Según Terol Levy (2009), la agresividad es una característica innata al individuo que sirve para responder defensivamente a situaciones amenazantes. Es una respuesta adaptativa que, por tanto, posee una connotación positiva. La violencia, sin embargo, no es adaptativa, es destructiva y tiene como finalidad causar daño sin por ello obtener ningún beneficio. Todos somos potencialmente agresivos, pero no violentos. En nuestro país, en los últimos años viene produciéndose una escalada de violencia. Este crecimiento viene dado por diversos factores; veremos algunos de ellos, con la intención de entender mejor el fenómeno de la violencia.
En primer lugar y como base primitiva tenemos nuestra biología: El cromosoma 11 (11.p15.1) está asociado a la agresividad y la conducta antisocial. En el cerebro, la amígdala temporal y la corteza orbito-frontal tienen relación con la violencia, falta de empatía, desinhibición, etc. En el área hormonal, las hormonas tiroideas, (T3? T4 ?) tienen que ver con la irritabilidad y violencia recidivantes. La serotonina (5HT) es el principal neurotransmisor de la agresividad. Su metabolito (5-HIAA) está reducido en varones violentos, impulsivos, suicidas y recidivas violentas.
Algunas enfermedades como: enfermedad de Huntington, Demencia de Alzheimer, Epilepsia temporal, S. Klüver-Bucy, Gilles de la Tourette, Ictus, enfermedad de Parkinson (Stalin, Hitler), neurosífilis (Al Capone), contribuyen a las conductas violentas. También la alimentación juega un papel importante, pero poco conocido. Hay una íntima relación entre los niveles de azúcar en sangre y el comportamiento. Un bajón de azúcar, también conocido como hipoglucemia, puede ocurrir al consumir azúcar, estimulantes.
Esto puede producir irritabilidad, agresividad, cansancio extremo. Si uno se siente mal hay muchas posibilidades de comportarse mal, especialmente esto es cierto en niños y adolescentes. Se ha demostrado también la correlación entre las deficiencias en calcio, magnesio, selenio y ácidos grasos esenciales y el aumento de la violencia.
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Otro factor que demuestra ser importante son las reacciones anormales a ciertos alimentos. Las reacciones alérgicas graves pueden provocar cambios de doble personalidad en la conducta, tal como se ha descrito perfectamente en niños hiperactivos con intolerancia a sustancias químicas o a los alimentos y en delincuentes juveniles.
Es interesante saber, que la violencia se puede manifestar en diferentes maneras:
- Impulsiva (discusiones, contagio emocional, fanatismo religioso o político, alcohol)
- Elaborada, planificada y fría
- Aislada o repetitiva
- Extrema o leve
- Con agresión física o sin ella (timadores, psicópatas de guante blanco)
- Sádica o ritual
Existen factores de riesgo que detonan y potencian las conductas violentas elaboradas como: hiperactividad, drogas, falta de autoestima, baja tolerancia a la frustración, traumas infantiles, trastornos de personalidad, trastornos mentales. El alcohol es un desinhibidor notable que lleva a muchas personas a desatar su ira y violencia, bajo sus efectos.
Un dato importante es que la violencia puede manifestarse de forma verbal, económica y no solo físicamente. Un tipo muy peligroso es la violencia del “Estado” que surge cuando los individuos de una sociedad no son respetados en sus derechos. Por ejemplo: hospitales faltos de recursos físicos, humanos. Falta de empleo, de una vivienda digna, falta de educación, etc. Esto produce una falta de equidad, teniendo gravísimas consecuencias en la población.
En lo que respecta al ambiente, este tiene mucho que ver en la “modulación” de la conducta violenta.
En una investigación con niños adoptados se vio que las probabilidades más altas, de conductas agresivas y desórdenes de conducta, se daban entre aquellos que tenían padres adoptivos con problemas matrimoniales, depresión, abuso de drogas o problemas legales.
La predisposición biológica, por sí misma, o la adopción por parte de una familia problemática produjeron únicamente efectos moderados (Cadoret, Yates, Trughton, Woodworth y Stewart, 1995). La agresividad se moldea en el núcleo familiar; una continua agresión contra el niño, una frustración constante, le crearán una agresividad negativa y destructora. En cuanto a lo social, es importante la teoría de la subcultura de la violencia, de Wolfgang y Ferracuti, en que el medio violento desarrolla una peculiar agresividad en el sujeto.
La violencia puede originarse en la insatisfacción, el dolor y sobre todo la frustración. Las sociedades cada vez más competitivas, necesidad de éxito permanente, carencia de normas claras éticas que determinen lo permitido y lo no permitido.
