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Tanta es la insensibilidad del Gobierno central con la situación, que en vez de analizar un programa de salvataje para el comercio fronterizo, en Salto del Guairá sigue enviando a sus “inspectores” de cuantas instituciones existen para recaudar.
El propio empresario Horacio Cartes sabe muy bien la situación porque ni su cigarrillo ya se vende por la alza del dólar. Sin embargo, siguen llegando “hambrientos” recaudadores de los entes públicos, que pretenden seguir expoliando a los ya demacrados comerciantes, con la amenaza de intervención o multa.
La situación de Salto del Guairá, en particular, es de lo peor. A diferencia de Pedro Juan Caballero y Ciudad del Este, la gran mayoría de sus 50.000 habitantes no tiene suficiente arraigo para soportar una crisis severa, por lo que necesariamente tendrán que volver a sus pagos o migrar a otras ciudades.
Miles de personas están perdiendo sus terrenos y sus casas que con gran sacrificio estaban pagando, pero ahora sin empleo ya no pueden. ¿Quién se preocupa por ellos? ¿Es justo que todo el sacrificio de un trabajador se pierda, sin que el Estado lo defienda?
De persistir esta situación, Salto del Guairá se convertiría en una ciudad fantasma, donde solo quedarían recuerdos de los años gloriosos del comercio. Por tanto, urge que el gobierno eche su mirada hacia el noreste, pero esta vez no para llevar plata a Asunción, sino socorrer a la gente sin trabajo que abunda y que en tiempos de bonanzas, mucho aportó con el Estado.
rduarte@abc.com.py