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En una entrevista concedida a ABC Cardinal, el obispo de San Lorenzo, Joaquín Robledo, indicó que no conoce los detalles de la inversión o los aportes que se recibieron para la construcción del templo Madre del Buen Consejo, que se inauguró ayer en Ypacaraí. Es de la congregación Heraldos del Evangelio y está asentado en la jurisdicción del obispado de San Lorenzo.
“Lo que yo escuché era que amigos de ellos (los Heraldos) le han ayudado, ¿verdad? Pero no tengo datos concretos”, afirmó el prelado, quien ofició la misa inaugural.
La obra se inició en 2014 y fue financiada mediante el aporte que brindaron los feligreses, informó el superior regional de la Congregación, Rafael Ibarguren. Se le consultó sobre el monto de la inversión al encargado de la obra y también miembro de los Heraldos, Preetham Da Silva, pero afirmó que preferían no revelar esa información.
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Años atrás, algunos medios de comunicación le preguntaron al entonces obispo de Caacupé, Claudio Giménez, sobre la millonaria inversión para completar la estructura edilicia de la Basílica y el Santuario Nacional de Caacupé. Al igual que Robledo, contestó que no llevan un registro de aportantes.
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Asimismo, ya en 2012, la Secretaría de Prevención de Lavado de Dinero (Seprelad) anunció que supervisarían las donaciones, aportes y otras contribuciones que reciben las Iglesias evangélicas. Sin embargo, los controles no se extendieron a la católica, según los datos.
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A partir de 2010, varios escándalos de presunto lavado de dinero sacudieron a la Santa Sede. El Vaticano inició una serie de medidas contra el blanqueo de capitales y el reciclaje de dinero sucio.
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Los Heraldos del Evangelio se autodefinen como una Asociación Privada Internacional de Fieles de Derecho Pontificio de la Iglesia católica. Se fundó en Brasil por João Scognamiglio Clá Dias y fue reconocida por el Vaticano en 2001. Se caracterizan porque parte de su grey, aunque siga siendo laica, decide llevar una vida consagrada en la que se defiende el celibato y se dedican al apostolado. Éstos, normalmente viven en comunidades masculinas o femeninas y visten pesadas túnicas, botas y cadenas por cinturones.