Yoga para sanar la mente

En la incansable búsqueda de la plenitud, el ser humano experimentó a lo largo de la historia varias alternativas. El yoga, como dinámica integral, ganó terreno y cientos de adeptos que aseguran experimentar notorias mejorías en su salud mental.

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La vorágine cada vez más desenfrenada de la vida nos empuja a movernos a una velocidad para la que no siempre estamos preparados. Los compromisos exigen entereza, calidad, cantidad y rapidez, todo al mismo tiempo. Pero para lograr ese conglomerado de competencias, también necesitamos estar integralmente bien. Y el concepto de bienestar encierra no solo el ámbito físico, sino el mental, y por qué no, el espiritual.

El ser humano es un todo, indivisible, y aunque pretendamos fraccionarnos y fingir que podemos seguir andando con “una pata”, tarde o temprano el autoengaño nos pasa factura.

La salud mental aún es un concepto poco respetado en el mercado laboral. Podés pedir reposo por un cuadro de fiebre alta, pero difícilmente te darán el día libre si alegás que te sentís sobrecargado mentalmente o deprimido.

Sin embargo, es una problemática cada vez más significativa y real, que, lejos de ser algo “poético y sentimental”, afecta a una población que va en constante aumento.

En medio de este ajetreo, ya no podemos ignorar que necesitamos prestarle atención a la mente, y más allá de las tradicionales terapias sicológicas y siquiátricas, existen otras alternativas milenarias como el yoga, que, si bien han tenido históricamente adeptos y adversarios, lo que no se puede negar es que seres humanos de todos los tiempos han asegurado mejorar exponencialmente su bienestar físico y emocional con su práctica constante.

Traída a la actualidad, la disciplina desarrollada a principios del siglo XX por Sri Tirumalai Krishnamacharya, el padre del yoga moderno, cosecha cada vez más seguidores en nuestro país. El grupo de yoguis está compuesto por lo general por personas que, luego de buscar varios caminos para la plenitud emocional, física y espiritual, se han encontrado con esta práctica que, aseguran, les ofrece la felicidad más allá de las pastillas, una felicidad que se encuentra en el interior del ser.

Instructores con años de experiencia, como la sicóloga y maestra de Kundalini yoga María Adela Quevedo, definen a la disciplina como “la unión de la mente el cuerpo físico y el espíritu, entendido no como religión, sino como un complemento total de la visión del ser humano”.

 

Y su experiencia dirigiendo clases de yoga desde el año 2000 la avala para asegurar además que el yoga consiste en “una tecnología científica, pues está comprobado que ayuda no solo al cuerpo físico, sino también al área sicológica y mental”.

No obstante, se toma el tiempo de aclarar que a la disciplina no puede atribuirse “sanación de dolencias sicológicas o siquátricas, pero sí está comprobado que ayuda a aprender a respirar correctamente, y eso, aunque suene simple, alivia notoriamente cuadros como la ansiedad, las crisis de pánico, las fobias y la depresión”.

Así, para la profe María Adela, el yoga es un complemento muy bueno “para ayudar a un sicólogo o al siquiatra. Gracia a su práctica, un tratamiento que llevaría más tiempo, puede ser menos duradero y más eficaz”.

Desde su perspectiva sicológica, un motivo por el cual las dolencias se multiplican, es porque las personas no respiran de la forma correcta, por tanto el cerebro no recibe la suficiente oxigenación.

 

Un asunto polémico por donde se lo mire tiene que ver con el preconcepto de que el yoga es una suerte de religión paralela. Sobre este punto la instructora se toma el tiempo de aclarar que la disciplina no tiene nada que ver con la fe, ni con el politeísmo, ni con la adoración al sol, como comúnmente se cree, sino con “un trabajo íntegro de sistemas del organismo como inmunológico, linfático, glandular, entre otros”, asegura.

El hecho de mencionar a la naturaleza, según la instructora, se debe a que los primeros practicantes de la disciplina realizaban los ejercicios en contacto con el ecosistema. “De ahí tradicionalmente se siguen utilizando esos nombres”, explica.

Con relación a los mantras (palabras o frases sagradas generalmente en sánscrito o latín que se recitan como búsqueda de apoyo al momento de la meditación), la instructora refiere que tiene que ver con un movimiento de la lengua dentro de la boca y el paladar, con fines terapéuticos. “Se logra relajar y poner en funcionamiento cientos de terminaciones nerviosas dentro de la boca, que van directamente al cerebro al pronunciar ciertos sonidos”, nos cuenta.

