–¿Es la primera vez que viene a Paraguay?
–Es la primera vez que vengo. Quería conocer la tierra de Augusto Roa Bastos. Para mí es histórico. Es el único país de América Latina en el que nunca había estado. Me invitaron para la Feria Internacional del Libro.
–Exvicepresidente del primer gobierno sandinista que derrocó a Somoza (en el 79). Hoy es un opositor a (Daniel) Ortega y reniega de su gobierno, ¿por qué?
–El sandinismo era una amalgama de fuerzas. Yo creí en el cambio revolucionario pero con perspectiva democrática. Ninguna revolución nace para quedarse para siempre... El sandinismo se escindió entre los que quisimos un país más democrático y quienes seguían fieles al caudillismo que se perfilaba a través de la vieja guardia del Frente Sandinista bajo el liderazgo de Ortega. No es una experiencia extraña a la historia de América Latina. Desgraciadamente la historia se repite en un círculo sin fin. Es uno de los planteamientos políticos de fondo del propio Augusto Roa Bastos, que hablaba (en “Yo el Supremo”) de la tendencia de nuestros gobernantes a permanecer en el poder de manera perpetua.
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–Eso pasa ahora en Nicaragua...
–Sí, porque hubo una contrarreforma a la reforma de 1995 de la Constitución de 1987. Ortega hizo un pacto con Arnoldo Alemán (expresidente 1997-2002), jefe del partido Liberal, condenado por lavado de dinero y corrupción. El pacto significó salvar a Alemán de la justicia a cambio de que su grupo político aceptara la contra reforma por la cual Ortega pudiera reelegirse con 35% de los votos, sin necesidad de ir a segunda vuelta. Así llegó de nuevo al poder en 2005 y hoy ya estamos en su tercera reelección. Va a completar 15 años en forma ininterrumpida. Acuérdese que ya estuvo 10 años desde la Revolución (de 1979).
–¿Le supera a Somoza?
–Ortega es el hombre que ha estado en el poder por más tiempo en la historia de Nicaragua. La familia Ortega ejerce una concentración absoluta del poder. Muchos de los que se quedaron al lado de Ortega son inmensamente ricos. La mayoría de los nueve comandantes originarios están hoy en contra pero perdieron toda influencia y poder. Es gente que no se metió un centavo en los bolsillos y hoy está apartada o muy pobre...
–¿Hay presos políticos? ¿No hay libertad de prensa?
–No, presos políticos no hay, pero represión sí hay. El diario La Prensa (perteneciente a la familia Chamorro cuyo primer director propietario fue asesinado por orden de Somoza en 1978) es el único diario independiente. Hay un semanario que es de un familiar de los Chamorro y un programa de televisión los domingos. El resto responde al Gobierno. Pero además hay contención social, control en los barrios, disuasión contra los que quieren salir a protestar...
–¿Es como Venezuela?
–No es exactamente Venezuela en términos de represión...
–Pero es el mismo esquema...
–Claro, que se traduce en el control de los poderes del Estado. De hecho Ortega apoya al chavismo venezolano representado por Nicolás Maduro. Nicaragua estaba amarrado al petróleo venezolano. Hoy se redujo su importancia como vínculo económico y político porque ahora conviene más comprar en el mercado internacional. Pero la deuda es gigantesca. Cuando se le antoje (a Maduro) cobrarle a Nicaragua va a ser un verdadero descalabro para el país.
–¿Hay mucha corrupción?
- Hay corrupción de todo tipo. Son como 8.000 millones de dólares solamente en petróleo. Es un dinero que no figura en los registros de las cuentas nacionales pero sí en los de Venezuela...
–¿No se arrepiente de haber sido protagonista de esa Revolución?
–¡Jamás! Derrocar a Somoza fue una necesidad vital que no podíamos eludir los nicaragüenses. Los que podían tomar las armas lo hicieron. Nosotros, los intelectuales, que no éramos de armas sino de la pluma terminamos envueltos en la espiral del ejercicio del poder. No era guerrillero. No sabía disparar armas, y sin embargo tuve que hacer vida clandestina en Managua casi un año entero. Si me apresaban me mataban. Fue mi aporte. Otros dieron más que yo porque los mataron.
–¿Cuántos muertos?
–Fueron 50.000 muertos por derrocar a Somoza y otros 50.000 en la guerra contra los Contras (la primera división entre sandinistas). Para cuatro millones de habitantes (la población de Nicaragua) es una cuota de sangre elevadísima, sin contar con los desplazados, las guerras, los emigrados... Se pagó un costo muy alto.
–Mirando en perspectiva, ¿cuál fue el aporte de la Revolución?
–Se dio curso a demandas históricas del pueblo. Pero los cambios económicos se acabaron. Las tierras retornaron a sus antiguos dueños, o a manos de nuevos dueños.
