Son grabados que retratan animales domésticos, como los que podría haber habido en la casa de Hermosilla en su niñez. “Según las locuras de este artista, no hace mucha falta identificar caracteres iconográficos ni iconológicos, pues ya nos da todo: la alegría, la ternura, el color, la simpatía de los animales, el salvajismo de otros. Solo haría falta lograr que estos animales estén vivos sobre el papel, poder verlos moverse desde un agua fuerte, un tragacanto, o desde la misma xilografía”, dice el curador César Chaparro.
Señala que los animales de Hermosilla evidencian “la reproducción, el respeto y la admiración hacia los mismos, los caballos que van y juegan encima de un tragacanto, estos y otros son un conjunto de seres que te interesan sigan naciendo en todos lados para equilibrar este planeta”.
