La Iglesia Católica de Canadá presentó en septiembre pasado una disculpa formal a los pueblos indígenas tras el descubrimiento de más de 1.000 tumbas cerca de antiguos internados, donde los niños habían sido aislados de sus familias, del idioma y su cultura, como política de asimilación forzada de las llamadas Primeras Naciones.
El descubrimiento en febrero de 54 tumbas más sin identificación en dos antiguos colegios residenciales católicos para nativos, sumándose a los otros túmulos, volvió a conmocionar al país, arrojando luz sobre una página sombría de la historia.
Entre finales del siglo XIX y la década de 1980, unos 150.000 niños indígenas, mestizos y esquimales fueron reclutados a la fuerza en 139 internados en Canadá.
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Miles de ellos murieron, en su mayoría de desnutrición, enfermedades o negligencia, en lo que el Comité para la Verdad y la Reconciliación llamó “genocidio cultural” , según un informe de 2015. Otros fueron abusados física o sexualmente.
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“El papa nos oyó. Escuchó tres de las muchas historias que tenemos para compartir” y “asintió con la cabeza mientras nuestros sobrevivientes contaban sus experiencias”, aseguró a la prensa Cassidy Caron, presidente del Consejo Nacional Mestizo, al término de la reunión.
“Sentí algo de pena por sus reacciones (...) Las únicas palabras que pronunció en inglés fueron: ‘verdad, justicia y reparación’. Tomo eso como un compromiso personal” , agregó Caron frente a la plaza de San Pedro.
“Esperamos que el viernes, durante la audiencia con todos, el papa reconozca lo que le hemos compartido” y que ello “conduzca a un pedido público de perdón cuando visite Canadá” , dijo al referirse al posible viaje de Francisco a ese país, cuya fecha podría ser anunciada en esa ocasión.
Francisco deberá sumarse a la petición de perdón que han hecho los representantes de otras iglesias cristianas involucradas en esa tragedia como un gesto destinado a cerrar heridas.
Se trató de la primera de una serie de reuniones en el Vaticano con 32 representantes de los pueblos nativos de Canadá, que viajaron a Roma y el Vaticano acompañados por obispos de ese país, para mantener encuentros individuales con el pontífice a lo largo de la semana.
