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Flamante académico de número de la Academia Paraguaya de la Lengua Española, Bernardo Neri Farina califica de espléndido este momento, tanto en su vida personal como profesional. Escritor y periodista, comenta que es la época en la que, a los 66 años, comienza a mirar todo lo que hizo y tiene ganas de seguir haciendo en el ámbito literario, creativo, gremial y, sobre todo, cultural.
Pero también ve que en nuestro país hay un gran vacío en el trabajo cultural global, principalmente, por la falta de políticas públicas, y que la cultura está encarada de forma particular o gremial, como la Sociedad de Escritores, el PEN Club o, ahora, la Academia de la Lengua. La cultura es la base del desarrollo integral del ser humano y de un país. “No hay un país desarrollado sin cultura colectiva. No hay un trabajo cultural orgánico en nuestro país, y esa es una de mis obsesiones”, revela. Apasionado por la literatura, le preocupan las últimas estadísticas de rendimiento escolar, que indican que apenas tres de cada 10 chicos entienden lo que leen. “Entonces, lo que me resta de vida quiero trabajar por la cultura, en el campo que sea, para concienciar”, asegura. Resalta que aunque la economía de nuestro país ha venido creciendo sostenidamente desde el 2003, no se refleja en la gente. “La brecha entre pobres y ricos es cada vez más ancha, y la pobreza extrema sigue creciendo. La causa es la falta de educación, porque no se pueden desarrollar las potencialidades”.
Refiere que la falta de lectura es la causa de que una gran mayoría de nuestros compatriotas no sepan expresarse oralmente ni por escrito. Es debido a una falla de nuestro sistema educativo. Lastimosamente, con este Gobierno no se ha conseguido mejorar, porque la educación y cultura no han sido una prioridad, y tampoco se ve en los programas de los candidatos que la cultura sea un pilar básico de su trabajo. “Entonces, seguiremos siendo un país de semianalfabetos. Se sigue tomando la cultura como actividad de gente tekorei, de bohemios, de gente marginal. Ese es el concepto que tiene la gente mediocre de la cultura. No se trata de crear genios, sino de personas que puedan entender cosas complejas, insertarse en el mundo y responder a los problemas que se le presentan de forma racional. Cultura, en términos generales, es raciocinio”.
Las redes sociales
Farina ingresó como miembro en la Academia con el discurso “Las redes sociales y la dinámica de la lengua”. Según el académico, las redes sociales nos han devuelto la necesidad de escribir y recuerda que, por ejemplo, hasta hace unos años, la gente escribía muy mal en Facebook y se le empezó a criticar. Esto resultó. “Las críticas eran tan crueles que la gente comenzó a tomar conciencia de que escribir bien es importante, porque es una forma de comunicación y, cuanto mejor escriba, se le va a comprender mejor. La necesidad de aprender a escribir le lleva a leer. Nadie escribe sin leer previamente. Es la forma de nutrirse intelectualmente”.
El temor a las redes sociales
La otra parte de su disertación fue sobre el temor de la gente que las redes sociales destruyan nuestra lengua, por los modismos y el uso de muchas palabras nuevas en inglés. Al respecto, indica que la lengua española nace en Castilla, del latín vulgar y se fue nutriendo de las lenguas de los pueblos que vivieron en la región de lo que hoy es España. “La lengua va evolucionando y modificando según la sociedad. No se puede desligar la sociedad de la lengua. Uno se expresa de acuerdo a su tiempo”, enfatiza.
Incorporación
Cuando Farina recibió la propuesta de ser miembro de número de la Academia, en ese momento, habiendo otros candidatos, no pensó que lo elegirían. Pero hace un año, justamente en marzo de 2017, recibió la carta de nombramiento. “Fue un shock emotivo. Es lo máximo a lo que puede aspirar una persona que trabaja en la cultura. Nunca pensé en llegar a tan alto honor”, confiesa.
La Academia Paraguaya de la Lengua Española está integrada por 27 personas, que forma parte de las Academias de la Lengua Española de 21 países, más la Real Academia. Es decir, una elección muy selectiva. “Es un nombramiento ya vitalicio. Yo entré en el lugar de Gladys Carmagnola”.
Para Farina, significa también un compromiso muy grande. La gente de la Academia tiene muchas esperanzas en su labor, porque el trabajo allí es enorme. El año pasado se lanzó el Primer Diccionario de Castellano Paraguayo. Todas las academias deben tener su propio diccionario local. “El idioma ha crecido tanto que tiene modismos que son imposibles de registrar en un solo diccionario. Entonces, hay un diccionario de la Real Academia y los locales, que tienen tanta validez como el DLE, pero es un trabajo que hay que ir perfeccionando cada cierto tiempo”, explica. Antes, la Real Academia Española publicaba el diccionario cada 10 años, ahora se decidió sacarlo impreso cada 10 años y renovar el digital anualmente. “En el Paraguay queremos hacer la misma cosa: anual o, quizá, cada seis meses”, añade.