En nuestro país actualmente existe la mayor diferencia entre ricos y pobres de toda Latinoamérica, ocasionando situaciones propicias para el comportamiento violento por parte de parte de los primeros. Las ocupaciones de tierra es el principal foco de violencia histórica en el Paraguay. Según Cáceres y Martínez (2012) el conflicto por la tierra es el clivaje desde el cual se configuran los principales focos de contradicción y conflicto social con fuertes rasgos de violencia en el Paraguay.
Las derivaciones violentas de este proceso de desplazamiento se han generado especialmente a partir de una situación desigual frente a la posesión de la tierra y de los condicionamientos materiales que esto ha generado.
Por un lado el campesino históricamente pobre, despojado de su tierra por los sucesivos gobiernos que la han vendido ilegítimamente y además le han desarticulado violenta y sistemáticamente sus organizaciones debilitándolas drásticamente a través del tiempo en su poder de reacción organizada y de resistencia efectiva al avance sobre sus dominios; y por otro el productor agropecuario a gran escala, apoyado por los créditos nacionales o extranjeros, por la burocracia estatal y compelido por las buenas perspectivas del mercado internacional a extender a como dé lugar la extensión de su territorio productivo.
Con respecto al problema de la violencia de frontera, el EPP, tras la muerte de varios de sus líderes por la policía y asumiendo que no ha calado su discurso a nivel de sectores identificables del movimiento social paraguayo y la persistencia de las operaciones de los aparatos de seguridad, terminará en el mejor de los casos siendo una banda de forajidos que probablemente se mimetice en el espectro delictual del narcotráfico que domina la región.
En dicho contexto, es probable que continúe en la clandestinidad operando mediante nuevos secuestros en un panorama más hostil debido a su fortalecimiento y el de las fuerzas policiales y militares en su contra (Ortiz, 2010).
En referencia a la violencia intrafamiliar que sigue creciendo a pasos preocupantes en nuestro país, según estudios; 6 de cada 10 niños y niñas paraguayos sufren algún tipo de violencia en el hogar. De ellos, 35% manifestó haber recibido violencia física grave, 13% dijo haber sido objeto de violencia física leve y 13% expresó haber vivido violencia psicológica. Pese a esta situación, una gran mayoría califica su relación con ambos padres como buena o muy buena (91,9%). Llama la atención que el tipo de maltrato físico más frecuente sea el grave, a diferencia de otros países de la región como Chile, en los que predomina el castigo físico leve.
El maltrato por parte del varón a su pareja tiene que ver en muchos casos con la influencia de la cultura mal adaptante (machismo), la pobreza, falta de trabajo y el consumo de bebidas alcohólicas en nuestro país.
En una investigación realizada por Hamberger y Hastings (1986) con una muestra de 106 maltratadores se detectó, excepto en 12 casos, algún tipo de trastorno de la personalidad. Estos resultados confirman los obtenidos por otros estudios anteriores. Los agresores son más ansiosos, indiferentes e impulsivos que la población “normal” y tienden a ser más subjetivos, dominantes y hostiles. Suelen ser más posesivos y celosos.
Es preocupante, asimismo, la violencia mostrada por los medios de comunicación locales. No solo por el hecho de difundirla, sino en la forma banal y a veces hasta humorística en que es interpretada, produciendo con el tiempo la desensibilización y deshumanización de la sociedad. La actual falta de autoridad de los padres, que produce en los niños y adolescentes confusión existencial, dudas, conducta alterada, frustración y violencia finales. La ausencia de líderes positivos, honestos crea un vacío en los jóvenes, que a la larga terminan identificándose con los líderes nefastos, perezosos, corruptos, de vida fácil y hedonismo que tanto vemos en nuestro país.
En una escala más amplia, nos encontramos ahora, con el serio riesgo de que la supervivencia humana esté en juego. Al decir de la brillante neuróloga y premio Nobel italiana Rita Levi: “La devoción autotrascendente se manifiesta en la obediencia ciega y la lealtad al rey, la nación o la causa; tiene un papel de primer orden en el comportamiento humano, y es responsable de la estúpida aceptación de los horrores de las guerras”.
Todo lo expuesto anteriormente nos debe llevar a reflexionar profundamente sobre nuestra violencia social; que al final de cuentas es el reflejo de nuestra violencia interna, causada en la mayoría de las veces por el miedo, la insatisfacción, ambición e irresponsabilidad. Nuestros hijos y las futuras generaciones nos demandarán por ello tarde o temprano.
Bibliografía
A. Oterino. Neurobiología de la violencia. E. Esbec. Polimorfismos genéticos. J. Kalat. Psicología biológica. O. Terol Levy. Conducta violenta. H. Ferreira y F. Martínez. Conflictividad y violencia en el Paraguay. R. Manzanera. Criminología clínica. E. Echeburúa. Personalidades violentas. E. Levi. La galaxia mente Grau y Meneghello. Psiquiatría y psicología de la infancia y adolescencia.
(*) Master en Psicopatología Forense.
