El informe Pisa, hecho en base a datos recolectados en 2017 pero recién publicado en 2018, refleja el paupérrimo nivel de la educación paraguaya. El estudio fue elaborado en base a datos proporcionados por adolescentes de 15 años que hayan cursado el séptimo grado en adelante.

Este reporte arrojó un bajo nivel de comprensión lectora de los alumnos. Es decir, un estudiante puede leer perfectamente, pero no entiende lo que está leyendo. Es básicamente un analfabeto en lo práctico, pese a estar expuesto a la lectura de todas las cosas que le rodean desde que arranca el día.
Solo uno de cada tres estudiantes entiende lo que lee (33%), según el informe Pisa. Esto redunda en un mal desempeño en matemáticas y ciencias.
El viceministro de Educación, Robert Cano, dijo la semana pasada en conversación con radio ABC Cardinal que los productos de una buena educación pueden verse a largo plazo y que los estudiantes de ahora deberán estar preparados para las competencias de 2030, que serán mucho más exigentes que las actuales. En relación a la educación actual, dijo que “nos estamos yendo al mazo”.
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A raíz de esto, el Ministerio de Educación decidió modificar el Plan Nacional de Lectura de 2019 y llevarlo a la práctica. Los planes nacionales de años anteriores eran burocráticos y sin acciones tangibles para los estudiantes.
Esto da una luz de esperanza para que el cambio se pueda ver a largo plazo, si es que este plan se aplica conforme a lo establecido. Los antecedentes no ayudan a pensar en positivo, pero el golpe de timón en la metodología de enseñanza puede repercutir mejor que otros documentos que hoy se demostraron inútiles.
El nuevo plan contempla no solo que los estudiantes lean un libro por mes, sino que también hagan esquemas o representaciones en base a estos. Se hace un especial énfasis en la lectura de libros paraguayos, por ejemplo, o de literatura universal.
En el plan anterior, que se extendió desde 2014 hasta 2018, la dinámica era muy pobre. Pese a las buenas intenciones, solo se buscaba dotar a las bibliotecas de libros sin una acción tangible para dinamizarlas. De nada sirve llenar estos lugares —a los que, por cierto, se tiene como un lugar de castigo, lo que repercute de forma negativa en los alumnos— con cientos de libros, si es que nadie los va a leer.
Entre los detalles que se pueden encontrar en este nuevo plan de lectura se busca fomentar el hábito. La meta es que el 100% de los estudiantes de la Educación Escolar Básica adquiera estos hábitos con la lectura “sostenida y silenciosa” por diez a veinte minutos diarios en las clases.
Escribir es otra de las ramas para la generación de la costumbre. Uno de los objetivos es que también se escriban textos propios con al menos 500 palabras diferentes. Además, que los estudiantes hagan resúmenes, esquemas y diagramas mentales.

Se busca que la lectura sea crítica y, como opciones, promover también los clubes de lectura u otros espacios. Las bibliotecas tampoco están exentas de este plan, pues se propone que las que están en las escuelas hagan dinámicas para incentivar la lectura.
María Isabel Roa, de la Dirección de Currículum del Departamento de Enseñanza de Lenguas del Ministerio de Educación y Ciencias (MEC), explicó que este nuevo plan está hecho en base a dos informes cuyos datos resultaron “alarmantes”: el Sistema Nacional de Evaluación del Proceso Educativo (Snepe) y el Pisa, que evalúan diferentes poblaciones de alumnos pero cuyo resultado es similar entre sí.
Roa detalló que la lectura siempre “tuvo altibajos” dentro del sistema educativo y que ahora se tuvo en cuenta el factor del informe Pisa, que evalúa la interpretación, la lectura crítica y otras competencias.
La encargada de Currículum sostuvo que se podría llegar a tener un impacto en la población estudiantil si es que se hace un “abordaje serio” de este plan nacional. Por supuesto, no depende exclusivamente del MEC, sino especialmente de los supervisores, profesores y los padres de familia. La cartera estatal se plantea también la compra de libros de autores paraguayos y ejemplares de literatura universal.
Para la implementación —o, mejor dicho, efectividad— del plan, Roa contó que se hicieron encuentros con varias dependencias y docentes no solo para informar sobre las nuevas acciones del plan sino también para conocer qué estrategias se pueden implementar en las bibliotecas, que requieren una mejor dinamización primero para que el alumno lea y luego para que desarrolle el hábito.
Una de las claves es, por ejemplo, establecer las pautas de evaluación al diferenciar la lectura literal, la diferencial y la crítica, con un refuerzo en las últimos dos para la lectura comprensiva. El MEC actualmente no tiene aún un sistema de evaluación para este nuevo plan de lectura. Roa sostuvo que lo están preparando.
Finalmente, y ya en otra etapa, el MEC prevé incentivar la creación de clubes de lectura especializados (historia, filosofía, literatura) para llegar mejor a los estudiantes, cuyas preferencias son, evidentemente, distintas.