“Ahora solo queremos saber la verdad de lo acontecido”

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El sargento mayor César Antonio Fernández es el primer militar fallecido en el intento de acabar con el autodenominado Ejército del Pueblo Paraguayo (EPP). El padre, Salomón Fernández, de profesión albañil, cuestiona con dureza a los responsables del operativo realizado el pasado día 8, en Arroyito, Horqueta, departamento de Concepción. Les culpa, también, de ocultar los hechos tal como sucedieron. “La opinión pública tiene el derecho de saber en qué circunstancias falleció mi hijo y cómo fue gravemente herido su camarada. El ocultamiento no ayuda a corregir errores que podrían repetirse en un próximo operativo”.

En la entrevista que Salomón Fernández tuvo con el comandante de las Fuerzas Militares, general de ejército Jorge Ramírez Gómez, “este me dijo –cuenta Fernández– que manejaban muchas informaciones pero que no iba a darme, mucho menos a la prensa. En esa ocasión me dijo también que mi hijo era zurdo, cuando él es diestro. Buscaba justificar, de algún modo, el movimiento de cuerpo que habría hecho mi hijo en los momentos del disparo. Se sabe que un zurdo y un diestro, con el arma en la mano, se mueven de modo distinto y según las ocasiones puede ser decisivo, es decir, de vida o muerte. Pero mi hijo, reitero, es diestro. Tengo fotografías que lo demuestran”.

El padre de la víctima se acordó también de su conversación con el comisario Antonio Gamarra, quien le habría dicho que su hijo no tenía puesto el chaleco antibalas. Nunca voy a creer esta afirmación porque habrán recibido órdenes de usarlos. Mi hijo se formó en una férrea disciplina y no cometería el error de desobedecer órdenes y exponer su vida tan irresponsablemente. Solo estas dos mentiras me son suficientes para concluir que se busca ocultar los hechos y amparar a los responsables”.

“Preparados para morir”

El general Ramírez habría agregado que “los militares están preparados para morir en combate”, como una forma de suavizar la gravedad de lo acontecido. “Sí –dice el señor Fernández–, están preparados para morir en combate, pero bajo las órdenes de jefes capaces y en circunstancias muy distintas de lo sucedido en Arroyito”.

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El padre y su hija Sonia Elizabeth dicen estar con miedo, “pero vamos a seguir en la lucha por conocer la verdad. No queremos que se nos mienta. Con la verdad, es cierto, ya no vamos a recuperar a César Antonio, pero tendríamos por lo menos la tranquilidad de saber qué pasó, y sobre todo, tendríamos la esperanza de que no se volverían a cometer los mismos errores de modo que otros camaradas, militares y policías, no pierdan la vida en una situación que se podría haber impedido en manos de jefes más aptos”.

Reiteraron su exigencia de que los dirigentes del comando conjunto sean sumariados y destituidos del cargo.

Acerca de una posible “compra de conciencia”, el señor Fernández fue categórico: “No voy a recibir un centavo que no fuera lo establecido por la ley, es decir, su sueldo –que serían de unos dos millones de guaraníes– y el aguinaldo. Después nada. A fin de cuentas, solo sus camaradas se acercaron a nosotros para ayudarnos”.

Después de un largo silencio y mirando a la hija que se secaba las lágrimas a igual que su esposa, sentada a su lado en silencio, agregó: “No quiero ser demasiado reiterativo, pero quiero decir que mi hijo estaba convencido de que el Ejército del Pueblo Paraguayo, más conocido como EPP, no existe como grupo que lucha por la justicia social como algunos quieren hacernos creer. Es un grupo armado que cuida el rentable negocio de los narcotraficantes que se mueven por la zona como en su casa.

Pregúntense de qué viven. Para ganarse la simpatía de la gente, les ayuda económicamente, pero con qué dinero, de dónde proviene. Y para hacerse respetar, cometen barbaridades en contra de las personas a quienes no pueden manejar, incluyendo a algunas autoridades policiales. No todas, porque mi hijo contaba también que eran compradas por quienes se hacen pasar como combatientes por mejores días para el pueblo paraguayo. Y no es así”.

Mientras nos esperaba en su casa, en el barrio Lomas Valentinas de Villarrica, la hermana del sargento mayor, Sonia Elizabeth, escribió algunas líneas en un cuaderno a manera de ayuda memoria para la entrevista. Copiamos algunas frases:

“Nadie hasta ahora se ha presentado a poner la cara con informaciones claras y responsables porque no tiene cómo justificar la inoperancia de un general y otro oficial que no tenían experiencia y se nota a la leguas que tampoco tienen cursos para estas operaciones”.

Y más adelante: “Estamos indignados por todo lo que ha pasado. En el aeropuerto mi papá y yo recibimos a nuestro hermano envuelto en una bolsa negra como basura, asegurado con cinta de embalaje”.

“Mintieron en la cantidad de personal enviado y tampoco mencionaron a los policías que estaban en el grupo (de su hermano); tampoco tenían equipos adecuados para este tipo de operaciones”.

“Las vacaciones con nosotros”

Los padres y los hermanos, como todos los años, estaban preparándose para vivir la Navidad con el sargento mayor César Antonio Fernández, quien luego pasaría sus vacaciones en el hogar paterno. Su incorporación al grupo fue un accidente, pues a último momento le sustituyó a un camarada que dio parte de enfermo.

“Nosotros ya nada queremos –dice el padre–, sino que se nos cuente la verdad. Estaríamos más tranquilos”.