Quintana Villasboa presentó recientemente su investigación sobre la invisibilización de las mujeres en la Guerra contra la Triple Alianza en el Quinto Simposio Internacional de Humanidades de la Universidad del Norte (UniNorte).
La investigadora es licenciada en historia y especialista en educación superior por la Universidad Nacional de Asunción. Es catedrática en la carrera de periodismo de la UniNorte y directora de prensa de la casa de estudios.
–¿De qué trata su investigación sobre la invisibilización de las mujeres en la historia?
–Intenta rastrear el rol de las mujeres en la contienda contra la Triple Alianza, en el contexto de su constante exclusión e invisibilización por parte de la ideología patriarcal dominante en aquel entonces y hasta hoy aún vigente.
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–¿Qué significa el contrato sexual al que se refiere en su trabajo?
–Carole Pateman, profesora del Departamento de Ciencias Políticas de UCLA (EE.UU.), autora de El contrato sexual (1988), asegura que las luchas emancipatorias de las mujeres hubiese sido realmente alternativa si se aceptaba la Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana reescrita durante la Revolución Francesa por Olimpia de Gouges.
–¿Y qué plantea el contrato sexual?
–Pateman desarrolla un análisis de la Teoría del Contrato Social partiendo de que la polaridad público-privado no puede ser pensada separadamente.
El discurso académico privilegia el espacio público, cuenta la mitad de la historia: que de un hipotético pacto original entre hombres libres e iguales surge un nuevo orden social, civil y político.
La autora pone el acento en la necesidad de explicar cómo se establece y mantiene la esfera privada; de ahí su empeño por contar la otra mitad de la historia: la historia del contrato sexual como diferencia política.
La otra mitad a que se refiere es a las mujeres que permanecen ocultas.
–En general, en los últimos años hay una especie de reivindicación de la mujer en el Paraguay, pero esto no fue así durante gran parte de la historia. ¿A qué se debe?
–Hesíodo, en el siglo VIII antes de la Era Común, cuenta sobre la primera mujer enviada por Zeus a la Tierra: Pandora, la introductora de todos los males en la humanidad. La misoginia es habitual ya en los inicios de nuestro pensamiento occidental como muestra este ejemplo griego.
Aristóteles, por ejemplo, afirma que “hay que considerar la naturaleza femenina como un defecto natural desde la creación misma”.
En el Antiguo Testamento se defiende una concepción negativa de la mujer, Eva es la primera mujer creada por Dios y la responsable del pecado original.
–Y en la Edad Media.
–En la Edad Media, filósofos como Averroes afirman que “la mujer no es más que el hombre imperfecto”, y así podríamos dar miles de ejemplos a lo largo de la historia.
Afortunadamente, no todos los hombres ni todas las mujeres han considerado siempre a la mujer como un ser inferior ni han defendido su subordinación. Siempre ha habido voces discrepantes que han puesto de manifiesto la necesidad de acabar con esta situación injusta y han reivindicado los derechos de las mujeres.
Por eso hoy estamos posicionadas de forma diferente, aunque continuamos; todavía queda mucho por hacer al respecto.
–En cuanto a la historiografía nacional, se sugiere que las Residentas fueron valientes y apoyaban acríticamente al Mcal. López y a los soldados en general. ¿Esto es falso?
–No es que sea falso; solo que se magnificó esta visión sobre las Residentas, se creó una especie de sacralización nacionalista, que no cuenta toda la historia al respecto, como la obligatoriedad de la gran movilización de las mujeres.
–¿Se obligó a las mujeres a los trabajos forzados durante la Guerra contra la Triple Alianza?
–Sí, efectivamente. Eran concentradas en pequeños grupos al mando de una sargenta; trabajaban de 12 a 14 horas. Además del hilado obligatorio del algodón, estaban obligadas a atender a los heridos.
–¿Hay que terminar con la sacralización nacionalista de las Residentas?
–Sí, claro. Esto no les quita el valor; al contrario, podemos visualizar a mujeres paraguayas ecuánimes. Su participación es reveladora, tienen un valor propio de pensamiento subversivo para la época, insumiso y desobediente al mando militar.
