A los docentes, a los decentes

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Estimados docentes: inevitablemente, la imagen de la profesión de docente ha quedado gravemente dañada y salpicada de sospechas por los sucesos de las últimas semanas. Muchas personas piensan, no sin algo de lógica, que sin la pasividad y tolerancia de los docentes, tal grado de corrupción habría sido imposible.

Esta imagen, estas sospechas, esa idea que se han hecho algunos ciudadanos de que el modelo de docente paraguayo son Froilán Peralta y sus secuaces, me resulta personalmente dolorosa, porque la enseñanza fue mi primer trabajo y la ejercí con mucho orgullo hasta que una orden de la dictadura me marginó, cuando dictaba por cierto, entre otras materias, Filosofía de la Educación en la UNA.

No me cabe duda de que gran parte de quienes se dedican a la enseñanza, una profesión mal pagada y socialmente poco apreciada, son personas honestas, con vocación y que ponen el mayor empeño en formar a los estudiantes. No he olvidado tampoco que con el salario de docente hay que hacer milagros para pagar las cuentas y llegar a fin de mes.

Solo la gran mayoría de las autoridades académicas y un número limitado de docentes forman parte de la rosca mafiosa que se apropiaba de los rubros destinados a pagar profesorado, así que ustedes son también sus víctimas. Los docentes decentes tienen retribuciones miserables y son los indecentes y sus allegados los que se enriquecen robándoles.

Por si las evidencias de esta corrupción, de este latrocinio y de este desprecio por la enseñanza fueran pocas, las “obras” de Fonacide, como si quisieran también apoyar al movimiento de rebelión estudiantil, han comenzado a derrumbarse por toda la geografía del país, implicando no solo a los intendentes y gobernadores, sino también a los directivos de escuelas y colegios.

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Pero los estudiantes reclaman más, mucho más que un saneamiento que termine con la corrupción; están pidiendo, antes que nada y por encima de todo, calidad de enseñanza, y la calidad no se logra solamente eliminando autoridades corruptas, sino que exige un profesorado dedicado y capaz.

Más inversión, dinero honestamente administrado, mejores infraestructuras, salarios más dignos y programas de estudios más actualizados son condiciones necesarias, pero no suficientes para una educación de calidad. Sin buen profesorado los estudiantes tendrán la misma formación deficiente.

Lo que quiero decirles a todos los docentes decentes, maestros de primaria, profesores de la secundaria, catedráticos universitarios, es que son ustedes, junto con los alumnos, la verdadera comunidad educativa. Ha llegado el momento de demostrar que respetan a sus alumnos, que aman y valoran su propia profesión.

Es normal que hayan sido los estudiantes, más jóvenes, más idealistas, sin la presión de necesitar los ingresos de la docencia, los que han iniciado esta rebelión; pero ustedes la necesitan tanto como ellos y no pueden permitirse el lujo de dejar pasar esta oportunidad de revalorizar la enseñanza.

Es hora de que inicien su propia rebelión. Es hora de limpiar la docencia no solo de corruptos sino también de incapaces, es hora de asumir que un corrupto o un ignorante no es un colega, sino una lacra que mancha el más digno de todos los oficios: el de formar a las nuevas generaciones.

rolandoniella@gmail.com