–¿Los que se adueñaron de la Revolución?
–Sí, son hasta dueños de empresas. Tienen mucho dinero. En contraste, el analfabetismo hoy vuelve a tener una cota muy alta. El 40% de la población vive con menos de 2 dólares diarios. El 80% del empleo es informal. La seguridad social está por quebrar. En el 2019 ya no habrá fondos para pensiones. La Revolución para los nicaragüenses fue un sueño...
–¿Una fantasía?
–Caudillos como Ortega ganan a los intelectuales al tocar la imaginación de la gente, que ni está en capacidad ni tiene la información suficiente para hacer el análisis. Es el caudillismo militar, una mezcla de fuerza política, de mito en el que la gente cifra su esperanza. Por ejemplo, ahora Ortega plantea la construcción de un canal por Nicaragua (parecido al Canal de Panamá), es decir, apela al imaginario colectivo. Se hace creer que ese canal es como una panacea que nos traerá el milagro económico. Es como la ilusión que se creó para llevar adelante la Guerra (por el petróleo) del Chaco (entre Bolivia y Paraguay en 1932-35) o el planteamiento (de Evo Morales) de una salida al Pacífico o la devolución de Las Malvinas (a Argentina)...
–¿Los dictadores superan en imaginación a los intelectuales?
–Son más novelistas que los novelistas, capaces de mover a la gente a través del mito, el engaño colectivo. El caudillismo es precisamente eso. Hace creer a la gente que tiene poderes mágicos. Terminamos como “Yo el Supremo” donde el gobernante ambiciona quedarse para siempre, haya gobernado bien o mal.
–Como Roa, usted retrata bastante ese misterio del poder...
–Yo tengo una fascinación por el poder. Los mecanismos del poder se presta a la imaginación del escritor.
–Hay una que se hizo serie de televisión. ¿De qué se trata?
–Sí, una. Se llama “Castigo Divino” que se publicó en el 88. Un director colombiano hizo una serie de 14 capítulos. Es la historia de un envenenador. Está ambientada en los años 30 cuando (el primer) Somoza asume el poder militar. Se trata de la lucha del poder militar con el civil que ya no cesaría en Nicaragua nunca. Tardé cinco años en escribir esa novela. “Margarita, está linda la mar” fue mi siguiente novela. Esa obra ganó el Premio Alfaguara en 1998. Roa Bastos leyó la novela. Es sobre la conspiración para matar a Somoza, padre, en 1956, el papá del Somoza que mataron aquí en Asunción.
–Asesinados, el padre y el hijo...
–Uno, Somoza García y el otro, Somoza Debayle. La historia se repite. Otro hermano del padre fue presidente, Luis. Ese murió de ataque cardíaco. Tengo una novela de carácter policíaco “El cielo llora por mí” que retrata a un inspector de policía de Nicaragua detrás del narcotráfico. En setiembre saldrá “Ya nadie llora por mí”. Es el mismo inspector, Dolores Morales, ya fuera de la policía, convertido en investigador privado en la Nicaragua de hoy...
–En la de Daniel Ortega...
–Sí. Es un retrato de la realidad. Es lo que pasa en Nicaragua...
–¿Un estado policíaco?
–La novela lo explica (asiente con una sonrisa)...
–Los escándalos Odebrecht, Petrobras, expresidentes populares enjuiciados por corruptos: Lula, Dilma, Cristina, los centroamericanos ¿eso inspira a los literatos?
–Es uno de los grandes temas. En El Salvador hubo cuatro presidentes procesados. Uno murió en juicio, (Francisco) Flores (2016). Están procesados (Elías) Saca, (Mauricio) Funes. En Guatemala cayó el Presidente por corrupto, a otro lo botaron..., hasta hubo repercusiones en Costa Rica, que no parecería. La corrupción es infinita. Tiene mil cabezas. El que encuentra la ocasión está dispuesto a todo, desde el narcotráfico hasta el robo más descarado.
–Ni Agatha Christie se habrá imaginado un entramado así para sus enigmas policiales. Quedaría como una aprendiz...
–Imagínese todo ese escándalo del Lavajato que cubre toda América Latina. ¡Es de novela! ¿Qué país se salva de Odebrecht? Perú, Ecuador, Colombia, Panamá, El Salvador... La corrupción se ha globalizado...
–Usted era vicepresidente de Nicaragua cuando mataron a Somoza en Asunción. Se decía que el Gobierno revolucionario lo hizo matar. ¿Usted qué sabe?
–Se dijeron muchas cosas, inclusive que el propio general Stroessner lo hizo matar. Se involucró a un periodista chileno (Mella Latorre), se autoatribuyó el exjefe guerrillero argentino Gorriarán Merlo. Lo único que le puedo decir es que allá se celebró con mucho alborozo...
(continuará mañana...)
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