Nadie niega su rol en la reconstrucción de la patria. He querido mostrar en este breve análisis los grandes relatos construidos en torno a la mujer, en relación a su “heroísmo” en la contienda tripartita.
Así, la mujer paraguaya ha sido residenta, heroína de la Guerra, regeneradora de la Nación, pero sin derechos civiles ni políticos durante todo ese proceso.
–¿Hubo mujeres desertoras, objetoras de conciencia? ¿Qué pasaba con ellas?
–Ese es el punto; a las mujeres pacifistas u objetoras de conciencia se las tildaba de desertoras, de antipatriotas, subversivas, y eran forzadas a trabajar.
–En cuanto a la donación de joyas, ¿es verdad que no regalaban desinteresadamente? ¿Solo daban las joyas de menor valor por temor a que vayan a parar a manos de Alicia Lynch?
–Sí, existían mujeres que donaban en su libertad las joyas, pero también tenemos en archivos privados y en el Archivo Nacional de Asunción pruebas de que, en su mayoría, las mujeres donaban sus joyas menos preciadas, las de menos valor para figurar en los padrones y que sus nombres o familias no sean tildadas de antipatriotas. Todo esto para el sostenimiento de una contienda bélica, de la que nada tenían que ver ellas.
–Sus tesis son polémicas. ¿Tiene sustento histórico esta nueva versión sobre el rol de las mujeres?
–Sí, por supuesto. Tenemos muchos trabajos de investigación histórica al respecto y fuentes primarias que sustentan esta nueva visión de esta parte de nuestra historia.
–¿Hay otros trabajos similares?
–Sí, el que más me gustó fue la investigación de la historiadora Ana Barreto Valinotti. Milda Rivarola, Guido Rodríguez Alcalá y la doctora Mary Monte de López Moreira mencionan y tienen esta visión, que presenté en mi investigación.
La mujer paraguaya, hoy
–Luego de la Guerra de la Triple Alianza, ¿cómo fueron tratadas las mujeres?
–En términos demográficos, el desequilibrio entre varones y mujeres era evidente, pero fueron los varones en franca minoría quienes desde el exilio o los campos de batalla pasaron a ocupar los cargos del poder político.
No deja de ser significativa en esta hora del triunfo de la civilización sobre la barbarie, el invisible pero omnipresente pacto sexista liberal, en clave positivista.
–Curiosamente, en la dictadura a la mujer se le concede el derecho a votar. ¿Cambiaron otras cosas para ella durante el stronismo?
–Creo que Alfredo Stroessner fue un gran feminista, porque no diferenciaba entre hombres y mujeres para la tortura o el asesinato.
Hablando seriamente, no existieron logros para las mujeres en esta época de dictadura atroz.
–En democracia, ¿mejoró la situación de las mujeres?
–Quiero ser positiva, pero a la vez objetiva: todavía tenemos mucho por hacer por las mujeres paraguayas. Aunque ya la reforma del Código Penal en 1990 y la Convención Constituyente que sanciona la nueva Carta Magna de 1992 dan garantías a las mujeres.
La Constitución, en su Artículo 48, defiende la igualdad ampliada de derechos del hombre y de la mujer.
En el plano real seguimos siendo sometidas bajo el vulgar patriarcado, quizás más disfrazado, pero no por eso menos real.
En las entrevistas de trabajo, lo primero que se pregunta a una mujer es si tiene hijos y si es casada. Y en algún momento, sobre su formación profesional.
Los salarios son inferiores y si se dedican a política, no se las publica en sección política de los periódicos, sino en hogareñas.
–¿Entonces continúan la discriminación y el machismo hoy en día en el Paraguay?
–Por supuesto que sí. Este es un país machista, donde tenemos varios ejemplos de violencia contra la mujer, hasta el punto de privarlas de la vida.
Donde la violación a una niña tiene una sanción más leve que el abigeato. Las vacas tienen más valor en este país que las mujeres.
