Hezbollah en Triple Frontera, la realidad más allá del mito

La presencia e influencia de organizaciones y elementos del terrorismo islámico en la Triple Frontera siempre ha sido motivo de discrepancias, y los Gobiernos de los tres países oficialmente siempre han buscado minimizarla. Sin embargo, las evidencias son incontrastables y hay claros indicios de que las redes yihadistas se han extendido en nuestra región, especialmente a partir del promocionado acercamiento entre Irán y los regímenes bolivarianos.

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Fuera de cualquier prejuicio, es un hecho que la República Islámica de Irán, desde su fundación en 1979 con el derrocamiento del shah bajo el liderazgo del ayatollah Ruhollah Khomeini, tiene entre sus grandes objetivos exportar su revolución político-religosa, de orientación musulmana chiita, y “borrar a Israel de la faz de la Tierra”.

Una de sus primeras grandes movidas en esa dirección fue promover en el sur del Líbano, donde la población es mayoritariamente chiita, la creación del Hezbollah, en árabe “Partido de Dios”, a mediados de los años 80, en plena guerra civil libanesa (1975-1990), para armar milicias de combate contra Israel, que en esos tiempos ocupaba una franja del territorio libanés.

Por esa misma época llegó a nuestras latitudes una nueva gran oleada de libaneses que huían del conflicto. No fue la primera corriente migratoria. La inmigración libanesa a América del Sur data ya del siglo XIX y Brasil es el mayor receptor de la llamada “diáspora libanesa” en el mundo, con un número estimado de 10 millones de habitantes de ese origen. Pero sí fue la más reciente, con la particularidad de que estos nuevos inmigrantes en general provienen del sur y muchos de ellos son mulsumanes chiitas. 

Se dedicaron al comercio con mucho éxito. Líbano es la antigua Fenicia, lo llevan en la sangre. Hoy se calcula que hay 25.000 libaneses de reciente inmigración en la Triple Frontera, una comunidad pujante y cada vez más próspera, pero, evidentemente, también fecunda para la actividad de grupos radicales muy influyentes y poderosos en su Madre Patria.

Muchos solo aportan dinero, en ocasiones víctimas de extorsión, aunque también voluntariamente, a veces para reales o ficticios fines de beneficencia.

Hay que entender que el Hezbollah, catalogado por Estados Unidos y gran parte de Occidente como peligrosa organización terrorista, es un partido legal en Líbano, con escaños en el Parlamento, que prácticamente gobierna el sur del país y nos dicen que ha sido muy eficaz, con la ayuda económica de Irán y de los expatriados, en elevar el nivel de vida y proporcionar servicios de calidad a la población. Por ejemplo, nos cuentan que tienen muy buenas escuelas.

Pero está claro que con el tiempo se han establecido estructuras de reclutamiento y adoctrinamiento, y existen suficientes pruebas de que el Hezbollah hoy día participa directamente en actividades ilícitas en la zona, desde tráfico de drogas hasta lavado de dinero, algo a lo que nos referiremos en próximos artículos, y que también usa la Triple Frontera como plataforma para fines operativos.

Atentados

A estas alturas ya no cabe ninguna duda de la responsabilidad de Irán y del Hezbollah en los atentados con coches bomba a la Embajada de Israel en Buenos Aires el 17 de marzo de 1992, con 29 muertos y 240 heridos, y a la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA) el 18 de julio de 1994, con 87 muertos y 300 heridos. En ambos casos se utilizó la Triple Frontera como enlace, refugio y centro logístico.

Solo por citar un ejemplo, quedó demostrado que la agencia de viajes y de cambios Piloto Turismo, en Foz de Yguazú, propiedad de Mohammad Youssef Abdallah y Farouk Abdul Omairi, ambos catalogados como terroristas por Estados Unidos, fue utilizada para proporcionar pasaportes y servir de centro de comunicaciones a los perpetradores del atentado a la AMIA.

Relaciones peligrosas

Irán ve en América Latina una codiciada tierra fértil para exportar su revolución a largo plazo, un lugar donde prende fácilmente la retórica antiimperialista en las puertas de Estados Unidos, uno de sus archienemigos.

Hugo Chávez, que se reunió en reiteradas ocasiones e hizo reunirse a sus aliados con el incendiario Mahmoud Ahmadineyad, Presidente de Irán hasta 2013, le ofreció a Irán una cabecera de playa para expandir su influencia en la región por la vía diplomática que no iba a desaprovechar.

En esa época, con Fernando Lugo como Presidente, se anunció en Paraguay la construcción de un gran centro cultural islámico, con materiales traídos de Líbano, aunque el proyecto no prosperó.

También tenemos información de que hubo gestiones para aceptar una donación de Irán para la construcción de un hospital, así como para suprimir las visas (!) entre ambos países. 

Los expertos dicen que las redes yihadistas en Latinoamérica se han extendido desde entonces. Más detalles, en próximos artículos.

arivarola@abc.com.py

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