Empresas y espiritualidad

Empresa y espiritualidad son dos realidades tan diferentes que para algunos resultan antagónicas y nada tienen que ver una con otra. No es de extrañar esta manera de pensar porque todavía la cultura general de mayorías y hasta nuestro mismo sistema educativo en la educación escolar y en la educación suprior siguen anclados y dándonos la visión que en el siglo XVIII tenían Newton y Descartes sobre todo lo existente, dividido en materia y espíritu. Según Descartes la materia es objeto de la ciencia y el espíritu asunto para las Iglesias y religiones.

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Como he recordado en otras oportunidades los grandes científicos de principios del siglo XX, con Einstein a la cabeza, primaron el estudio de la energía y ahí coinciden materia y espíritu, y el espíritu, que es ,energía, empezó y sigue siendo cada vez más objeto de investigación y ciencia. “Las Ciencias del espíritu” (Whilhelm Dilthey, 1883) ya no son solamente tema de filósofos, sino de científicos de diversas ramas de las ciencias, desde la biología, genética, bioenergética, neurología, psiquiatría, psicología, epistemología, pedagogía holística,… hasta la física cuántica. 

Hace tiempo que la ciencia entró en la economía y en las empresas, y sus investigaciones han descubierto, entre otras cosas, el rol de la espiritualidad en las organizaciones, en cualquier tipo de empresa. Copio literalmente el principio de un artículo innovador de Pietro Alvarado Gervasi sobre “Todo el poder del espíritu human al servicio de la rentabilidad y felicidad de las organizaciones”, porque resume brillantemente lo que yo podría decir torpemente: 

“El mundo académico, empresarial y el de consultoría experimenta hoy una nueva dimensión en gestión: la actual tendencia espiritual es quizás la tendencia más significativa y relevante en el mundo de los negocios desde el movimiento del potencial humano de los años 50” (Howard S. MCB University Press). La Academy of Management Harvard Business School, INSEAD, la Universidad de Grandfield, Stanford, Nôtre Dame entre otras han incorporado grupos de estudio, seminarios, cursos de posgrado sobre espiritualidad en las organizaciones. Destacados consultores como Peter Senge, Steven Covey, John Adair, Ken O’Donnell divulgan en conferencias y publicaciones experiencias corroborativas sobre el poder de la espiritualidad en los procesos de cambio organizacional. Empresas del ranking de Fortune 100 (Xerox, Hewlett Packard, Toyota, Exxon, Semco, Ben and Terry’s) integran en su programa de desarrollo y capacitación la dimensión espiritual y han implementado un enfoque espiritual en la gestión de sus empresas”. 

Alvarado Gervasi se suma a otros muchos especialistas que confirman la información y otras experiencias. Quien haya analizado suficientemente lo que significa el desarrollo de la dimensión espiritual de todo ser humano, no necesita los resultados de la investigación y los conocimientos específicos procedentes de las ciencias del espíritu, le basta el sentido común para estar seguro de que las personas que han desarrollado su dimensión espiritual (no necesariamente religiosa) logran mayor productividad en todos sus trabajos. La dimensión espiritual desarrollada y activa genera actitudes, comportamientos, perspectivas, valores, orientación y sentido profundo en todo lo que vive y hace, en sus relaciones humanas, en sus relaciones consigo mismo, con la naturaleza y lo trascendente. 

Actualmente toda persona, sea empresario, empleado, trabajador, socio, consultor… que haya recibido verdadera educación integral, cuenta en sí con la posibilidad de desarrollar su “inteligencia espiritual” y con ella poderes cognitivos superiores para interpretar más profundamente sus entornos y toda realidad, al mismo tiempo que podrá encontrar más alternativas para la solución de problemas. 

Guste o no, la ciencia confirma la experiencia a través de la historia: la espiritualidad agrega calidad y productividad a la acción humana, también en las empresas. Los paraguayos tenemos pruebas históricas evidentes, que enseñamos con orgullo a los turistas. La Reducciones Jesuíticas evidencian que unos pocos hombres, movidos por el espíritu del amor a Cristo, organizados desde una espiritualidad de servicio y amor, animada por la espiritualidad del “contemplativo en la acción”, San Ignacio de Loyola, fueron capaces de producir agricultura, ganadería, arquitectura, arte, música, colegios, imprentas, bibliotecas, redes comerciales, etc…, trabajando con miles de nativos indígenas de distintas etnias, lenguas y culturas ágrafas y a pesar de las limitaciones y obstáculos de la época. No cabe duda, la energía del espíritu ilumina y fecunda.

jmonterotirado@gmail.com

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