A criterio de Duarte Frutos, las organizaciones sociales, políticas, gremiales, deportivas, incluso religiosas, están contaminadas por la corrupción. “Ninguna actividad humana es químicamente pura, ni la Iglesia ni el fútbol; ni la FIFA ni la Conmebol ni los partidos políticos; organizaciones sociales ni gremios ni sindicatos”, dijo.
Con esta premisa trató de justificar los errores políticos –por no decir la corrupción– que deja postrado al país por desatinos de políticos. También la falta de respuestas a la ciudadanía, a las necesidades de salud, educación, trabajo y reactivación económica.
Duarte Frutos plantea un sofisma; es decir, una mentira presentada como verdad al sostener que la sociedad está afectada por una fisura moral.
No todo está perdido en el país, porque en los diversos estamentos sociales, incluso en las instituciones públicas, hay personas honestas, trabajadoras e íntegras, que luchan por un país mejor. Quizás poco, pero que las hay, las hay. De modo que pretender confundir a la opinión pública diciendo que la corrupción es propia de la sociedad, y que las actividades humanas están plagadas de ambiciones, egoísmos, codicias y perversión, es una reverenda falsedad.
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La fisura moral está en la clase política. La política es una actividad de servicio a la comunidad; no tiene sentido ocupar cargos públicos si no es para buscar el bienestar de la población.
La política (del griego politiké: el arte de gobernar la ciudad-Estado) es una tarea noble que permite proyectar las buenas acciones hacia los demás. Surgió como idea filosófica, pero en la actualidad es una Ciencia Social que requiere preparación, desprendimiento, capacidad, iniciativa e incluso creatividad para resolver los problemas complejos. Ha de haber fisura moral a nivel de los politiqueros prebendarios y clientelistas, que solo buscan satisfacer sus ambiciones personales y de grupos.
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