En Montevideo, la noche estaba fría. Nacional no la estaba pasando bien dentro del campo de juego; el Defensor Sporting había conseguido marcar un gol y el segundo -el que obligaría la tanda de penales- parecía estar cerca. En el minuto 92, un milagro evitó la llegada del tanto charrúa.
A un costado de la cancha, sentado en una silla de piedra tan antigua como el mismo estadio Centenario; el mítico escenario donde la Academia buscaba escribir una página de gloria, se encontraba sentado el Ing. Roque Cubilla, dirigente de más de 16 años de antigüedad como miembro de la comisión directiva.
Cubilla, entrado en años y con algunas complicaciones en la salud, había pedido a su médico que le diera un sedante horas antes del inicio del vital partido en Montevideo; no quería que la emoción del momento le pasara una mala jugada y se convirtiera en una carga para la delegación.
Durante el juego, don Roque se percató de que la silla tenía una inscripción, era una fecha, probablemente del siglo pasado; de cuando se comenzó a construir uno de los escenarios más tradicionales del fútbol sudamericano.
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Cuando se escuchó el pitazo final, Roque Cubilla no aguantó la emoción y se largó a llorar; de pronto, comenzaron a agolparse en su mente las imágenes de los años que lleva como dirigente y los duros tiempos que su Nacional querido tuvo que afrontar.
Los problemas comenzaron en 1997 o tal vez en 1998, lo seguro es que fue durante la presidencia de Braulio González. Nacional comenzó a transferir jugadores, el club adquirió grandes deudas y parte de su patrimonio fue hipotecado a terceros -hasta el día de hoy aún se desconoce a quienes fueron entregados los pagarés, se llegó a hablar incluso del argentino Marcelo Tinelli-.
Una deuda de 125.000 dólares dejó al club al borde del remate, un remate que iba a efectivizarse a principios de la década del 2000. Sin embargo, el trabajo de varios socios, entre ellos el escribano Óscar Harrison; y la ayuda de Francisco Ocampo sirvieron para encontrar el pagaré.
Tras varias conversaciones, se consiguió reducir la deuda a US$ 50.000. Un grupo de socios, que pidieron permanecer en el anonimato, entregaron el dinero necesario para subsanar la cuestión. Pero los problemas económicos le terminaron costando al club también en lo deportivo, en 1998, por tercera vez en su historia, Nacional decendía de Primera División.
El club estaba casi en ruinas, recuerda Cubilla. No se tenían siquiera pelotas, camisetas ni mucho menos pantaloncitos para los jugadores. “Tuvimos que empezar de nuevo; recurrir inclusive a la colaboración de socios que nos daban camisetas, medias, pantaloncitos, e indumentarias para las prácticas”, relata.
De a poco, comenzaron aaparecer algunas empresas que ofrecían sponsoreo y ayudaban a comprar los insumos y a aportar un poco de dinero. “La meta era pagar todas las deudas, sanear nuestras finanzas; lo que nos costó cinco años”, manifiesta.
En 2003, a un año del centenario del nacimiento del club, la misión era poder volver a Primera División y que los festejos se realizaran allí; de donde en realidad nunca debían haberse ido. “Y nos salió”, indica Cubilla.
Para ello se contó con la ayuda de grandes socios, entre ellos expresidentes de la institución como el señor Sigfrido Maluff, quien se encargó de formar una comisión para apoyar en cuestiones logísticas al presidente Guido Ciotti.
Con el equipo en primera, la intención era permanecer en la División de Honor y lejos de los problemas con el maldito promedio. La misión se consiguió y con creces, en su primera temporada de regreso estuvo a punto de conseguir un pase a la Copa Libertadores, un evento del que había participado solo una o dos veces en la década del '80.
Al año siguiente, el Trico consiguió un pase al reprechaje de la Copa, donde tuvo que enfrentarse al Universitario de Perú por un lugar en la fase de grupos. En un partido que estaba ganando 2-1, la Academia terminó cediendo un empate 2-2 de local y una paridad sin goles en tierras incaicas. De manera prematura, Nacional era eliminado.
