El problema es que el Artículo XIII del Tratado establece que el Paraguay solo puede contratar para su “propio consumo”, de lo contrario debe ceder al Brasil, y esta obligación de derecho internacional debe cumplirse de buena fe y atendiendo la finalidad del Tratado, y no eludirla mediante artilugios contrarios al espíritu y la letra del Tratado y el derecho internacional.
Con respecto a las afirmaciones de Risden, estas simplemente no se ajustan al texto del Tratado, que establece en términos imperativos –obligatorios– que el Tratado debe revisarse a los 50 años.
A partir de la Paz de Westfalia de 1648, y con más fuerza desde la Carta de NN.UU. 1945, la nación Estado –y no el imperio– es la unidad política fundamental en el ámbito de las relaciones internacionales. Cada Nación Estado formula sus preferencias, las que se forman domésticamente, a partir de los intereses individuales, colectivos, sectoriales, opinión pública, encontrando en el Estado la herramienta más eficiente para proyectar y promover esos intereses en el orden internacional. La fuerza compite con la Justicia por prevalecer en un mundo globalizado, el “hard power” contra el “soft power” (Joseph Nye), el ideal de las naciones unidas versus la fuerza de las grandes potencias autoritarias, sus hombres fuertes, que son eficientes para perseguir, oprimir y corromper, pero muy torpes para gestionar el fenómeno de la globalización dentro de un orden internacional liberal basado en reglas.
En el ámbito internacional, siempre se debate si prevalece en realidad la fuerza de los intereses o la justicia. La Constitución de la República del Paraguay, en sus artículos 143, 145 y otros, consagran principios de las relaciones internacionales que datan de la Paz de Westfalia de 1648, acogidas en la carta de Naciones Unidas de 1945, y que determinan que la unidad política fundamental en el orden supranacional es la nación Estado y no el imperio.
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Revisión
En la revisión del Tratado de Itaipú, por ejemplo, es el justo precio y la libre disponibilidad de la producción paraguaya, actualmente restringida por el Artículo XIII, una legítima aspiración paraguaya ante un Brasil incomodo con los principios de igualdad jurídica soberana y una interdependencia mutuamente beneficiosa. Brasil preferirá un orden geopolítico regional en el que Paraguay forma parte de su esfera de influencia, antes que un orden en el que el Paraguay gestione la globalización en la forma más eficiente y provechosa para su desarrollo y felicidad. “La política internacional, como toda política, es una lucha por el poder. Cualesquiera que sean los objetivos últimos de la política internacional, el poder es siempre el objetivo inmediato. Los estadistas y las personas pueden, en última instancia, buscar la libertad, la seguridad, la prosperidad o el poder mismo. Pueden definir sus objetivos en términos de ideales religiosos, filosóficos, económicos o sociales, pero siempre que se esfuerzan por realizar su objetivo por medio de la política internacional, lo hacen por la lucha por el poder”, escribe el realista Hans Morgenthau.
En democracia, las preferencias de los Estados idealmente se forman a partir de la conjugación de los intereses individuales, colectivos, grupos, planteles técnicos de la Cancillería, prensa libre, que inciden para definir estas preferencias. Realistas como Morgenthau son escépticos con respecto de estos procesos, pero históricamente está demostrados que los regímenes autoritarios, personalistas y anti liberales, donde la soberanía no reside en el pueblo sino en la personalidad del dictador, es la fuerza la determinante de las preferencias de política exterior, y cualquier crítica interna es reprimida y los medios de prensa independientes, clausurados.
La teoría debate si hay preferencias pre-estratégicas porque a las acciones de un Estado viene la reacción del otro, y esto puede tener el efecto de alterar las estrategias o reformular las preferencias. En el caso de Brasil, las expresiones negacionistas del texto mismo del Tratado por su director en Itaipú, son reacciones contrarias a las preferencias de obtener una revisión, justo precio, y libre disponibilidad. La preferencia de Jair Bolsonaro y del próximo presidente de Brasil, es mantener el candado del Artículo XIII en el Tratado (Paraguay como Estado vasallo en su esfera de influencia).
Asesor honorífico, apologista de déspotas
La guerra de agresión rusa en perjuicio del territorio y población de Ucrania, iniciada con la ilegal anexión de Crimea en 2014 y continuada con la invasión iniciada en febrero 2022, revela como dos modelos políticos diferentes administran la globalización. Ucrania, un país democrático y pluralista, anhela a formar parte de la Unión Europea y la OTAN, se defiende ante un Estado ruso, decadente, cleptocrático y despótico, un sultanato “asiático” en Europa. Este conflicto amenaza en fragmentar un orden supranacional globalizado, de paz, libre comercio y basado en el ideal de un estado de derecho internacional.
El presidente Vladimir Putin, su asesor de seguridad Nikolai Patrushev, su canciller, Sergey Lavrov, en numerosas ocasiones han expresado resentimiento y rechazo por un orden internacional liberal basado transparente y justo. Han celebrado la fuerza y la brutalidad, sin mecanismos objetivos de transparencia o correctivos, para conocer si sus preferencias de política exterior (guerra de agresión prohibida por la propia Carta de NN.UU., Art. 2, Numeral 4), tiene el consentimiento y legitimidad del pueblo. Sus acciones violan el Memorándum de Budapest de 1998, y el expresidente Dmitry Medvedev ha afirmado “¿Quien dice que Ucrania siquiera existirá en el mapa del mundo en 2 años?”
