Desde luego que contar con la posibilidad cierta de flexibilizar los compromisos a pagar difiriendo su plazo de vencimiento así como la obtención de nuevos empréstitos con bajas tasas de interés, parecería un logro a aplaudir. Y más todavía si se toma en cuenta que nuestro país, el Estado paraguayo o mejor dicho el pueblo, tiene un bono a vencer por valor de 780 millones de dólares en el año 2023, resultado de la política de endeudamiento iniciada en el 2012 para mejorar específicamente la infraestructura en obras públicas.
Sin embargo, es preciso decir y lo hago nuevamente aquí porque lo manifesté en otras ocasiones y de esto tiempo atrás, de ninguna manera puedo compartir la visión triunfalista que se intenta vender al público por parte del gobierno y de algunos “opositores”, técnicos y varios analistas sobre este logro legislativo.
Si trazamos una línea retrospectiva de los diferentes gobiernos desde 1989 a esta parte, encontraremos un denominador común en la persistente estrategia de seguir metiendo la mano en el bolsillo de la gente. Todos se parecen demasiado.
La negación de bajar el gasto así como de no acometer con decisión y firmeza las reformas de fondo ha sido la nota dominante. Y ocurre que ahora en plena recesión y a la espera de un cada vez más deseado efecto rebote se aprueba esta ley que se convertirá en una verdadera nueva droga para el Estado, una droga que como muchas no parece causar al comienzo efectos dañinos, pero que al final de cuentas conduce a lo peor.
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La adicción
Lo que pasa con una persona que consume una droga de efectos fuertes acarrea al comienzo una sensación de cierto bienestar. Pronto, sin embargo, se convierte en una adicción de la que se vuelve dependiente al grado que es capaz incluso de relegar a su propia familia y para seguir en lo mismo, incluso termina siendo un criminal. Y ante esta situación, la adicción se ha apoderado de esa persona que no encuentra otras salidas mejores. El fin justifica cualquier medio.
El resultado lamentablemente es la descomposición mental, emocional y física de esa persona que termina finalmente en una terrible postración que lo lleva a la misma muerte. Esto es lo que sucederá con la ley de administración de pasivos. Al principio solucionará el primer vencimiento que está a tres años, pero el costo será a mediano plazo tan grande que las finanzas públicas, el presupuesto y todo lo atinente a conseguir nuevos empréstitos estará atado a que se siga con lo mismo, similar a la conducta de un adicto.
Pero el problema no será solo que Paraguay de este modo quedará atado por siempre a la dependencia de nuevas deudas, lo que de por sí ya es un problema serio porque crea una situación artificial donde cada tanto caerá el dinero desde arriba, para de alguna manera “incentivar” la economía, sino que también se produce un efecto de igual peligrosidad.
Facultades extraordinarias
La ley de administración de pasivos le otorga facultades extraordinarias al Ejecutivo mediante la cartera fiscal para acceder a nuevas deudas sin el correspondiente control por parte del Congreso. No me resultaría extraño sobrevalorar lo técnico sobre lo institucional alegándose lo siguiente: “para qué pasar esto por la legislatura si total lo mismo llegaremos a la necesidad de más deudas y con esta ley al menos tendremos que pagar menos intereses... dejemos que el Ejecutivo como poder administrador se encargue de esto”.
Esta manera expuesta en una línea de pensamiento se ha venido a constituir en nuestro país en una cuestión formal por el cual la técnica está sobre las instituciones y los principios. Esto de considerar como de hecho algunos están dispuestos a dejar en manos del Poder Ejecutivo tan importante decisión, no solo es un error técnico, sino un paso hacia la destrucción misma de lo poco que queda en el país de lo que es la República.
Técnicamente hablando, dejar en manos de los tecnócratas y políticos del oficialismo de ese momento (hoy puede ser un partido y en el siguiente otro) alienta un proceso de descomposición discursiva para justificar la flexibilización de las deudas a vencer para de esa manera conseguir nuevos endeudamientos, situación que implica que los que en verdad van a pagar –el pueblo contribuyente– ya no tienen nada que decir ni sugerir ni oponerse. Es la democracia de las cuatro paredes.
Los adalides del tecnicismo pues se ocuparán de lo que el “común” no lo puede entender, línea de pensamiento que conduce de manera inexorable y sin ningún vestigio de duda hacia la tecnocracia, el Gobierno de los técnicos que consideran que el Estado está por encima de los individuos.
La técnica, por tanto, no es un fin como se pretende hacer creer en el Gobierno de una sociedad. La técnica es un medio importante y necesario que sirve de insumo de análisis para la correcta toma de decisiones, pero no para privilegiar a la caja estatal, sino que debe ser para que en todo momento el bienestar del ciudadano sea precautelado de la fuerza de la coerción estatal. Y es aquí donde ingresa de manera necesaria la República como un concepto y práctica inequívoca por el cual la administración de la cosa pública debe como un imperativo categórico encontrarse supeditado al principio de la supremacía constitucional.
De ninguna manera resulta aceptable que nuestro país quede sujeto a decisiones y prácticas que afectan a las finanzas públicas por parte de un solo poder del Estado, el Ejecutivo, puesto que eso implica el otorgamiento de facultades extraordinarias o la suma del poder público en directa violación del artículo 3 de nuestra ley fundamental.
Los propiciadores de esta ley de administración de pasivos y los que así le dieron su voto no pueden entender y no lo harán porque les interesa el cumplimiento de la deuda para más deudas es que el poder público es ejercido por el Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial, en un sistema de independencia, equilibrio, coordinación y recíproco control. La ley de administración de pasivos crea al deudor dependiente más deudas para seguir cerrando filas en un círculo vicioso que no le conviene al Paraguay.
Vicioso
La ley de administración de pasivos crea al deudor dependiente; más deudas para seguir cerrando filas en un círculo vicioso que no le conviene al Paraguay.
Costo
Al principio solucionará el primer vencimiento, que está a tres años, pero el costo será a mediano plazo. Acceder a nuevos créditos estará atado a seguir con lo mismo.
(*) Decano de Currículum UniNorte. Autor de los libros “Gobierno, justicia y libre mercado”: “Cartas sobre el liberalismo”; “La acreditación universitaria en Paraguay, sus defectos y virtudes” y otros como el recientemente publicado “Ensayos sobre la Libertad y la República”.
