El atentado más cruel del EPP en 19 años

El grupo criminal autodenominado Ejército del Pueblo Paraguayo (EPP) asesinó ayer a ocho militares de la Fuerza de Tarea Conjunta (FTC) en lo que pasa a ser el atentado más cruel de los terroristas en el Norte del país. Los criminales detonaron una bomba al paso de un camión que transportaba a los efectivos y luego los acribillaron a balazos. Los asesinos robaron los sofisticados fusiles de todas las víctimas, con unos 1.500 proyectiles, y por primera vez se alzaron también con una poderosa ametralladora antiaérea. La masacre ocurrió en el momento en que están secuestrados los menonitas Abrahán Fehr y Franz Wiebe, además del suboficial de Policía Edelio Morínigo.

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El letal ataque ocurrió ayer alrededor de las 9:00 en la localidad horqueteña de Arroyito, departamento de Concepción, poco después de que un camión militar con ocho efectivos a bordo saliera de su destacamento del asentamiento Núcleo 6.

El rodado fue neutralizado con una bomba detonada a distancia por un comando del EPP, que utilizó una jeringa adherida a una batería para generar la corriente transmitida por el cable conectado al artefacto casero.

Con el primer estruendo, que se produjo justo debajo de la rueda delantera derecha, el rodado quedó impedido de avanzar y en ese momento ya aparecieron desde el monte los miembros del EPP, que habrían sido entre cinco a seis personas. Los primeros en ser masacrados fueron los seis uniformados que estaban en la carrocería cubierta por una carpa y que resultaron ser el sargento primero Robert Fabián Cañete Pereira, el sargento primero Éder Ramón Arias Cáceres, el sargento primero Hugo Alberto Candia Benítez, el vicesargento primero Genaro de Jesús Arias Palacios, el vicesargento primero Pablo Farías y el sargento segundo (soldado profesional) Sergio Daniel López.

Algunos de estos intentaron reaccionar a la balacera e incluso llegaron a disparar sus fusiles, pero fueron sobrepasados y ejecutados uno a uno.

Simultáneamente, los dos efectivos que iban en la cabina, el suboficial principal Lucio Dejesús Torrasca Galván, quien manejaba el camión, y el subteniente Félix Fernando Fernández Duarte, quien era el jefe de patrulla, llegaron a salir del habitáculo y se parapetaron en un charco, al costado del camino. Los dos militares intentaron en vano hacer frente a los criminales, quienes después de balearlos se acercaron y los remataron con disparos en la cabeza.

Tras consumar la masacre, el EPP logró hacerse con un importante arsenal, al robar los ocho fusiles M4 calibre 5.56 que tenían los militares, más un arma de apoyo que usaban y que sería una ametralladora antiaérea calibre 7.62.

Igualmente, robaron todos los equipos tácticos de los militares, consistentes en los siete cargadores adicionales de 30 tiros que llevaba cada uno y sus chalecos tácticos, entre otras cosas. Fácilmente, los miembros de la banda armada habrían llevado unos 1.500 proyectiles.

La sangrienta escena permaneció intacta por quince minutos hasta que llegaron desde el destacamento los demás militares que escucharon los disparos.

Sostén de sus familias

Cada uno de los militares muertos ayer era el sostén de su familia. El subteniente Fernández, por ejemplo, deja a su mujer y a su hija de 11 meses. Este fin de año ascendía al rango de teniente y se estaba preparando con todo para festejar el primer cumpleaños de su bebé. Su papá y un hermano también son militares. Sus otros hermanos, furiosos, advirtieron que entrarían al monte a buscar al EPP para vengar este ataque. El sargento primero Eder Cáceres, por otro lado, proviene de una familia indígena del Chaco y justo ayer salía de su última misión antes de volver a su Mariscal Estigarribia natal. Estaba casado, pero aún no tenía hijos. Su padre y dos hermanos también son militares. El soldado profesional Sergio Daniel López apenas ganaba sueldo mínimo y debía mantener a su madre, quien queda sola en Concepción.

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