Chillida, el exguardameta que “convirtió el hierro en viento”, según Galeano

Santiago Carbone Montevideo, 10 ene (EFE).- Alto, enjuto y con una manera “muy propia” de atajar, Eduardo Chillida iba a heredar al histórico premio Ricardo Zamora, según los expertos.

Eduardo Chillida trabajando en su estudio, 1991. Archivo Eduardo Chillida
Eduardo Chillida trabajando en su estudio, 1991. Archivo Eduardo Chillida

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Por ello, “el hombre que convirtió el hierro en viento” y fue uno de los escultores más importantes de la segunda mitad del siglo XX fue homenajeado que el escritor uruguayo Eduardo Galeano.

Futbolero e hincha de Nacional, "el peor pata de palo" -como dijo de sí mismo- dedicó uno de sus tantos relatos breves a quien este miércoles hubiese cumplido 100 años y lo puso al lado de reconocidas figuras del balompié mundial como Diego Armando Maradona, Obdulio Varela, Alfredo Di Stefano o Pelé.

Lo hizo en el libro "El fútbol a sol y sombra" (1995), biblia imprescindible para quienes defienden que el deporte y las letras pueden convivir.

"Eduardo Chillida era guardameta de la Real Sociedad, en la ciudad vasca de San Sebastián. Alto, enjuto, tenía una manera muy propia de atajar, y ya el club Barcelona y el Real Madrid le habían echado el ojo. Decían los expertos que ese muchacho iba a heredar a Zamora", indicó Galeano.

Pese a esto, el uruguayo recordó que el destino "tenía otros planes" para el artista que dejó una huella visible en todo el mundo, no sólo en colecciones privadas y museos, sino en el espacio público.

De hecho, sus obras pueden encontrarse en casi una veintena de países, la mayoría de ellas en museos, aunque muchas de sus esculturas forman parte también del paisaje urbano de siete países: España, Estados Unidos, Alemania, Francia, Suecia, Finlandia y Catar.

En España puede verse su obra en rincones dispares de San Sebastián, Vitoria, Bilbao, Madrid, Barcelona, Gijón, Valladolid, Santiago de Compostela, Sevilla, Palma de Mallorca y Toledo, entre otras.

En su cuento, el escritor uruguayo rememoró que en el año 1943 un delantero rival "le rompió los meniscos y todo lo demás".

"Al cabo de cinco operaciones en la rodilla, Chillida dijo adiós al fútbol y no tuvo más remedio que hacerse escultor", subrayó el autor de "Las venas abiertas de América Latina" y "Memoria del fuego", quien acotó que de esa forma nació "uno de los grandes artistas del siglo".

Y añadió: "Chillida trabajaba con materiales pesados, de esos que se hunden en la tierra, pero sus manos poderosas arrojan al aire el hierro y el hormigón, que volando descubren otros espacios y crean otras dimensiones. Antes, en el fútbol, él hacía lo mismo con su cuerpo".

En el día de su centenario, el club de fútbol Real Sociedad también recordó a su exjugador con una publicación en sus redes sociales, en la que destacó, al igual que hizo el uruguayo en su libro, que con su retiro el equipo perdió un portero y el mundo ganó un artista.

"El arte de Chillida residía en sus manos. Fue guardameta de la Real en la temporada 42/43. Le ficharon viéndole jugar en la playa. Pero una lesión en una de sus rodillas le obligó a dejar el fútbol a los 19. Y dejó de ir a Atotxa (antiguo estadio de la Real) porque pasaba envidia. Después fue uno de los escultores más importantes del siglo XX", indica un video publicado en la cuenta de X del equipo donostiarra.

Nacido el 10 de enero de 1924 y fallecido en 2002 a los 78 años, el escultor vasco hizo más de 1.400 esculturas, así como dibujos y una destacada obra gráfica, fruto de las reflexiones de un hombre religioso y profundamente atraído por la filosofía para el que el tiempo, la naturaleza, el mar, la luz, el espacio y la materia fueron una constante referencia.

Muchas de sus obras en espacios públicos mantienen un vínculo muy particular con la naturaleza. Un claro ejemplo es su memorable “Peine del Viento”, inmensa escultura compuesta por varios bloques en las que, como escribió Galeano, el artista retorció el hierro hasta convertirlo “en viento” como una extensión de las rocas a los pies del Monte Igeldo, en uno de los extremos de la fotografiada bahía de la Concha de San Sebastián.

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