupción y la desigualdad de reglas limitan el impacto positivo del crecimiento. En ese marco, la educación aparece como el factor estratégico más rezagado.
Sin capital humano preparado para la economía del conocimiento, la diversificación productiva se vuelve un objetivo difícil de alcanzar. El profesional descarta la idea de que el desarrollo pase exclusivamente por la industrialización tradicional.
En el siglo XXI, sostiene, el salto cualitativo lo dieron los países que apostaron por la innovación, la tecnología y la educación de calidad.
Sin inversión en investigación y desarrollo, y sin un sistema educativo que forme para esos desafíos, el crecimiento corre el riesgo de agotarse en sí mismo.
El desafío de 2026
El diagnóstico del economista define que Paraguay construyó un piso macroeconómico sólido, reconocido por los mercados y las calificadoras; pero del que el techo del desarrollo todavía está pendiente.
Alcanzarlo exige decisiones políticas y sociales de largo plazo: fortalecer instituciones, mejorar la calidad educativa, diversificar la matriz productiva y asegurar que las reglas del juego sean parejas.
El grado de inversión, concluye Mora, no debe entenderse como una meta final, sino como una base desde la cual impulsar una transformación más profunda. El crecimiento ya está. El desarrollo, en cambio, sigue siendo una tarea colectiva por construir.