La pedagogía de instructores como María Adela Quevedo, va de contramano a la creencia actual de la división del ser. “Creemos que el hombre es un todo, y cuando funcionan bien todos los sistemas del cuerpo el ser humano no tiene por qué enfermarse”, opina.

Con 10 años tomando clases y 2 años de experiencia como instructora  de Kundalini yoga  (uno de los estilos de yoga más practicados en nuestro país) Soledad Acosta, del espacio Samu'u, nos comenta que ha experimentado por sí misma cambios en su vida luego de comenzar su búsqueda interior a través del yoga.

“Una de las primeras cosas que experimenté al practicar esta disciplina fue la desaparición del insomnio, que era un calvario que sufría. Así también, la impulsividad, el enojo y el estado de estrés constante en el que vivía, comenzó poco a poco a llegar a un remanso”, recuerda.

Soledad considera que una de las cualidades más valiosas del yoga es la conciencia que otorga al ser sobre su cuerpo. “El acto de parar y escuchar qué realmente te pasa, enfocarte en lo verdaderamente importante, comenzar a elegir tus batallas. Todo esto se logra atravesando esas posturas que en principio son difíciles, pero que te enseñan a enfrentar los desafíos. Con todo ello se encuentra un balance”, comenta la instructora.

En busca de mejorar su temperamento, Soledad fue a sicoterapia, pero luego la dejó y abrazó al yoga de manera definitiva.

Al menos para ella, la alternativa funcionó sin más complementos. Pero aclara que este es su caso, y en otros siempre se recomienda consultar con un especialista en salud mental como primer paso.

La profesora asegura que en la actualidad “hay muchísimas evidencias científicas de los beneficios del yoga. Se está estudiando lo que siempre se dijo de manera empírica, pero ahora la ciencia lo corrobora”.

Acosta asegura que con la práctica constante se llega incluso a la regeneración de órganos del cuerpo que pudieran estar enfermos, además de reducirse los niveles de estrés y aumentar sensación de felicidad.

Y afirma, al igual que su colega, que no se trata de algo “simbólico”, sino tangible. “Es real el cambio de las funciones químicas, se producen sustancias como serotonina y dopamina en el cerebro. Hay médicos que ya recomiendan la práctica del yoga para esa armonía que todos buscamos”, explica.

Un punto sobre el que Soledad se detiene y le parece importante marcar diferenciación es en lo referente al prejuicio de ver el yoga como religión. “Hay que entender que es una tecnología que se practica dentro de algunas religiones orientales, pero en sí misma no lo es”, diferencia. A la vez insiste en la necesidad de investigar, conocer e informarse para llegar a una claridad en los conceptos y evitar confusiones.

Soledad sabe que existe mucho temor al momento de decidirse a asistir a una primera clase, por todos los prejuicios que nos han inculcado desde pequeños. “El yoga te hace una persona muy consciente, y difícil de manipular”, opina.

No obstante aclara que “no hay ningún impedimento en ser de una religión tradicional y practicar yoga. No va en colisión. Buscamos lo mismo, todos queremos ser felices”, expresa.

Pero, para corroborar si es realmente cierto lo que dicen los adeptos sobre el sustento científico de la práctica, fuimos directamente a preguntar a los médicos su perspectiva sobre esta disciplina, más allá de la espiritualidad y mística que encierra.

El neurocirujano Miguel Ángel Velázquez Blanco afirma tener evidencias en diagnósticos de pacientes que practican yoga. En los resultados de los estudios “se observan ondas cerebrales que normalmente no se producen en un individuo consciente. Estas ondas hacen que el cerebro de estos pacientes "descanse" estando despierto”, comenta.

En cuanto a las pruebas científicas que se han hecho, Velázquez informa que se ha sometido a personas que hacen yoga a escaneos con resonancia magnética, midiendo su actividad cerebral y comparándola con otras actividades. “En pacientes que meditan y hacen yoga, se activaron zonas cerebrales relacionadas a la recompensa y la liberación de sustancias que producen placer”, precisa.

Según explicó el neurocirujano, en una sesión de meditación se liberan sustancias como la dopamina, la serotonina y la oxitocina que producen profundo placer. Además, se armonizan los parámetros vitales “como tensión arterial, pulso y frecuencia respiratoria, y se ha comprobado que personas que meditan con frecuencia tienen un mejor sistema inmune”, afirma el especialista.

El siquiatra Aldo Castiglioni nos cuenta que en la literatura científica se resalta el papel de la práctica del yoga por su utilidad para el mejoramiento de ciertas funciones cerebrales. “Se mejoran dominios cognitivos como la atención, mayor capacidad para concentrarse y la memoria de trabajo, capacidad que nos permite mantener en la mente los elementos que necesitamos para realizar una tarea mientras la estamos ejecutando”, se explaya.

