A propósito de los colorados

Un error que cometemos con frecuencia desde el periodismo y otros sectores de la sociedad, es asociar la palabra “política” al concepto de politiquería; y “político” al concepto de politiquero.

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Así surgen expresiones como “es una cuestión política”, para dar por ejemplo a entender una maniobra desleal. O “son cosas de políticos”, para transmitir el mensaje de algún turbio negociado entre politiqueros.

Es un error, no solo por la precisión de los conceptos, sino porque al transmitir la idea de que tanto la política como los políticos son solamente eso se termina espantando a las personas decentes, quizás con ganas de involucrarse en la política, en su concepto de búsqueda del bien común.

Y si los decentes no se involucran, los indecentes que apuestan a mantener intactas la apatía, el temor y el desinterés, seguirán ganando la partida.

¿A qué viene esta introducción? Viene para recordar que también otra política y otros políticos son posibles.

En la historia política paraguaya se encuentran muchos ejemplos. Con diversos matices, cargos y roles, encontramos a personas como Blas Garay, Eligio Ayala, Carmen Casco de Lara Castro o Feliciano Martínez, por solo citar a algunos, destacados por su integridad y sus principios en el ejercicio de la política.

Y en esta fecha, en la que la Asociación Nacional Republicana cumple 129 años de su fundación, es apropiado recordar a uno de ellos: don Waldino Ramón Lovera.

Lovera fundó junto a otros jóvenes el Movimiento Popular Colorado (Mopoco), que luchó por la democracia durante la dictadura de Alfredo Stroessner, y que ya en 1959 había solicitado el llamado a una Constituyente, por la desconfianza que le generaba particularmente a Lovera el estilo de liderazgo de Stroessner.

Esa actitud crítica de Waldino, y sus compañeros, le valió la persecución y el inevitable exilio en Argentina, por ser considerado un político “subversivo” por la dictadura.

Un exilio que duró un cuarto de siglo y que terminó en 1984, cuando volvió al país para participar activamente de la resistencia a la dictadura y su ocaso.

Ya en la transición democrática, Lovera fue electo senador y llegó a presidir el Congreso.

Y es recordado el episodio en el que renunció a la presidencia del Poder Legislativo, molesto por la que consideró una injerencia del presidente Andrés Rodríguez en otro poder del Estado, al disponer el periodo en el que debía realizarse la Asamblea Nacional Constituyente de 1991, una atribución del entonces presidente del Congreso.

Es recordado el episodio y la respuesta que dio al día siguiente a los periodistas en el Congreso, cuando le plantearon que su gesto era bastante inusual para un político en su posición y cargo.

“Seguimos en la lucha”, les respondió escuetamente.

Waldino Ramón Lovera falleció el 30 de julio de 1994, un día antes de cumplir 73 años.

Fue un hombre íntegro y fiel a sus ideales, férreo en sus principios, hasta la obstinación dirían quienes algún defecto quieren encontrarle, al no poder atacar su integridad.

Don Waldino fue un karai guasu, un señor, que desde la política, honró a su patria y a su partido.

guille@abc.com.py

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