Nicanor prometió lucha frontal contra la corrupción y la impunidad durante su discurso inaugural

Fue uno de los más difíciles compromisos que asumió personalmente, hace minutos, Nicanor Duarte Frutos, tras ser ungido Presidente. "No habrá concesiones para nadie", aseguró en el discurso inaugural de su período gubernativo. "El crimen organizado será desmantelado" y "el pueblo volverá a dormir tranquilo", garantizó. "Nosotros, hoy, los paraguayos y las paraguayas, unidos en nuestra fe y en nuestro coraje, estamos en condiciones de realizar el esperado milagro de la resurrección paraguaya".

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El siguiente es el texto del discurso pronunciado por el presidente de la República, Nicanor Duarte Frutos, ante la Asamblea Legislativa:

Señor presidente del Congreso Nacional, Don Mateo Balmelli; presidente de la Cámara de Diputados, Don Benjamín Maciel Pazotti; señor presidente de la Corte Suprema de Justicia, Dr. Bonifacio Ríos; señor
presidente de la Justicia Electoral, Dr. Alberto Rámirez Sambolini; señores diputados, diputadas, senadores y senadoras de la Nación; apreciados compatriotas que están en esta jornada memorable ompartiendo con nosotros la recuperación de la esperanza en el porvenir de la República.

Excelentísimo don Luiz Inacio da Silva, presidente de la República Federativa del Brasil; Excelentísimo Don Jorge Batlle Ibañez, presidente de la República Oriental del Uruguay; Excelentísimo Don Ricardo Lagos Escobar, presidente de la República de Chile; Excelentísimo Don Hugo Ráfael Chávez, presidente de la República Bolivariana de Venezuela; Excelentísimo Don Gonzalo Sánchez de Losada, presidente de la República de Bolivia; Excelentísimo don Néstor Kirchner, Presidente de la República Argentina; Excelentísimo don Álvaro Uribe, presidente de la República de Colombia; Excelentísimo don Lucio Gutiérrez, presidente de la República del Ecuador; Excelentísimo don Fidel Castro, presidente de la República de Cuba; Su Alteza Real Don Felipe de Bordón, Príncipe de Asturias; Doña Eliane Karp de Toledo, primera dama del Perú; Excelencias, jefes de misiones extranjeras, presidentes y miembros de los partidos políticos, autoridades eclesiástícas, autoridades de la Fuerza Pública del Paraguay, compatriotas, apreciado y sufrido pueblo paraguayo:

Vengo, como ustedes saben, del Paraguay profundo, de ese Paraguay que sufre y tiene fe en el porvenir. Por eso mi compromiso con la Patria y la intensidad del sentimiento popular, la contundencia de de la palabra empeñada y el valor testimonial del sacrificio por las causas populares, y aquí este día en que conmemoramos la fundación del fuerte de Nuestra Señora de la Asunción, que dio inicio al proceso de construcción de la nación paraguaya, también estamos edificando la fortaleza moral y espiritual que nos permitirá refundar la República y así desterrar de nuestra cultura la confrontación sectaria, los privilegios, las injusticias, las expulsiones, el hambre y la corrupción.

Quiero que me escuchen. Yo no vengo a repetir la historia de aquellos presidentes que gobernaron para unos pocos y martirizaron a miles. Voy a ser el presidente de todos los paraguayos sin distinción de colores partidarios, de etnias, géneros o religiones. Voy a ser el presidente de la nación paraguaya.

Nuestro gobierno quiere ser un hito, un momento fundacional de nuestra República. Nuestro gobierno quiere ser el portador de un momento de recreación y de redescubrimiento de nuestros valores genuinos, un momento honesto, claro, firme, que retome lo más sagrado y genuino de nuestro pueblo y cual es lo más sagrado y genuino de nuestro pueblo: su fe en Dios y su perenne confianza en la voluntad libre de determinar su propio destino.

