Hacia una historia del ballet en el Paraguay

El ballet, o el baile clásico, tiene un origen muy antiguo. Desde que el mundo comenzó a tener un portento de organización, el baile —con reglas o libre— existió. Lo hubo en Egipto, Judea, Éufrates, Creta, Grecia, Roma. Después de la caída del Imperio romano (476) hasta el Renacimiento (1500), el baile se retrajo en el occidente a expresiones reducidas y poco expresivas.

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Es a partir de la explosión del renacimiento literario vívido (1830) que el ballet se instala definitivamente en el mundo occidental, con perfiles auténticos, desde el nombre y el movimiento principalmente, en una forma de baile, casi francés. Sería, sin embargo, en la Rusia imperial (1850 en adelante) que encontrara rasgos más agudos en la música, en los bailarines, incluso en la coreografía e indumentarias, como los célebres ballets rusos (1900), que recorrerán el mundo y les darán un protagonismo más aproximado a los grandes espectáculos masivos, que a su antiguo escenario de monarcas.

EL BALLET EN EL PARAGUAY

Si bien en el Río de la Plata el ballet tiene presencia, desde mediados del siglo XIX, por factores políticos, militares y bélicos, el mismo hará acto de presencia recién al término de la Guerra del Chaco (1932-1935), cuando la bailarina Doris Doré abrió una academia al público y animó a las primeras alumnas a mostrarse en las leves ropas de baile, que no se condicen con los rígidos hábitos recoletos de una capital que apenas superaba los 100.000 habitantes. Esta academia no duró mucho tiempo.

Será en 1939, con la llegada a la capital de Erika Millé, que este arte tomará un giro del todo diferente. Para ingresar la Millé al país y figurar sus documentos que era polaco-judía, debió ingresar válida de otro que decía ser polaco-alemana. Ello era debido a las leyes antisemitas (antijudías) que desde la Alemania nazi se proyectaban, lastimosamente, al mundo. Incluso nuestro país tuvo en el Parlamento un proyecto de ley de ese porte, y omito el nombre de sus proyectistas por el respeto que me deben en otro orden de cosas. El nuevo certificado migratorio extendido por la Policía de la capital fue realizado a pedido del entonces presidente del Ateneo Paraguayo, Prof. Dr. Juan Francisco Recalde, ilustre científico e intelectual compatriota, amigo como pocos de la vida en libertad —en 1940, se opuso en el directorio liberal la disolución del Congreso y en 1947, durante la Guerra Civil; ya entrado en años, abandonó el confort de la Argentina y recorriendo el Chaco, a pie y a caballo, se presentó a ocupar su lugar de lucha en Concepción, por ideales libertarios—.

Erika Millé, joven y muy competente, bien formada en centros europeos, abre su academia y, sobre todo, presenta a sus alumnos al público en actos de gran incursión. En mi colección tengo una foto de ella en pose de baile, fechada en 1943 y dedicada al entonces presidente del Paraguay, Gral. Higinio Morínigo. Millé buscó crear escenas de ballet y así recibió la ayuda de la escritora Concepción Leyes de Chaves, quien realizó una obra recreativa dando origen al ballet en La niña Francia, que llegué a ver reprisada, en 1970, en el Teatro Municipal, por obra de la Prof. Elizabeth Laurent.

Erika Millé formaba tanto a varones como a mujeres y de diversas clases sociales. Para más, deseó montar una suerte de anfiteatro griego en Itacurubí de la Cordillera, donde solía concurrir. Deseaba presentar bailes en medios naturales con un entorno selvático. La obra comenzó hacia 1950 y, como muchas cosas de nuestro país, no se terminó.

En 1953, Erika se retira decepcionada del país y se traslada a Alemania, donde será reconocida, laureada y recompensada. Hacia 1978, el notable y erudito conocedor de los ballets, Juan Manuel Prieto, la entrevistó en una larga y meritoria jornada de prensa.

En 1950 abre también sus puertas a alumnas la Prof. Tala Ern de Retivoff, hija de un ruso muy útil al Paraguay y formada desde joven en institutos europeos. Tala, que aún vive con más de 100 años en Lima, Perú, obtuvo un gran éxito en el número de inscriptos, la calidad de sus presentaciones, haber obtenido la aprobación. Los intendentes municipales de ese tiempo concurrieron normalmente a los actos, demostrando así que el arte no les era indiferente. Concurrían también los primeros críticos de los medios de prensa: Raúl de Laforet y Federico B. Cooper, cuyos comentarios eran esperados con ansiedad. Tala tuvo alumnas que siguieron sus pasos y algunas de ellas con elevado protagonismo, ya sea destacándose en el baile o protegiendo ese género artístico; sus propias hijas Maca y Taña. Sus alumnas: Teresa Capurro, René Insfrán, Marité Gamarra Doldán, Genma Frangioni, Betty Figueira, María Elena Bourgermini, entre otras. Varones los tuvo en Pablo Schevalín, Pablo Pietrafesa, Julio Censi, Therry d’ Asfeld, (fugazmente presente en el país), José Manuel Plano de Egea.

Competía con la Prof. Tala, la Prof. Agripina Voitenko y lo hacía en la brillantez del espectáculo escenográfico. Mme. Voitenko abre casi en la misma fecha su instituto. Entre sus alumnas estaban: Edith Franco Manzoni, Bertha Ortiz Faitman, Nora Boch. El taller de Mme. Voitenko duró menos tiempo, aunque hay que señalar que la competencia entre ambas academias redundaba en el mejoramiento de maestros y alumnos.

De época algo posterior son Elizabeth Laurent y Nicol Dijkhuis, que mantienen —como Teresa Capurro— academias de las que se han desprendido muchas otras, haciendo hoy que el ballet sea un hecho anexado a hábitos expresivos de muchos y calificados maestros, profesores y alumnos, de ambos sexos, cuando que antes ello era un espacio casi exclusivo de mujeres y generalmente de alta clase social. La competencia de estas maestras, artistas y educadoras, ha hecho que el ballet sobreviva, crezca y se afiance.

El recuento de lo expuesto se extiende, propiamente, a los primeros 50 años del ballet en nuestro país (1935-1982).

El deseo es que el ballet, en su forma clásica o libre, internacional o nacional, adquiera una revitalizante fuerza expresiva, como aquella que llevó a Erika Millé a pensar en un ballet con bases artísticas nacionales, o aquellos éxitos de público que eran las presentaciones de los alumnos de la academia de Tala Ern, donde se veía el brillo de las lentejuelas, pero sobre todo el brillo del arte.

e_juridico_asuncion@hotmail.com

(*) Abogado, investigador.

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