Los contextos a los que nos referimos son el hogar, la escuela, la comunidad, la cultura y el país, entornos que influyen en su desarrollo. Los dos ambientes más importantes son la familia y la escuela, por lo que hay que considerarlos como sistemas que se entrelazan, interrelacionan e influencian uno al otro. Por ello, la alianza de ambos, en beneficio del desarrollo del niño, es indispensable; así como la comunicación y participación que existe de uno con otro, es decir, la familia en el ámbito escolar, pero también la escuela en el ámbito familiar.
Todo señala que cuando los padres participan en la escuela, los principales favorecidos de la sinergia positiva que se realiza son varios: el niño, el docente, los padres y la escuela. Ahora bien, este impacto se maximiza si entramos en el contexto de la discapacidad y de la atención a grupos vulnerables. Se ha comprobado que las escuelas que permiten mayor colaboración y participación de los padres logran que las familias estén más complacidas con el trabajo que realiza la escuela, simultáneamente esto incide de una forma positiva en el aprendizaje de sus hijos.
Los padres de familia realizan importantes acciones como educadores de sus hijos. Por ejemplo, cuando los padres tienen un hijo con discapacidad se convierten en los principales promotores de la inclusión de sus hijos en la sociedad; forman redes de apoyo, exigen derechos para alcanzar una educación de calidad con equidad y respeto a la diversidad para sus hijos.
Finalmente, es importante subrayar que la participación de los padres de familia en la vida de las escuelas es fundamental para el desarrollo de un proyecto de escuela incluyente.
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La escuela debe identificar las necesidades y potencialidades de los padres de familia, para lograr que juntos caminen hacia la construcción de proyectos de mejora de la organización escolar, que apoye la inclusión de sus hijos en todos los ámbitos.