Como en la época más gloriosa de nuestra patria, del nacionalismo de Francia, de los López, y de Caballero, comenzaremos a andar nuevamente el camino del progreso, el camino de la concordia y de la solidaridad, ya nada más será como han sido y están las cosas; transformaremos la Nación para el bienestar de todos les digo también con absoluta convicción que la reforma de estructura necesariamente deberá estar acompañada de reformas de cultura y de nuevos modos de convivencia moral o, mejor aún, tenemos que recuperar nuestra multisecular cultura solidaria subyacente, ahogada por largos años de ignominia y oscurantismo.

Nuestro gobierno tendrá un sello especial. Se caracterizará por su trabajo, por su honestidad, por su patriotismo, emblemas con los que impulsaremos el desarrollo del país con justicia social.

Necesitamos entrar en un nuevo ritmo de actividad, modificar esa imagen cancina del país por la de una nación pujante que produce y avanza. Sólo un país laborioso puede ganar la batalla del crecimiento, superar el atraso y dejar atrás la miseria. Ya hace mucho tiempo que nos hemos estancado, incluso retrocedido.

La honestidad, ya demasiado tiempo ha estado ausente del país. A partir de hoy volverá a ser la virtud que distinga al gobierno como las ejemplares e inolvidables épocas de Rodríguez de Francia, de Patricio Escobar y del Dr. Eligio Ayala del Paraguay.

Pueblo paraguayo: el futuro de la democracia en el Paraguay está en nuestras manos. No es posible construir y muchos menos sostener democracias fuertes con economías débiles y estados ausentes. Por consiguiente convertiremos al Estado en idónea herramienta del desarrollo, en la garantía de la paz y de la cohesión nacional.

Somos conscientes, señor Presidente del Congreso, como bien lo dijera, urge una reforma real y no maquillada, pero una reforma pensada desde el Paraguay, no desde formulaciones despectivas, como credos dogmáticos, por los oráculos de la desocupación, de la miseria y del mero liberalismo que ha sido un fracaso porque lleva y avasalla la dignidad humana.

No se puede forzar el cambio social, cultural y moral de un pueblo imponiendo condiciones económicas de manera exclusiva; es que el ser humano es más que el mercado. Haremos un Estado justo por fin servidor del hombre libre. Edificaremos una sociedad con igualdad de oportunidades para que el desarrollo tenga rostro humano y la democracia sea el simiento de la equidad social.

Compatriotas: recordemos siempre que no servimos a intereses foráneos, menos aún respondemos a los intereses de la mafia y de la oligarquía para seguir siendo desde el gobierno los lacayos de sus privilegios. Esto va a terminar en el Paraguay.

Esta larga crisis política que padece el país hace pertinente que pongamos fin al estado patrimonialista que ha enriquecido algunos gobernantes y a sus círculos áulicos pero que jamás sirvió al pueblo paraguayo trabajador. El Estado que vamos a costruir con ustedes, con los campesinos, con los agricultores, con los empresarios, con los jóvenes, con los poetas, con los cantores populares, con las maestras, ese Estado va a ser meritocrático, una garantía para todos de impregnado de los valores que identifiquen a nuestra cultura y a nuestra nacionalidad. Ya no habrá Estado que sea el brazo burocrático financiero y armado de los grupos empotrados en el poder, privilegios de unos pocos, segregación y exclusión para la mayoría.

No tendremos más un Estado que dé las espaldas al pueblo. Va a ser el Estado servidor del pueblo libre, libre no solamente de la opresión sino también del hambre y de la exclusión.

Educación para todos. Si una pasión ha marcado con mayor singularidad y vocación política, ella es la pasión por una educación que sean derechos de todos no privilegios de pocos.

Que los hijos de los desheredados sociales, los huérfanos sociales, así como lo hice yo ayer estudiando en medio de las carencias, soportando humillaciones, pero avanzando y mirando el horizonte de la Patria, así también espero que los hijos de los pueblos no sólo terminen su secundaria sino que lleguen a las universidades; democratizar las universidades en el Paraguay para romper esa vieja circulación de las gentes que a veces son insensibles, que no entienden ni comprenden el drama de la sociedad paraguaya.

