Explosión de sensibilidad musical con Antonio Lizana

Este artículo tiene 6 años de antigüedad
Adrián Trujillo, Antonio Lizana y José Manuel León, durante la presentación que ofrecieron en el auditorio del Centro Cultural de España Juan de Salazar.
Adrián Trujillo, Antonio Lizana y José Manuel León, durante la presentación que ofrecieron en el auditorio del Centro Cultural de España Juan de Salazar.Archivo, ABC Color

Cuando la música sale del alma de los artistas sucede la magia. Eso generó Antonio Lizana, que llevó lo más actual del jazz español al escenario del Juan de Salazar, junto a un par de músicos excepcionales. El concierto del saxofonista y cantaor fue el viernes último, ante un público que desbordó el auditorio.

Un par de cosas podían haber jugado en contra para que el público no esté predispuesto a disfrutar el show, una de ellas fue el retraso para ingresar a la sala. Pero luego, la propuesta del trío del arpista Juanjo Corbalán, con temas propios como “Ñamandú”, “Camino a Ñemby” o “Bajo presión”, hizo que cualquier malestar se disipe.

El trío sorprendió a quienes ya lo escucharon y mucho más a quienes lo vieron por primera vez. El folklore contemporáneo de Juanjo cobra sensacional vuelo gracias también a quienes lo acompañan: Lara Barreto (saxo) y Seba Ramírez (percusión).

El grupo dejó ya al público encendido, en clima para lo que vendría después. Pero ahí saltó la otra cosa que podría, y realmente, opacar la fiesta musical: problemas con el sonido, que parecían no tener solución.

Antonio Lizana salió así a escena junto al percusionista Adrián Trujillo y el guitarrista José Manuel León. “Tenemos la guerra de las galaxias aquí adentro”, bromeó Lizana con sumo profesionalismo, en tanto pidió al público paciencia para solucionar el problema que no permitía que ellos se escuchen bien arriba del escenario y que hacía que la percusión y la guitarra acoplen.

Todos los beneficios, en un solo lugar Descubrí donde te conviene comprar hoy

Un tema fue de prueba, pero ya después el concierto siguió como siguió, porque tenía que seguir. Y ya nada pudo contra la inminente magia flamenca y jazz del gaditano y su trío, quienes con encanto se robaron todas las palmas y los “¡olé!” de un público que puso en evidencia su euforia y su alegría.

El trío fue excepcional, emocionante, tan delicado como fogoso. Entre temas como “La soleá de Paco”, “Déjate sentir” o “Seguirijazz”, la presentación fue un impacto directo al corazón, un impulso que hizo flotar al público por el gran caudal musical que une la pasión del flamenco con la libertad del jazz.

El carisma de Lizana fue rebosante y conquistó al público desde la primera palabra. El concierto no solo fue una demostración de un virtuosismo innegable (de los tres) sino también una lección de música. El saxofonista explicó al público sobre los palos flamencos, enseñó formas de palmar e incluso pidió coros para acompañamiento.

Sobre él hay mucho por decir, porque deslumbra al primer cante y a la primera nota de saxo que emite. Pero es más que eso, porque canta y ejecuta de tal manera que ello pareciera desprenderse de todo su cuerpo. Las dos cosas las hace al mismo nivel excepcional y con mucha piel. Realmente lo siente todo y eso, justamente, se percibe.

Lizana fue con todo lo citado como un genuino encantador de serpientes, ejecutaba el saxo y cantaba, y la gente lo miraba embelesada. Trujillo desprendía en tanto una musicalidad sólida y arrebatadora, que daba la impresión de que su cajón podría romperse, pero tenía la fuerza justa para hacer latir el corazón de su percusión. León hacía cantar a su guitarra, la abrazaba con tal sensibilidad que podría desatar un fenómento climático.

A esta altura el problema de sonido ya era una anécdota. La gente aplaudió de pie e insistentemente pidió otro tema más. Un tema que terminaría con el público nuevamente de pie, palmando y cantando a capela: “volar... quieren volar, todos los sueños de la madrugá”.

victoria.martinez@abc.com.py