Con la llegada de Robert Harrison a la presidencia, la intención era mantenerse entre los tres equipos con mejor promedio en cada temporada.
Pese al poco éxito en la experiencia del repechaje del 2006, ese tan solo era el inicio de una larga y constante participación del equipo de Barrio Obrero en torneos internacionales. Si no iba a la Libertadores, conseguía un lugar para la Copa Sudamericana.
Y llegó el 2009. Nacional contrató para el segundo semestre a Éver Almeida como técnico, un viejo conocido que ya los había dirigido en la del '90. El exarquero múltiple campeón con Olimpia se encargó de enseñarle a los albos que si creían podían lograr lo que fuera.
Almeida se encargó de hablar con los jugadores, de cambiar el esquema del equipo y hacer aparecer en primera a jugadores como Silvio Torales, Marcos Riveros, Marcos Melgarejo o Guillermo Beltrán; todos ellos hoy figuras vitales del cuadro tricolor. A eso habría que agregarle que el Trico tenía un gran caudillo dentro de la cancha, el experimentado Denis Caniza, quien formaba una dupla excelente con Raúl Piris, actual capitán albo.
Luego de 63 años, Nacional conseguía un título en Primera División al consagrarse campeón del Torneo Clausura de aquel año. Una experiencia al que le tomaron el gusto y que repitieron con cierta periodicidad (Apertura 2011 y Apertura 2013).
“La presidencia de Robert (Harrison) le dio al club la grandeza que le hacía falta, la alegría al nacionalófilo de poder ir a la cancha en familia a alentar. Se comenzó a pagar la cuota, ahora tenemos cualquier cantidad de solicitudes de gente que quieren ser socios”, afirma Cubilla.
El roce internacional que se consiguió finalmente dio frutos este año. Nacional consiguió clasificarse a la Copa Libertadores 2014 luego de consagrarse campeón del Torneo Apertura 2013, un título logrado con varias fechas de anticipación.
Hasta antes de esta edición, Nacional no había conseguido pasar de la fase de grupos. El Tricolor tuvo una situación complicada en un grupo difícil en el que estaban el último campeón Atlético Mineiro, Independiente Santa Fe y Zamora. La clasificación llegó recién en la última fecha gracias a una mano del equipo brasileño.
A partir de ahí, todo era cuestión de ir paso a paso. Atrás fueron quedando Vélez Sarsfield y Arsenal de Argentina; para llegar finalmente a Defensor Sporting. Con el paso de las diferentes fases, el Trico iba recibiendo cada vez más apoyo por parte de la afición paraguaya; cerristas, olimpistas y liberteños se sumaron en una causa de todos los paraguayos.
Ahora, habrá que enfrentar al San Lorenzo de Almagro. “Somos parecidos en nuestra historia”, afirma Roque Cubilla; y con gran razón pues el “Cuervo” también atravesó momentos así al perder su estadio, descender y luchar por volver a su sitial en el fútbol argentino.
“Uno ahora sueña”, reconoce Cubilla quien sin embargo señala la necesidad de permanecer cauto y seguir avanzando paso a paso, algo que a Nacional le ha valido para llegar hasta donde está.
Para Cubilla la cuestión es simple: un club no debe tirar la casa por la ventana en contrataciones rimbombantes y endeudarse más allá de sus posibilidades, porque eso puede terminar costándoles muy caro.
Llorando desconsoladamente de la alegría, don Roque no se percató que había llegado junto a él el presidente Robert Harrison. El titular tricolor le dio un abrazo y le dijo: “No llores Roquito, esta noche es para la alegría”.
Vaya alegría, Nacional inscribió su nombre en la historia grande del fútbol sudamericano. El Trico es el segundo equipo paraguayo en alcanzar una final de Copa Libertadores y la va a disputar con una hinchada de más de seis millones de personas.