De ahí nace mi compromiso de generar un radical cambio en la educación media, siguiendo las reformas ya materializada en la educación escolar básica tendiendo a su universalización para que todos los adolescentes y jóvenes puedan adquirir una eficiencia para que le sirva en su crecimiento personal para la vida de trabajo y participación ciudadana. Pero no sólo debemos a nuestros jóvenes conocimientos científicos; también tenemos que inculcarles valores implícitos porque, como decía Platón 400 años antes de Cristo, los pueblos que sólo desarrollan conocimientos tecnológicos sin valores, terminarán construyendo una sociedad de cerdos. Queremos un Paraguay con conocimiento, con ciencias y tecnologías, pero también con valores, pricipios, con solidaridad, y con humanismo.

Me mueve una ambisiosa autopía, no la de acortar la distancia que la educación nos lleva a los países de la región sino la de igualarla e incluso superarla. Es que sé que un pueblo culto e ilustrado es la mejor contribución que un gobierno y una sociedad pueden hacer a la humanidad. Desarrollo rural. Con la misma entrega que forjé mi pasión por la educación he acerado mis sentidos de identidad con el Paraguay profundo y postergado al que pertenezco; ese Paraguay del agricultor que cargó históricamente sobre sus espaldas la responsabilidad de preservar nuestra cultura y nuestra dignidad y nuestra soberanía como nación y ese país de los agricultores, de los campesinos que muchos no conocen y otros no quieren ver. No podrá salir de su penoso atraso y miseria si no se llega a a cabo un desarrollo rural integral. La concentración de la propiedad, una de las mayores de la región, la concentración de la propiedad en manos de la minoría hace que un grupo reducido se adueñe de la inmensa mayoría de las tierras y sea unas de las causas de la pobreza y del subdesarrollo del país.

El latifundio improductivo es la más grande ofensa a la justicia y a la vez el más grave obstáculo al progreso y a la vida digna de las familias campesinas. Los campesinos van a tener un futuro diferente, vamos a luchar juntos; ya no viviran en la opulencia unos cuantos amparados por un Estado injusto. Este gobierno pasará a la historia por luchar a favor de la emancipación de los trabajadores del campo retomando el ideal de redención social de Blas Garay, Ignacio Apane y Juan León Mayorquín.

Compatriotas: Nos estamos haciendo cargo de una pesada herencia, un legado que no nos hubiera gustado recibir. Pero esa misma situación de crisis, antes que desanimarnos, nos empuja hacia adelante, hacia el futuro, y nos reafirma en nuestra inalterable visión de transformar el presente.

No venimos con intenciones de cambiar un grupo de poder, ni nuestra historia particular. Venimos para cambiar la historia de la República del Paraguay.

No voy a defraudar a la sociedad paraguaya, la que, a pesar del marcado deterioro social y económico, supo entender el valor de la democracia y la defendió pagando un alto costo de vidas sacrificadas ante el altar patriótico.

Los cambios, debo confesarlo con honestidad, no serán automáticos. Iremos mejorando paulatinamente, pero de manera sostenida y sistemática. Nuestro triunfo electoral simboliza la expresión de deseo de miles de compatriotas dispuestos a iniciar el proceso de transformación nacional. Transformación que se basa en cuatro objetivos estratégicos:

1.- Recuperar la confianza en las instituciones y en sus autoridades. Esto implica un nuevo modelo de liderazgo y de gerenciamiento público para ganar eficiencia y equidad en las acciones del Gobierno. Fortaleceremos las finanzas públicas, racionalizaremos los gastos y aumentaremos las recaudaciones del Estado. Haremos un permanente control de la gestión pública y una periódica rendición de cuentas a la ciudadanía.