El presidente Putin ahora se compara con “Pedro el Grande” para definir como su objetivo de política exterior una conquista imperial de Ucrania y una fortificación de toda su “esfera de influencia”. El presidente Jair Bolsonaro viajó a Moscú para solidarizarse con Putin, y Lula da Silva, también se solidarizó con el dictador ruso. En este diario, el embajador ruso en Asunción, Alexander Písarev, ha publicado una columna de opinión con el orweliano título de “Acerca de la crisis en Ucrania”.
La crisis no está en Ucrania, democrática y occidental, sino en la Rusia de Putin, geográficamente en Europa, pero ideológicamente una tiranía oriental. Vladimir Putin y sus oligarcas que han robado billones de dólares al pueblo ruso, de los billones de dólares que le fueron transferidos por el gobierno de Bill Clinton en adelante, y los billones de dólares de las industrias extractivas de minerales rusos, gas y petróleo. Antes que invertir en la mejora de las condiciones de vida de su pueblo, estos trillones de dólares fueron lavados en Londres y otros centros financieros, y despilfarrados en palacetes, palacios, yates y otros lujos en la costa azul, Francia, Londres, Miami, Nueva York, y en todo el mundo. Esta es la verdadera crisis y no el mundo “multipolar” que un infatuado Vladimir Putín reivindicó en su discurso de Múnich de 2007, en la que dijo: “...como saben, la democracia es el poder de la mayoría a la luz de los intereses y opiniones de la minoría. Por cierto, a Rusia –a nosotros– se nos enseña constantemente sobre la democracia. Pero por alguna razón, quienes nos enseñan no quieren aprender por sí mismos. Considero que el modelo unipolar no sólo es inaceptable sino imposible en el mundo de hoy”.
El 12 de julio, 2021, Putin publicó otra opinión con el mismo resentimiento contra Occidente, titulada “Sobre la unidad histórica de los rusos y ucranianos”, en la que afirma que Rusia y Ucrania son un “solo pueblo” pero que Occidente “paso a paso arrastró a Ucrania en un peligroso juego geopolítico apuntado a convertir a Ucrania en una barrera entre Europa y Rusia, un trampolín contra Rusia”. Sin embargo, bajo órdenes de Putin fue invadida Crimea en 2014 y el genocidio en Bucha, Mariupol y otros lugares de Ucrania.
En el mundo no solo hay intelectuales y periodistas que justifican la invasión de Ucrania, sino que directamente son apologistas y admiradores del resentimiento de los hombres fuertes, incapaces de adaptarse a la democracia y gestionar la globalización, y que invaden o amenazan con invadir otros países, como Ucrania y Taiwán. Entre ellos, Thomas Friedmann, Henry Kissinger, Noam Chomsky, John Mearsheimer, y sí, Jeffrey Sachs, el asesor honorífico del Paraguay designado por el Poder Ejecutivo por Decreto 3.173/19 del 30 de diciembre 2019.
El 10 de mayo de 2022, sobre la guerra en Ucrania, Sachs escribió un artículo “Ending the War of Attrition in Ukraine”. En el artículo Sachs, quien es crítico de EE.UU. y admirador del dictador chino Xi Jinping, aconseja volver a las bases de negociación de marzo. Esto es neutralidad de Ucrania y abordar “cuestiones controversiales” como Donbas y Crimea. Es decir, que Ucrania “ceda” territorio en Donbas y Crimea.
En este momento, cuando el Paraguay necesita revisar el Tratado de Itaipú, ante el negacionismo brasileño respecto del mismo texto del Tratado, el asesor de honor aconseja premiar la agresión rusa con “cesión” de territorio. En Itaipú, la intención de Brasil es mantener su anexión de la producción soberana paraguaya obligándole a “ceder” su energía y negarse a revisar el Tratado, impuesto mediante la ocupación militar de los Saltos del Guairá en la década del 60.
Contratar la totalidad
Sobre la propuesta de “contratar” la totalidad de la energía paraguaya para revenderla al Brasil, en mi artículo “Itaipú: Nuevo Consenso 2023-2073″ publicado en este diario el 22 de marzo 2020, expuse la interpretación jurídica del Articulo XIII que determinan la imposibilidad del “Plan B” de la editorial del pasado domingo.
Ante la reacción brasileña a las hipotéticas intenciones de Paraguay de reclamar la revisión del Tratado para lograr el justo precio y libre disponibilidad, y la integración del Paraguay, las preferencias preestratégicas deben reformularse y reafirmarse, pero a diferencia de lo que aconseja Sachs en situaciones análogas, pero muchas más catastróficas, ceder y entregarse.
Si Sachs aconseja que Ucrania ceda territorio, un Putin hoy auto declarado emperador Pedro el Grande, por qué tendría que pensar que Sachs no aconseje a nuestros mudos “diplomáticos” en Itaipú “ceder” territorio de Paraguay por 50 años más a un Jair Bolsonaro, emperador Pedro II de Brasil.
Risden
Con respecto a las afirmaciones de Risden, estas simplemente no se ajustan al texto del Tratado, que establece en términos imperativos –obligatorios– que el Tratado debe revisarse a los 50 años.
Brasil
Brasil preferirá un orden geopolítico regional en el que Paraguay forma parte de su esfera de influencia, antes que un orden en el que el Paraguay gestione la globalización en la forma más eficiente y provechosa para su desarrollo y felicidad.
(*) Abogado.