La educación en terapia intensiva

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Unas 400 becas de las 1.000 que otorga Itaipú a jóvenes de escasos recursos para ayudarles en sus estudios universitarios lamentablemente quedarán sin usarse porque los postulantes, pese a haberse bajado el puntaje mínimo exigido, no pudieron cumplir con el mismo. Esta noticia retrotrae a la memoria los exámenes de competencia de docentes que suelen realizarse periódicamente, y en los cuales se produjeron resultados igualmente bochornosos. El golpe de 1989 supuso para la educación paraguaya el derrocamiento de la matriz stronista, y se hizo necesaria, según el Decreto 7815/90, la “formulación de una Reforma Integral del Sistema Educacional Paraguayo”. Han transcurrido 26 años desde que se inició la reforma educativa a nivel país, pero una mesa multisectorial convocada a fines del año pasado concluyó que la misma fracasó, y los participantes de dicho grupo peticionaron una convocatoria para lograr una nueva reforma. El derrotero de la educación paraguaya va de mal en peor. No solo ocupa los últimos puestos en los estándares internacionales, sino los hechos que acontecen, como los aplazos masivos mencionados y la caída de aulas, acentúan la deprimente situación.

Unas 400 becas de las 1.000 que otorga Itaipú a jóvenes de escasos recursos para ayudarlos en sus estudios universitarios, lamentablemente quedarán sin usarse porque los postulantes, pese a haberse bajado el puntaje mínimo exigido, no pudieron cumplir con el mismo. Esta noticia retrotrae a la memoria los exámenes de competencia de docentes que suelen realizarse periódicamente, y en los cuales se produjeron resultados igualmente bochornosos.

En el largo periodo de dictadura stronista que mantuvo al Paraguay en la oscuridad y el temor, la educación paraguaya no estuvo al margen. Para mantener y perpetuar su poder, Stroessner instauró en el ámbito educacional un modelo policíaco a su medida, utilizando conceptos ideológicos de orden, obediencia y disciplina. La presencia casi obligatoria del “único líder” en las colaciones era parte del mantenimiento del sistema dictatorial. Era el gran papá a quien se debía agradecer que los niños y jóvenes pudieran recibir sus títulos para encarar el porvenir.

El golpe de 1989 supuso para la educación paraguaya el derrocamiento de la matriz stronista, y se hizo necesaria, según reza el Decreto Nº 7815/90, la “formulación de una Reforma Integral del Sistema Educacional Paraguayo”, que se concretó a través del Consejo Asesor de la Reforma Educativa, cuya misión fue, en aquel entonces, preparar un diagnóstico de la situación educacional del país, formular el proyecto de la reforma y, posteriormente, acompañar el proceso de su implementación.

Han transcurrido 26 años desde que se inició la reforma educativa a nivel país. En tal sentido, la mesa multisectorial convocada a fines del año pasado por la Comisión de Estudio de la Reforma Educativa, de la Cámara de Diputados, presidida por el colorado Carlos Núñez Salinas –involucrado en hechos punibles de evasión al fisco– y de la que participaron docentes, alumnos, organizaciones civiles, representantes de la Iglesia y del Ministerio de Educación y Cultura, concluyó que la reforma educativa paraguaya fracasó. Además, los participantes peticionaron una convocatoria para lograr una nueva reforma.

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En el marco de un análisis del sistema educativo del Paraguay, en 2007 el Ministerio de Educación y Cultura encargó a la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI) la evaluación de la marcha del sector con base en el criterio de “calidad educativa” para las últimas décadas comprendidas desde que empezó la reforma (1990). De esta manera se realizaron encuestas a directivos, docentes y padres de familias, como así también entrevistas a una nutrida representación de expertos en educación, cuyo resultado, a pesar de estar muy bien maquillado –teniendo en cuenta que era un informe oficial–, mostraba una gran cantidad de aspectos deficitarios, que a todas luces venían siendo denunciados por la ciudadanía, entre ellos la falta de formación y capacitación de docentes, los maestros ad honórem, la ausencia de infraestructura –mostrando a maestros que desarrollaban clases en improvisados galpones, al aire libre o bajo los árboles–, y ni hablar de la falta de incorporación de tecnologías de la información que faciliten el aprendizaje, o el atraso de la merienda y la entrega de los kits escolares.

En 2012, el Informe de Competitividad Global del Foro Económico Mundial daba cuenta de que el sistema educativo paraguayo se encontraba en el puesto número 133 de un ranking de 144 países, señalando con ello que los indicadores de la educación paraguaya continúan en lamentables niveles a escala mundial. Este dato adquiere relevancia, teniendo en cuenta que el déficit educacional de un país se convierte en una limitante para el bienestar y desarrollo de la gente. El informe da cuenta también de que Paraguay tiene un pésimo posicionamiento en asignaturas de matemáticas y ciencias, dos áreas consideradas fundamentales.

Los derroteros de la educación paraguaya van de mal en peor. No solo ocupa los últimos puestos, sino los hechos que acontecen acentúan su deprimente situación. Por citar algunos de ellos, los mencionados masivos aplazos de maestros que participaron en concursos públicos, el año pasado, a fin de acceder a cargos directivos y de enseñanza en el magisterio, y ahora el de los alumnos aspirantes a becas; el desplome del techo de un aula –construida con recursos del Fonacide y mal utilizados por el anterior intendente Roberto Cárdenas (ANR)– en pleno desarrollo de clases, en el Colegio Nacional de Lambaré, en setiembre pasado y que hasta ahora está sin solución. No era de extrañar, entonces, que miles de estudiantes de secundaria hicieran sentatas o marcharan por las calles de Asunción exigiendo mejoras en las condiciones de enseñanza.

A los muchos casos mencionados, debe remarcarse el peor de los flagelos, no solo del fracaso de la reforma educativa, sino del mismo sistema educativo: la politización. Esta madre de todos los problemas, además de haber entorpecido el curso normal de la educación en el Paraguay, la ha corrompido. En tal sentido, fue notoria en las últimas elecciones municipales la participación de supervisoras, docentes y funcionarios administrativos que han dejado sus labores para asistir a reuniones partidarias, realizar pegatinas u otras actividades proselitistas a la vista de los propios alumnos y estudiantes.

Mientras la educación continúe bajo la égida de políticos inescrupulosos y a cargo de docentes mediocres que solo buscan mantener sus “zoquetes” a costa de ella, el Paraguay seguirá entre los países más pobres del mundo. Esta lamentable situación debe ser un tema de honda reflexión y cambios profundos, que no debe ser soslayada sino ser priorizada por el “Gobierno del cambio” que dice encabezar el presidente Horacio Cartes.