2.- Promover un nuevo modelo económico, con responsabilidad social, fiscal y medioambiental, basado en la agroindustrialización y formalización de todas las actividades económicas. Esta acción demandará disciplina fiscal y monetaria para mantener una inflación baja, un tipo de cambio y tasas de interés que aseguren la competitividad de la producción y garanticen el derecho a la propiedad y la igualdad de oportunidades, así como tribunales imparciales para fortalecer una digna economía de mercado.

3.- Lucha frontal contra la corrupción y la impunidad. Para este cometido adoptaremos una serie de medidas que simplifiquen los trámites burocráticos, mejoren el sistema de auditoría de gestión, transparenten los actos de gobierno y promuevan la participación y las contralorías ciudadanas a fin de legitimar las políticas públicas.

4.- Combatir la pobreza y la inequidad social. Con este propósito pondremos especial énfasis en las acciones focalizadas en zonas de extrema pobreza, urbana y rural.

Vamos a instalar el Gobierno de la legalidad, librando una dura batalla contra la corrupción y la evasión que socavan las bases financieras y morales de nuestro pueblo.

No habrá concesiones para nadie, menos para los sectores privilegiados que se enriquecieron ilícitamente a costa del sufrimiento y la miseria del pueblo paraguayo.

SEGURIDAD CIUDADANA

Nos asiste el firme propósito de contribuir al saneamiento moral y a la depuración profesional del Poder Judicial. Por la vía de la legalidad y de la institucionalidad democrática. Pues no podemos seguir con una Justicia que cierra los ojos para los débiles y hace un guiño cómplice a los que más tienen. Es injusto que continúe esta escandalosa inequidad.

El crimen organizado será castigado y desmantelado. La mafia ya no tendrá lugar en el Paraguay. Combatiremos sistemáticamente el contrabando, la piratería y el narcotráfico, sin importar quiénes los realizan y se enriquecen con estas ilicitudes que empobrecen las arcas públicas.

Estas fábricas deshonestas de producir riquezas y poderes fácticos en el Paraguay ya no tendrán oxígeno. Ya no contarán con la alianza del poder legítimo, y serán perseguidas y asfixiadas por los brazos del orden y de la ley. Así como serán perseguidos y asfixiados el tráfico de drogas y el lavado de dinero. Nuestro país ya no será puente ni corredor y mucho menos punto terminal de esas operaciones fraudulentas y verdaderamente criminales.

Lo que haremos es limpiar el nombre de la República. De ahora en adelante se hablará del paraguay en positivo, ocupando los primeros lugares en el ranking de la eficiencia y de la honestidad.

Restablecimiento del Honor de la Fuerza Pública
Las fuerzas Armadas de la Nación deben ser restituidas en su sitial de honor. No es posible concebir un verdadero Estado sin Fuerzas Armadas. Y nosotros debemos al heroísmo de nuestros soldados la heredad territorial, y a su fama inmarcesible el orgullo de la nacionalidad.

De modo que con toda legitimidad estamos obligados a contribuir desde el Gobierno no solo a la completa institucionalización de las Fuerzas Armadas, sino también a su profesionalización y dignificación en tiempos pacíficos y de convivencia democrática.

Asimismo, brindaremos un sostenido apoyo a la profesionalización, la eficiencia y la regeneración institucional de la Policía Nacional. El país necesita una Policía confiable y garante de su tranquilidad.

Nuestra estrategia política es avanzar hacia un estado previsible de seguridad, para lo cual las fuerzas del orden público tienen que convertirse en eficientes aparatos de prevención antes que de represión. Para esa proactividad preventiva el Gobierno tomará las medidas convenientes para reestructurar, modernizar y dignificar la Policía, de conformidad con su importante cometido social y con los intereses superiores de la Nación.

El pueblo volverá a dormir tranquilo, pero les aseguro que no podrán conciliar el sueño aquellos que tienen cuentas pendientes con la justicia y viven al margen de la ley.