Con respecto a los ejercicios físicos (asanas), el especialista en salud mental considera que el aumento de la flexibilidad del paciente, combinado con las prácticas de respiración y meditación “pueden enfocar la mente para desarrollar una mayor conciencia y disminuir la ansiedad”, explica el médico.

Además, en estudios realizados a pacientes, Castiglioni asegura que se halló “reducción de la angustia, mejora del estado de ánimo y regulación metabólica”, en practicantes habituales de yoga.

 

Además, la experiencia en consultorio le brinda pruebas de la eficacia de la práctica del yoga como tratamiento complementario para la depresión. “Esto, porque se minimiza el sesgo de pensamiento negativo, se aumenta la autoconfianza, se mejora el sueño y se disminuyen las preocupaciones”, afirma el doctor Castiglioni.

En cuanto al estrés en específico, el médico revisó estudios que indican que la práctica del yoga “mejora la función ejecutiva al atenuar los niveles de estrés, así como lo hacen también la relajación, la terapia cognitiva conductual o la danza”.

En otros experimentos científicos, el doctor Aldo Castiglioni comenta que se concluyó que la respiración, la meditación y la postura, generaban aumentos en la materia gris junto con aumentos en la amígdala y activación de la corteza frontal. A raíz de esto, el siquiatra es de la opinión de que la práctica del yoga “puede ser un tratamiento complementario eficaz para una población clínica y a la vez favorecer un envejecimiento saludable”.

En lo que refiere a los componentes químicos que nuestro cerebro debería liberar naturalmente y que en muchos casos no genera por diversos cuadros clínicos, otro estudio al que recurrió el doctor Castiglioni muestra que convertir el yoga en un hábito sostenido en un tiempo largo, conduce a un aumento en la producción de serotonina, junto con la disminución de los niveles de monoaminaoxidasa, una enzima que degrada los neurotransmisores, y el cortisol (la famosa hormona del estrés).

En conclusión, el profesional afirma que es incuestionable que la disciplina del yoga “parece aportar grandes beneficios en todas las esferas del paciente, siempre que se practique en un entorno adecuado, y con instructores capacitados”.

 

Y en medio de este abanico de beneficios, existe un encarnizado debate que lleva años, y que tiene que ver con el cuestionamiento de las religiones tradicionales a la práctica del yoga.

El sacerdote Óscar González, cura rector de la Catedral de Asunción, y uno de los pocos referentes de la iglesia católica que se animó a opinar sobre el polémico tema, nos explica que el principal obstáculo que el catolicismo ve al yoga se relaciona con la forma de oración. “Como técnica de relajación sí podría ser utilizada, pero oficialmente según documentos de la iglesia no puede sustituir a la oración cristiana, porque la única oración que nosotros hacemos es a Cristo”, enfatiza el cura.

Basado en las argumentaciones de la Sede Apostólica, el padre refiere que otro error que observan es que en el yoga se sobrevaloriza el espíritu “y se considera a la materia mala. No es correcto espiritualizar todo, para el cristianismo somos cuerpo y espíritu”, añade el clérigo.

Un tercer cuestionamiento del catolicismo para con la disciplina tiene que ver con la conceptualización sobre el padecimiento del ser humano.

“Este tipo de disciplinas te enseñan a no padecer, el hedonismo busca solo el bienestar, y el cristianismo enseña a soportar como Cristo soportó, el dolor, la enfermedad, todo lo ofrezco al señor”, señala.

Al consultársele qué respondería a un feligrés que le pregunte si puede practicar yoga siendo católico, respondió que no lo prohibiría, porque el cristianismo es libre en esencia, pero sí “le advertiría que introducirlo como un sistema de vida, tener unas horas del día de practicar esto, no. Le desaconsejaría, porque ahí se entra en un sistema cerrado, y el cristianismo es una relación con Dios”, puntualizó.

Finalmente, el sacerdote concluyó que la religión católica y el yoga “claramente se contraponen, y se complica para un seguidor de la iglesia católica ser también un practicante de yoga. Dios es el único creador y nosotros somos criaturas. Adorar a los elementos, al sol, a la ecología y demás es evadirse de la realidad que está viviendo la humanidad”.

Las opiniones son tan diversas como estilos de yoga existen en el mundo. Lo que ni los detractores pueden negar es la evidencia científica del beneficio que aporta a la calma del ser en su aspecto físico y emociona. Al final, en medio del debate, solo queda la decisión de la persona, que, en pleno uso de sus libertades, puede probar o descartar sus bondades.

 

 

 

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