La canasta mecánica

ENTRE LA MEMORIA Y EL OLVIDO – A veces la memoria nos traiciona y empuja hacia los blandos territorios del olvido. ¿Por qué volvéis a la memoria mía, tristes recuerdos del placer perdido, a aumentar la ansiedad y la agonía de este desierto corazón herido? Se queja en sus versos José de Espronceda

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La canasta mecánicaArchivo, ABC Color

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Es impresionante la memoria humana: nos traiciona cuando intentamos encontrar el vehículo en el estacionamiento del supermercado y nos sorprende con un viaje a otro tiempo cuando percibimos el aroma de un plato que nos hacía feliz en la infancia.

Olvidar intencionalmente es recordar de manera diferente, a propósito. De manera importante, para científicos y terapeutas, olvidar intencionalmente también puede ser una habilidad que podría ser practicada y fortalecida.

Necesitamos reinventarnos, olvidarnos del pasado para entender el presente y generar el futuro. Sin embargo, los expertos en neurociencia aplicada al aprendizaje explican que no podemos desaprender así nomás, que nuestro cerebro no destruye el aprendizaje, que la clave está en transformar lo aprendido, en ir aprendiendo cosas más útiles para que las antiguas entren en desuso. Que caigan en el olvido.

El olvido no sólo es un proceso pasivo de decadencia, sino también uno activo de filtrado. Bloquea la información molesta y elimina el desorden inútil. Las emociones desempeñan un importante papel. Escenas, sonidos y sensaciones dejan un rastro neuronal más profundo si generan una fuerte respuesta emocional; esto ayuda a evitar esas mismas experiencias en el futuro.

Olvidar también sirve como protección. La mayoría de las personas encuentra una manera de sepultar, o al menos dar nueva forma a la gran mayoría de sus peores momentos. Eso es porque recordar es un proceso dinámico. A nivel bioquímico las memorias no se extraen de un anaquel como videos archivados, sino armados, reconstruidos, por el cerebro. Maquillamos el recuerdo.

A medida que nos hacemos mayores, empezamos a temer el olvido. Cuando comenzamos a olvidar cosas habituales, lo que más tememos es que eso sea el principio de una grave enfermedad, como el alzhéimer. Pero, aunque todos estamos expuestos a padecer algún tipo de demencia, las señales de olvido que aparecen tempranamente, antes de los 50 años incluso, no conducen necesariamente a una enfermedad mental.

Prueba de ello es el mensaje de un cuento de Jorge Luis Borges, Funes el memorioso, que relata la historia de un hombre con una memoria prodigiosa, capaz de recordar todas las experiencias y acontecimientos de su vida pasada, todas las personas que había conocido, todos los lugares que había visitado. Lejos de ser una bendición, tal memoria era un infierno para Funes, pues interfería en su capacidad de pensar y razonar, al hacer aflorar continuamente en su mente recuerdos múltiples e irrelevantes. Por fortuna, el cerebro humano no es tan poderoso como el de Funes para almacenar recuerdos. Incluso cuando somos jóvenes y saludables, es mucho más lo que olvidamos que lo que recordamos, aunque no nos demos cuenta de ello.

carlafabri@abc.com.py

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