RELACIONES INSTITUCIONALES

Paraguay, con el advenimiento de la democracia, obra de un pueblo abnegado, dejó de ser una isla rodeada de tierra. Lentamente se fue reincorporando a la comunidad de las naciones libres para romper su aislamiento político y salir del pozo cultural.

En ese escenario, nuestro Gobierno reafirmará y consolidará los importantes vínculos con los países del Mercosur. Su prioridad fundamental en materia de relaciones internacionales será sumar esfuerzos para relanzar y posicionar a esta unión subregional, a fin de que se convierta en uno de los principales interlocutores en la consolidación de un mundo multipolar. Queremos mirar y comprender el mundo desde Paraguay y desde Latinoamérica.

Asunción ha jugado un rol histórico en la conformación institucional del Mercosur. Ello obliga al Paraguay a asumir un papel más protagónico en los ajustes y la innovaciones que debemos realizar para convertir el sistema no solo en un eficiente y dinámico instrumento de integración, sino de real y sólida unión entre Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay, Chile y Bolivia.

El Mercosur es estratégico para el Paraguay. Apostamos a una integración que permita explotar adecuadamente el potencial exportador de nuestro país. Esto exige la concesión de un trato especial y diferenciado como país de menor desarrollo relativo. Ese trato especial será el complemento necesario para un nuevo modelo de desarrollo económico que no debe limitarse simplemente a cuestiones arancelarias y relaciones con barreras comerciales, sino que debe extenderse a la creación de fondos especiales para los países menos favorecidos, como mecanismo para atraer inversiones y desarrollar potencialidad de exportación.

El Mercosur, además, debe jugar más decididamente como una agenda medioambiental, por ser nuestra área geográfica la más amplia y variada de nuestro continente. Por sus extraordinarios bosques, sus caudalosos ríos, sus mares estratégicos, sus altas montañas y su biodiversidad, propongo hoy a mis colegas iniciar el estudio de esta ineludible agenda para que, de modo coordinado y sistemático, concretamos medidas que favorezcan la preservación y protección de esta región maravillosa.

Con esto no estamos diciendo que dejemos de lado los mercados de otros países contiguos al Mercosur o de los países del Norte de nuestro hemisferio. Significa simplemente que las naciones del Mercosur constituyen los mercados naturales e históricos del Paraguay, escasamente aprovechados hasta ahora.

Debemos superar la pobreza, pero en particular todas esas formas de dependencia que conspiran contra nuestras soberanías mentales, ideológicas y materiales.

Sobre el presente se cierne de nuevo la incertidumbre. Asistimos a un desequilibrio mayor. Pareciera ser que la felicidad de la persona y el bienestar de los pueblos sojuzgados importan menos que la estrategia de dominación. Ahora los programas de civilización abominan la tolerancia, la coexistencia pacífica y hasta el derecho. Así, no son apacibles ni seguros los días que nos esperan.

Europa, Estados Unidos, Japón y todos los países del planeta deberían procurar que en el inmediato plazo sean la solidaridad, la cooperación y el entendimiento, por encima de las diferencias, los factores que recuperen para el presente y para el porvenir la confianza en un mundo mejor.

La ética de la fraternidad y la del respeto mutuo deberían presidir las normas de las relaciones internacionales hoy, para que la humanidad avance hacia la paz perpetua, gobernada por las fuerzas del Derecho y la Razón.

Al conjuro de estos ideales, saludo entusiastamente a los ilustras mandatarios amigos que nos honran con su visita, en la certeza de que compartimos los superiores anhelos y las francas voluntades de contribuir a la fecunda unidad de nuestros países. Genuina unidad que ha de erigirse en paradigma de nuestras esperanzas de un orden mundial más justo, libre y fraterno.

Apreciados compatriotas, ilustres visitantes: Decía al principio que los paraguayos vivimos hoy una jornada doblemente significativa. El 15 de agosto de 1537 se fundaba el Fuerte Nuestra Señora de la Asunción por Juan de Salazar y con la participación y activa cooperación de los caciques carios Cupiratí y Caracará. Asunción se convertiría luego en Madre de Ciudades.

