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Fue asimismo un show con advertencias previas, ya que un gran cartel en la antesala del teatro invitaba a la gente a desconectarse de sus celulares, no grabar ni sacar fotografías y solo disfrutar del concierto.
El argentino dividió su espectáculo en “tres actos”, como él mismo lo mencionó en un momento y explicó, y que fueron creciendo en intensidad. Abrió con “El cantante”, en lo que sería un segmento bien nostálgico. Siguió con “La libertad”, “Bohemio”, “Algo contigo”, “Siete segundos”, “El día que me quieras”, “Ansia en Plaza Francia”, entre otros.
El público o se tomó muy en serio la advertencia, porque en esta parte solo se dedicó a aplaudir y se mostró muy quieto y tranquilo, o le descolocó ver a Calamaro en formato acústico.
Siguió la segunda parte con más fuerza al son de “Garúa”, “Rock y juventud”, “La copa rota”, “Himno de mi corazón” y “Los aviones”, en tanto la gente se iba despertando un poco.
“El público millennial quiere escuchar lo que quiere cantar”, dijo para el último tercio y arremetió con una seguidilla de hits como “Tuyo siempre”, “Para no olvidar”, “Estadio Azteca”, “Flaca”, “Crímenes perfectos”, que evidentemente ansiaba la mayoría. Cerró con “Mi enfermedad”, “Media Verónica” y “Paloma”.
Fue un Calamaro medido, ya bastante desgastado por tanto ir y venir en la vida, pero que arrastrará multitudes a donde vaya. El lucimiento musical verdaderamente se lo robó el trío que lo acompañó. victoria.martinez@abc.com.py