Bochornosa actuación de Alliana y otros cartistas en Diputados

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Los vergonzosos incidentes previos a la elección de la nueva Mesa Directiva de la Cámara de Diputados fueron el fiel reflejo de la calidad de nuestra “clase política”, tan afectada por el descaro, la ignorancia, la prepotencia y la corrupción. El presidente de ese cuerpo legislativo, Pedro Alliana (ANR, cartista), que buscaba su reelección, convocó a una sesión, pero, ante la inesperada constatación de que no tenía el apoyo de la mayoría de sus colegas para mantener ese bastión bajo la égida del cartismo, no tuvo mejor idea que desactivar la reunión. Pese a su desastrosa actuación, secundado por otros escuderos de su sector, Alliana no pudo impedir una estruendosa derrota del cartismo.

Los vergonzosos incidentes previos a la elección de la nueva Mesa Directiva de la Cámara de Diputados fueron el fiel reflejo de la calidad de nuestra “clase política”, tan afectada por el descaro, la ignorancia, la prepotencia y la corrupción. Es una historia que se repite cada año, a la hora de renovar no solo las autoridades de ambos órganos legislativos –hoy serán los diputados, mañana los senadores–, sino en cualquier otra circunstancia en que esté en juego algún pequeño espacio de poder o de beneficio para un grupo o movimiento. Se produce un cabildeo cuyo resultado suele ser una “repartija” de prebendas en perjuicio de la sociedad. Se trata de negociaciones de baja estofa, en las que el interés general y el mérito de las personas resultan irrelevantes. Lo que importa a nuestros políticos es la aplicación del principio “do ut des”, esto es, te doy mi voto a cambio de algo, que puede ser el nombramiento de un pariente o de un “operador político”. Aplican el “hoy por ti, mañana por mi”, es decir, se comprometen apoyos en cuestiones dudosas, a condición de que el hoy beneficiado devuelva el favor. Claro que los acuerdos también pueden ser contantes y sonantes, como lo reveló en 2017 el entonces diputado Hugo Rubin (PEN): los dos bandos en pugna ofrecían dinero a cambio del voto, pero él decidió apoyar al que lo postulara para la Vicepresidencia segunda, cualquiera sea su candidato a presidir la Cámara.

No debería sorprender, pues, que el soborno en metálico o en canonjías haya intervenido en la disputa de ayer, tan ardua como siempre y en la que todo vale, incluso desconvocar una sesión extraordinaria minutos antes de su inicio, sin fundar la resolución. Fue lo que hizo el presidente del cuerpo legislativo, Pedro Alliana (ANR, cartista), que buscaba su reelección. Ante la inesperada constatación de que no tenía el apoyo de la mayoría de sus colegas para mantener ese bastión bajo la égida del cartismo, no tuvo mejor idea que desactivar la sesión convocada por él mismo, justificando su decisión solo verbalmente, en estos términos: “Vamos a dejarnos de disparates. No teníamos votos nosotros, ni ellos tampoco”. O sea que sería imposible reelegirlo o reemplazarlo porque habría un empate, como si el art. 15 del reglamento interno de la Cámara no previera tal situación: el “disparate” fue de su exclusiva responsabilidad y muestra hasta qué punto se puede llegar cuando de imponer las pretensiones de un sector se trata. Pese a su desastrosa actuación, secundado por otros escuderos de su sector, Alliana no pudo impedir una estruendosa derrota del cartismo.

Vale subrayar aquí lo de “sector”, pues las rencillas en el Congreso no surgen entre las bancadas de las organizaciones políticas, sino entre las diversas “bancaditas” de la ANR y del PLRA, entre las que se forjan alianzas por la simple razón de que el principal adversario está dentro del propio partido. En otras palabras, el internismo feroz, resultante de los apetitos desbordados y de la falta de ideales comunes, se reproduce en el ámbito parlamentario, atentando contra el buen funcionamiento institucional. El hecho de que el reglamento interno de la Cámara permita que, dadas ciertas condiciones, los diputados de un mismo partido puedan constituir más de una bancada, implica reconocer y a la vez acentuar esa deplorable realidad: los dirigentes se ocupan más de conservar o de alterar la correlación de fuerzas en su propia organización que de intentar ganar espacios a costa de otras fuerzas políticas.

No tiene sentido que una agrupación política tenga más de un bloque parlamentario, también atendiendo que su proliferación dificulta integrar las comisiones permanentes, de acuerdo a la representación proporcional de las bancadas. Todo indica que estas bochornosas querellas en torno a la elección de la Mesa Directiva, incluyendo la del Senado, se repetirán el próximo año, no solo porque es probable que muchos de los actuales legisladores sean reelectos, sino también porque los nuevos suelen adquirir muy pronto los vicios de los veteranos.

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Las intrigas anuales en torno a este asunto distraen la atención de los problemas nacionales y solo se explican por el interés de servirse de las instituciones, con fines sectarios y personales. También la manifiesta arbitrariedad del diputado Alliana, que seguirá encabezando la Cámara hasta el próximo 30 de junio, es atribuible a tales funestos objetivos. Sería ilusorio pretender que desde ya sea apartado del puesto, ya que para ello se requeriría una mayoría absoluta de dos tercios, pero no así que la Cámara repudie formalmente su inconducta, si se cree digna del tratamiento de “honorable”. Que sea él quien se deje de “disparates”, por respeto a sus colegas y a la ciudadanía, que tienen el derecho de exigir a sus representantes que se comporten con algún decoro, aunque a muchos les resulte extremadamente difícil. Se debería pensar seriamente en despojar a las dos Cámaras legislativas de su hoy inmerecido tratamiento de “honorables”, como ya ha surgido acertadamente una inquietud en tal sentido. El pueblo paraguayo no se merece tanto descaro.