Este temprano mestizaje, expresado en el bilingüismo de nuestro pueblo y en valores centrales y vertebrales, configuró y perfiló en el difícil itinerario de nuestra historia una original identidad que nos caracteriza como paraguayos.

Esta singular identidad nos permite reconocernos y redescubrirnos a nosotros mismos y a tener un sentido propio de pertenencia a nuestra comunidad paraguaya y una clara conciencia de continuidad en el tiempo a pesar de las difíciles y azarosas circunstancias de la historia.

Esta identidad nos ofrece un sentimiento raigal de comunidad nacional, con la riqueza de su plurietnicidad, y una vivencia cotidiana de estar ligados a un destino colectivo y a un proyecto esperanzador de futuro.

EL RETO DE LA GLOBALIZACIÓN

Uno de los factores de esta desarticulación cultural y de desintegración progresiva de nuestros genuinos valores responde al arrollador proceso de las industrias culturales foráneas vinculadas al proceso de globalización.

Es cierto que no se puede evitar la globalización, pero sí podemos incorporarnos a ella con nuestra personalidad genuina y original, y nuestra autonomía nacional, aprovechando al máximo su contribución positiva, pero luchando con los hermanos latinoamericanos por globalizar la democracia, la equidad, la justicia social, la solidaridad y la esperanza.

Para América Latina y el Paraguay, este proceso no es nuevo, ya que el descubrimiento de América y el ulterior proceso de colonización fueron la primera realidad globalizadora, pero hemos aprendido a dialogar, a resistir, a crear una nueva civiliazación y a vigorizar lo nuestro para abrirnos sin temor a los demás.

Como magníficamente señaló ese apóstol de la no violencia llamado Mahatma Ghandi: "No quiero que mi casa quede totalmente rodeada de murallas, ni que mis ventanas queden tapiadas. QUiero que la cultura de todos los países sople sobre mi casa y entre por mis ventanas tan libremente como sea posible. Pero no acepto ser derribado por ninguna ráfaga. Porque al fin de cuentas, ésta es mi casa donde habitan mi cultura, mis raíces, mi esencia, mi modo de vivir y las razones de mi existencia".

Si bien la identidad nacional reposa necesariamente en el pasado, ya que sin memoria no hay presente y mucho menos futuro, esa fidelidad al pasado posibilita seguir permanentemente siendo uno mismo. Un pueblo que no hunde sus raíces en la historia o reniega de ella, no puede ser una nación sino una multitud gregaria de alienados disponibles y vulnerables para la dependencia y la sujeción a los más poderosos o sencillamente a las transnacionales.

Sin embargo, no podemos paralizarnos solamente en el pasado, sino abrirnos al futuro. La identidad es también una tensión hacia el futuro, hacia lo que queremos ser. Por ello, la cultura es una realidad dinámica, en permanente movimiento que nos permite cada día reconstruirnos y reinventarnos en contacto con otras culturas y con otros pueblos.

Por todo ello, el Gobierno Nacional que hoy inauguramos pondrá todo su empeño y esfuerzo para preservar, restaurar y promover nuestro riquísimo patrimonio cultural tangible e intangible, así como también estimular la creatividad de nuestros talentos jóvenes de toda la geografía patria.

En ese sentido, con el positivo apoyo del Parlamento, actualizaremos la obsoleta Ley de Bienes Culturales y ofreceremos a la comunidad cultural y a la ciudadanía una Ley General de la Cultura, que conjuntamente con la Ley General de Educación vigorice y fortalezca nuestra identidad nacional con su matriz mestiza y su riqueza multiétnica.

Especial y preferente atención otorgaremos al programa del bilingüismo coordinado y propulsado por la innovadora Reforma Educativa y a la definición de políticas lingüísticas a nivel de los gobiernos central, departamental y municipal. No olvidemos que el Paraguay es el único país bilingüe de América desde el siglo XVI, en que coexiste el español con la lengua autóctona heredada de los guaraníes, y que esta lengua no es solamente un medio y un instrumento de comunicación, sino expresión diferente y privilegiada de captar, descubrir y relatar la realidad de la naturaleza, el hombre y la sociedad.