Afirma que la Academia tiene una norma fundamental: el idioma lo hace el pueblo. No impone un idioma, sino que fija, limpia y da esplendor a ese lenguaje que al comienzo es vulgar, pero después entra en el contexto del idioma en sí y tiene el esplendor para tener la mayor representatividad posible dentro del idioma. “Es un trabajo permanente que hay que hacer, porque se debe acompañar la evolución de los cambios idiomáticos. Su forma de expresarse habla de una comunidad; si su expresión es vulgar constantemente, entonces es una comunidad vulgar, y si la expresividad es grande, es una sociedad expresiva. Por eso el idioma es fundamental para las relaciones humanas”.
Uno de sus planes más inmediatos en la Academia es ir renovando el Diccionario Paraguayo. “No debemos olvidar que tenemos mucha influencia del guaraní, cuyas palabras se van a ir incorporando al castellano”, detalla. La Academia suele dictar cursos y talleres de redacción, ortografía y gramática en Asunción, pero ahora hay planes para que tenga mayor presencia nacional; es decir, expandir su labor a otras ciudades. Otra tarea también es promover la publicación de obras clásicas de los académicos y otras nuevas. “Todo con el propósito de promover el buen uso de la lengua castellana. Hay mucho trabajo que hacer. Quizá, lo que le falta a la Academia es mayor visibilidad pública y eso es lo que me pidieron: ser un nexo con los medios”.
Farina considera que su inserción en la Academia es una especie de reivindicación al mitã’i de barrio. De extracción humilde, su padre era un locutor bohemio, y su madre, clorindera. “Fui criado por mi abuela paterna, vendedora de carbón. Pero ella tenía una pequeña biblioteca. Allí me encontré con los clásicos rusos, franceses, Julio Verne, Stevenson, Victor Hugo. Leí Los miserables a los 15 años... Don Quijote. Dos cosas me apasionaban: el fútbol y los libros”, recuerda.
Su abuela hizo grandes sacrificios para que Bernardo pudiera estudiar en un buen colegio: el Monseñor Lasagna, en el que tuvo a los más grandes maestros de literatura. “No puedo olvidar al español Félix Lafuente, monseñor Alejo Ovelar —quien me ayudó a mejorar el manejo del idioma— y a otro gran maestro: el padre Carlos Heyn. Tuve una formación de muy abajo, que fue creciendo hasta llegar a lo que soy hoy. Todo lo que soy se lo debo a los libros. Ahora, lo único que me resta es ganar el Premio Nacional de Literatura. Entonces, hay que seguir produciendo”.
La tecnología y la lengua
Bernardo Neri Farina ingresó como miembro de número en la Academia Paraguaya de la Lengua Española con el discurso “Las redes sociales y la dinámica de la lengua”. La ceremonia fue presidida por el titular de la Academia, Dr. José Antonio Moreno Ruffinelli. Farina presentó un análisis sobre cómo la tecnología y los extranjerismos han influido históricamente en el idioma español desde sus orígenes hasta la revolución informática de la actualidad, y el trabajo que tiene la Academia para hacer que tantos términos tecnológicos, casi todos extranjerismos, no fragmenten la lengua española y no le hagan perder su forma.
Hoja de ruta
Bernardo Neri Farina, periodista y escritor, nacido en Asunción, en 1951. Es presidente de la Sociedad de Escritores del Paraguay, académico de número de la Academia Paraguaya de la Lengua Española y miembro del PEN Club.
Tiene 18 libros publicados. El primero de ellos, El último Supremo: la crónica de Alfredo Stroessner (2003), está en su sexta edición y es considerado fuente insoslayable para conocer la era stronista en el contexto de la historia política del Paraguay en el siglo XX. Obtuvo la Mención de Honor en el Premio Municipal de Literatura 2012 con su novela El siglo perdido (2010) y ganó el Premio Lidia Guanes de Novela Inédita en el 2014 con Fuego pálido (2014), obra presentada en Madrid (España) y Lisboa (Portugal).
Estudió en la Facultad de Filosofía de la Universidad Nacional de Asunción y es docente universitario de la carrera de Periodismo. Dirigió colecciones de libros editados por El Lector y ABC Color sobre literatura universal, literatura paraguaya, pensamiento universal, historia del Paraguay y biografías.
Fotos: ABC Color/Juan Ramón Ávila.