Legumbres - Ing. Agr. Fernando Díaz Shenker (*)

Producir alimentos de origen vegetal y animal, respetando el ambiente, es uno de los grandes desafíos que tienen por delante los países del mundo. Su promoción a nivel de la agricultura familiar como alternativa accesible de diversificación es responsabilidad de los Gobiernos e instituciones pertinentes.

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El cultivo, procesamiento y consumo de legumbres es reconocido, también, por organismos internacionales como componente clave de la seguridad alimentaria y mitigador del cambio climático. Precisamente, la Organización de las Naciones Unidas ha celebrado, el pasado 10 de febrero, el Día Mundial de las Legumbres. La iniciativa tuvo su origen cuando la FAO declaró el 2016 como el Año de las Legumbres y destacó el valor a este importante grupo alimenticio, además de sus beneficios para la salud y el ambiente.

ROL NUTRICIONAL, AGRONÓMICO Y AMBIENTAL

Aquí hay que destacar su papel fundamental en la seguridad alimentaria y nutricional, la adaptación al cambio climático, sus beneficios para la salud humana y la de los suelos. Las legumbres poseen un alto contenido de proteínas vegetales, el doble de las que hay en el maíz y tres veces más que en el arroz; bajo contenido en grasas, libres de colesterol y gluten, ricas en minerales y vitaminas. Al combinar con cereales en la dieta forman una proteína completa, más barata que la de origen animal y más accesible a las familias de la agricultura familiar. Los subproductos pueden ser aprovechados para el consumo de animales, y en rotación con cultivos agrícolas de soja y trigo. En este último caso actúan como “abonos verdes”, y contribuyen a la retención de agua en el suelo y al agregado de materia orgánica al momento de la siembra directa. Las leguminosas tienen nódulos en sus raíces que encierran bacterias del género Rhizobium, que pueden transformar el nitrógeno de la atmósfera –que las plantas no pueden utilizar– en nitrógeno orgánico o nitrato, que sí pueden aprovechar. Esta constituye una ventaja competitiva, en particular, para los agricultores familiares, quienes –al incorporar el cultivo de legumbres en sus fincas– mejoran de manera natural las propiedades físicoquímicas de los suelos, evitan el uso de insumos químicos (fertilizantes nitrogenados), elevan la productividad y, además, mitigan los efectos del cambio climático.

Por otra parte, las legumbres pueden formar parte de los ciclos de rotación de cultivos agrícolas, como soja, sorgo y maíz, ya que extraen poca agua de los suelos, mantienen su capacidad hídrica, y aportan materia vegetal y orgánica a los mismos al momento de su descomposición. La arveja como antecesor del maíz o la soja, por ejemplo, ha demostrado ser exitosa en países como Argentina, y bien podría replicarse a nivel de centros locales de investigación y otros.

CONCLUSIÓN

Las legumbres, principalmente la arveja, lenteja y, en menor proporción, el garbanzo, son rubros que deben promocionarse mucho más en el país. De acuerdo con la FAO, las legumbres pueden ser aliados clave para que la región alcance su ambiciosa meta de acabar con el hambre en el 2025, fecha asumida por el principal acuerdo regional de esta materia: el Plan de Seguridad Alimentaria, Nutrición y Erradicación del Hambre de la Comunidad de los Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac).

(*) Especialista en Comunicación Rural.

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