Compatriotas: El Gobierno que toma el timón de la patria viene para no defraudarlos. Llega para realizar grandes cosas, para levantar al país en un sitial de admirable y sostenido desarrollo. Basta de desencanto ante tantas promesas incumplidas y ante la fe traicionada.

Sabemos qué hacer, y lo vamos a hacer, porque tenemos la fortaleza espiritual, la determinación política y la capacidad intelectual para sacar adelante a la nación, para romper este círculo de quietismo e ineptitud que por décadas nos alejó del horizonte del mañana y de la visión de futuro.

La patria reconstruida es la herencia que dejaremos a la posteridad, a nuestros hijos y a los hijos de nuestros hijos.

En esa magna tarea habrá oportunidad para todos. Demandamos el esfuerzo mancomunado de la nación entera.

Hay que soldar voluntades, estrechar filas en la inmensa labor de modernizar el país, lograr su desarrollo económico y social, al tiempo de fortalecer sus instituciones democráticas. Ningún sector deberá restar su valioso aporte y calificada participación, pues el Gobierno no le dará pretexto para sentirse relegado.

Nos importa en grado sumo la dignidad de las personas. Nos duelen en el corazón el abandono de los indígenas, el olvido de los excombatientes y la discriminación de las personas con discapacidad. Nos hieren la situación de los pobres y la indiferencia frente a los desamparados. Para todos ellos trabajaremos con una política distinta, profundamente humanista, en una incansable tarea por mejorar sus condiciones de vida y liberarlos de todo oprobio.

La infancia y los jóvenes, en un país donde ellos son mayoría, concentrarán nuestra atención. Para su presente y su futuro, crearemos las condiciones que les aseguren su crecimiento y realización. La familia, tan asediada y agredida por los antivalores, esa cédula básica de la sociedad, tendrá en nuestra gestión el apoyo material y moral para su bienestar, tranquilidad y prosperidad.

GOBERNABILIDAD DEMOCRÁTICA

La estabilidad política de la República depende de la gobernabilidad democrática. Y para ese logro hace falta la colaboación de la totalidad de los partidos y movimientos políticos, de las organizaciones sociales, obreras y campesinas, y de los gremios de la producción y de la industria.

La soberbia es el recurso de los débiles. Y el canibalismo político, una máquina de impedir la acción constructiva de la clase política, que se autoanula en las luchas intestinas.

Las altas responsabilidades nos exigen inaugurar una política más positiva, más eficiente y virtuosa.

Debemos prevenirnos contra el populismo, esa ideología de la demagogia y de la manipulación, que en el ejercicio del poder olvida, engaña y explota al pueblo.

Ustedes tienen a un Gobierno consciente de la sociedad policlasistea. Más aún, consciente de que la libertad sólo existe en la igualdad. Por eso, el Ejecutivo no retrocederá en su empeño por hacer una realidad en el Paraguay la justicia social.

Pueblo paraguayo: Como suele repetir nuestro laureado escritor, don Augusto Roa Bastos: "Nosotros, los hombres, morimos una sola vez, pero nuestro pueblo resucita mil veces de sus mil muertes, porque está aferrado a la vida, a la esperanza y a las empecinadas banderas de sus utopías".

El pueblo paraguayo, lo reconoce la historia, es indoblegable en su fe e indomable en su coraje. Es por ello que después de trágicas jornadas que dejaron sus huellas de desolación y de infortunio, supo revitalizarse mediante el sacrificio, la abnegación y el patriotismo.

Nosotros, hoy, las paraguayas y los paraguayos unidos en nuestra fe y en nuestro coraje, estamos en condiciones de realizar el esperado milagro de una nueva resurrección.

¡Viva el Paraguay!
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