Pablo Pereira y su familia llevan seis años dedicándose a la apicultura, una actividad que combina paciencia y conocimiento, centrada en criar y cuidar abejas para obtener su valioso producto, que es la miel.
Él integra la Asociación de Apicultores “Yvoty Rykuere”, que a nivel departamental nuclea a más de 500 productores, y el comité Eirete Tañarandy de San Ignacio cuenta con 65 productores.
Cada colmena representa un mundo de esfuerzo y armonía con la naturaleza, donde el trabajo familiar se une a la labor incansable de estos pequeños insectos para transformar el néctar en productos que nutren y benefician a las personas, indicó el productor.
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“Hace seis años inicié este trabajo con el apoyo, en aquel entonces, del gobernador de Misiones Carlos Arechea, hoy diputado, quien impulsó este proyecto para los productores de miel del departamento. No fue fácil desde el inicio, como ocurre con cualquier emprendimiento, ya que implica costos de mantenimiento. La primera etapa contó con el apoyo de las autoridades correspondientes, pero después tuvimos que continuar por nuestra cuenta”, explicó.
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Pereira indicó que al inicio tuvieron que traer enjambres de abejas de otras zonas del departamento para instalarlos en las colmenas y poder iniciar su producción. Sin embargo, hoy en día la actividad es más sencilla, ya que las abejas se sienten atraídas naturalmente por las colmenas y acuden a ellas para forrajear y recolectar néctar.
“Con el apoyo del Viceministerio de Agricultura y la Gobernación de Misiones, inicié con cuatro colmenas, y hoy, gracias al cuidado y dedicación que brindamos en mi finca, contamos con 14 colmenas. De cada una solemos extraer entre 15 y 20 litros de miel, pero si se deja madurar completamente durante un año, se puede llegar a obtener hasta 50 litros”, agregó.

El proceso de la apicultura es el siguiente: para iniciar, se tiene que capturar el enjambre de abejas e instalarlo en las cajas preparadas especialmente, donde deben trabajar para la producción de miel, lo cual tiene una duración de un año.
“Durante este proceso el cuidado es minucioso, ya que enfrentamos dos grandes enemigos: las personas malintencionadas que suelen robar la miel o incluso la colmena entera, y las hormigas, que atraídas por la dulzura, invaden las colmenas y pueden asustar a las abejas, provocando que abandonen nuestra zona de producción”, acotó.
Una vez que el enjambre completa su trabajo de producción de miel, el apicultor inicia la cosecha, revisando las colmenas para determinar si están listas. Cuando se confirma que la miel está en condiciones, se procede a un proceso especial de extracción y preparación para su uso o venta.

“Una vez que los panales estén operculados procedemos a extraer la miel. Primero se pasan por una máquina desoperculadora para remover la capa de cera, luego se introducen en la centrifugadora, donde se exprimen los panales y se filtra la miel. Después, se deposita en un decantador para luego envasarla, lista para su venta al público en general”, explicó Pereira.
Pereira destacó que, después de la leche materna, la miel de abeja es uno de los alimentos más completos por su alto valor nutricional. Agregó que la comercialización es muy favorable, ya que logran vender toda la producción, convirtiéndose en una alternativa eficaz para el sustento familiar cuando se trabaja en condiciones adecuadas. Asimismo, pidió a la ciudadanía cuidar a las abejas, al considerarlas las principales polinizadoras naturales del mundo.
