En el ámbito educativo, casi todo acto es pedagógico. Son los propios docentes los que –buscando repartir las responsabilidades de sus actos– suelen usar esta premisa como excusa para salir a las calles a pelear por un incremento salarial u otros beneficios que pretenden. Cuando se les reclama que dejan sin clases a sus alumnos, acostumbran mencionar que en realidad están enseñándoles una importante lección: que se debe luchar por los derechos, ya que no se accede a ellos graciosamente. Lastima que se olvidan de enseñarles con su ejemplo otra lección: la responsabilidad.
No están alejados de la verdad. Los actos enseñan generalmente más que las palabras. Y un importante (y hasta doloroso) aprendizaje que sucede durante la etapa del crecimiento y desarrollo humano es comprender y asumir que todo acto tiene consecuencias y estas deben ser afrontadas.
Por eso resulta paradójico que los docentes que dejaron sin clases a sus alumnos por unas dos semanas, en una etapa de la historia en que los procesos educativos fueron vulnerados inmisericordemente por la pandemia de covid, ahora pretendan fingir que nada pasó. Entonces, a fin de este mes de octubre no solo cobrarán su salario entero y habitual como si hubieran trabajado todos los días, sino que además recibirán un reajuste salarial del 11%, según lo confirmó el ministro de Hacienda, Óscar Llamosas. Un verdadero privilegio al que ningún otro trabajador accede en este crítico momento, ni siquiera los educadores del sector privado. Los docentes del sector público aparecen así como unos verdaderos caraduras.
En pocas palabras: dejaron sin clases –otra vez– a más de un millón de alumnos de todos los niveles, con la incidencia que esto tiene en la vida cotidiana de toda la familia y en el futuro de los chicos. Prácticamente los tomaron de rehenes. Y cuando los sueltan, al final de la película –o de la temporada, porque sabemos que esto no termina aquí y tal vez este mismo año haya más episodios de la saga– no solo no reciben ningún castigo, sino que salen gananciosos, ya que lo que obtuvieron (11% de incremento salarial) se aproxima bastante a su pedido original (16%) y definitivamente supera la última oferta que hizo el Gobierno antes de dejarse doblegar (8%).
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Según confirmó Llamosas, desde este mes de octubre corre el incremento del 11%, que tendrá un costo de US$ 80 millones en el Presupuesto 2022. Este monto se cubrirá con una reprogramación del presupuesto del Ministerio de Educación y Ciencias. Como siempre, el dinero para los gastos corrientes supera ampliamente todo tipo de inversión, cuando se habla de educación. Pero los responsables tampoco afrontarán las consecuencias de esta decisión. Todo seguirá igual, o peor.
Además, como si fuera poco el perjuicio causado, la propuesta de los docentes para salvar el daño que ellos mismos causaron al privar de clases a los alumnos es volver a ofrecerlos como carne de cañón. Ello plantearon, y el Gobierno aceptó ayer extender media hora por día la carga horaria, hasta cubrir la cantidad de horas perdidas. Claro, porque los alumnos y sus familias no tienen una vida y solo deben adaptarse al ritmo que imprimen los caprichos y antojos de los adultos responsables, que son los docentes.
La Federación de Asociaciones de Padres de las Escuelas Públicas del Paraguay (Fedapy) salió al paso de esta pretensión el fin de semana y expuso que los alumnos no tienen por qué cargar con la solución de los daños colaterales causados por el paro docente. Por eso, rechazaban la propuesta de ampliar el horario de clases para que los maestros se salvasen de un descuento salarial.
“Que dejen de joder y asuman las consecuencias de sus actos”. Con esa afirmación bien concreta y contundente, alejada de la corrección política que hoy está en boga, Francisca Monges, presidenta de la Fedapy, resumió el sentir de las familias con respecto al manoseo que sus hijos soportan.
Poco importó la opinión de los padres o de sus hijos. El pacto de impunidad se selló ayer. No habrá descuento salarial porque, al menos en teoría, los alumnos tendrán media hora más de clases por día.
La impunidad es una característica que impera en las sociedades y sistemas que no funcionan. Cuando un colectivo tan importante e influyente como el de los docentes no asume las consecuencias de sus acciones, se fortalece ese modo de actuar que tanto daño le causa a nuestro país.