Acá hay de todo

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Un poco más de cien kilómetros al sur del país, se erige el pequeño poblado de Cerro Corá, en el departamento de Carapeguá. Escondido muy cerca del cerro Acahay, encierra una de las más grandes riquezas de Paraguay: el cultivo de hierbas medicinales. Aquí, un pintoresco recorrido por este lugar y sus alrededores.

A cien kilómetros de Asunción, sobre el camino asfaltado que conduce de Carapeguá a Acahay, unos tres kilómetros antes de llegar a esta última localidad, se encuentra la compañía Yeguarizo. A la derecha de este, un caminito de tierra conduce a un paraje que muy pocos conocen: el poblado de Cerro Corá, que pertenece al distrito de Acahay del noveno departamento de Paraguarí.

El camino conduce directamente al cerro Acahay y el hermoso panorama que se divisa desde esa entrada entrega la impresión que se lleva el rumbo hacia lo bello y lo impredecible.

El pintoresco y misterioso cerro Acahay se planta ante nosotros con sus piedras, sus cristalinos cursos de agua y su abundante vegetación. No hay mal que por bien no venga, y el mal estado del camino nos permite apreciar el encanto de todo lo que la madre natura le concedió a este sitio. El arroyo Oropel, llamado así por la cantidad de partículas brillosas que acarrea este cauce, corre entre las piedras y el bosque para regalarnos el filtrado aire de pureza, de vida y de energía.

El cerro Acahay es monumento nacional del Paraguay desde el 29 de mayo del año 1992, y su particularidad radica en que se trata de un cono volcánico apagado. Su forma y los minerales que lo componen lo convierten en un lugar de la gran riqueza orográfica de esta región. Unos 20 kilómetros cuadrados de superficie están rodeados de cerros, y alguno que otro poblador cuenta con títulos de sus tierras que, en promedio, son de cinco a ocho hectáreas.

Dentro de lo que constituye el cráter de este cono volcánico viven 60 familias como en el siglo XIX que suman unas 300 personas en total que alientan la presión sobre la fauna, la flora y todos los otros recursos que oferta el enigmático sitio. La deforestación avanza para que una todavía arcaica agricultura atraviese el cono de punta a punta y de a poco vayan colmatándose los cristalinos cursos de agua. Las rocas no permiten ni regalan la tolerancia de cavar y alcanzar el agua con una pala pero los lugareños no ven la hora de llegar al agua mediante algún pozo artesiano que las autoridades desentierren.

La principal actividad de la gente es la agricultura. Siembran los rubros de consumo como la mandioca, maíz, habilla, poroto y una que otra hortaliza. Y sobrevive la población cultivando algunas especies de plantas medicinales y aromáticas, como las raíces del hinojo, que es el rubro principal; el romero, la ruda y el ajenjo van en orden decreciente. También cosechan la verbena, el taropé, el eucalipto mentolado, la menta y el cedrón kapi’i. Algunos también cultivan el orégano. Unas 25 hectáreas existen en total de plantas medicinales y esto suma para  constituirse en un pico de fortaleza del cerro Acahay.

 Todos se dedican a producir el rubro medicinal que diariamente llega al Mercado 4.  El concepto "género y juventud" jamás podrá tener mayor y mejor vigencia en otro sitio que no sea en este cráter del cerro Acahay. Todas las mujeres, amas de casa, junto a los niños y jóvenes se dedican a la tarea que implica la producción y comercialización del tradicional y mal llamado rubro del Paraguay: los remedios yuyos.

Jamás esa aislada comunidad productora recibió una mísera asistencia técnica ni crediticia; la cobertura sanitaria es la que ocurre con los infantes cada vez que llegan el antojo y las elecciones partidarias. Un dolor de muelas y un control de la presión arterial implican viajar hasta Carapeguá o Paraguarí. El camino no está en peor estado porque su pésima situación ya no lo permite, y los remedios refrescantes son comercializados en la capital o Ciudad del Este en estado fresco, lo que posibilita el uso de caballos y carreta para el desalojo hasta la ruta asfaltada, haya lluvia, rayos e inundaciones. No hay otro medio de transporte y solamente lo secundan a los caballos y los bueyes o algunas motos que circulan por el sector.

 Algunos jóvenes comenzaron a trabajar en comité. Existe cobertura eléctrica en las 60 casas; algunos deben acarrear el agua desde cierta distancia, falta agilidad y buenos mercados (tipo shopping), no existe instrucción y posibilidad de criar animales menores (cerdos, peces, aves), proyectar huertas familiares y ver la alternativa de criar cabras (la topografía, la flora, el suelo, el agua, las ganas y la falta de leche y carne lo permiten y obligan). La apicultura y la producción de miel, propóleo, cera y jalea real pueden ser válidas opciones.

La escasa contaminación con la civilización es probable que sea el agente causal de la no presencia de la inseguridad, la violencia ni de las carreras de autos y caballos locos. Pese a contar con una escuela pública, la educación en Cerro Corá avanza. 

Es una comunidad sui géneris que necesita el acercamiento de las autoridades. Faltan otros rubros de alternancia, falta asistencia técnica y sanitaria; es más probable ver al pombero que a un extensionista agrícola trabajar en la zona. La conciencia y la capacitación para preservar el ambiente están tácitas y el ecoturismo no se hospeda en sus hermosas serranías, pero eso sí, algo es algo y nunca faltan las visitas políticas ni las promesas partidarias.

En el majestuoso cráter de Acahay hay de todo y se vive respirando aire puro, pero al más puro estilo paraguayo… pura pobreza.   

Dentro del territorio aledaño al cono volcánico viven una 60 familias.

A pesar de contar con un hermoso paisaje la comunidad de Cerro Corá necesita el apoyo y asistencia técnica.

FOTOS: ABC Color/Víctor Centurión
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