Tereho egueru ju inimbóre

Peêpa peikuaa mba’e he’ise España ñe’ême “tereho chéve egueru ju inimbóre”. De saber la respuesta y la acción consiguiente a este “comando” en guaraní dependía no ser golpeada con garrote ni arrojada contra la pared a la corta edad de siete años. Presa de la desesperación esta criatura solo respondió “no sé”. La nefasta consecuencia no se hizo esperar, acompañada del malvado comentario que decía: ¿Cómo una campesina no sabe (hablar) guaraní? Se trataba de una criatura oriunda de San Dionisio, Misiones. En esta localidad, en aquella época (los años 60) era muy mal visto hablar en idioma guaraní y quien osaba ser “guarango” era también castigado con cintos y palos. Esta historia de maltratos es la de muchos niños y niñas venidos del interior del país para “trabajar” como criados a la capital. Esta niña en particular fue abandonada por su padre en una casa que quedaba en la calle Herrera entre México y Antequera. Ya pasaron muchas décadas de la “anécdota”. Lo cierto es que ella supo sobrevivir a estas vicisitudes y aprendió a ser “guaranga” en Asunción.

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La historia viene a cuento del caso de la atleta paraguaya Fátima Amarilla que en la semana que pasó recibió muchos “palos virtuales” luego de una entrevista en la prensa ecuatoriana en la que le pedían hablar en guaraní luego de una competencia y ella respondió estar bloqueda. Amarilla es una joven que ostenta varios récords de su disciplina, es estudiante de Marketing y sueña con llegar a los Juegos Olímpicos de París 2024. A saber, Fátima fue a Ecuador a competir en una justa deportiva, no a un seminario de idiomas autóctonos. En el marco del “incidente lingüístico”, Amarilla fue defendida también por otra parte de los internautas quienes visibilizaron que, pese a padecer el síndrome de Aspeger, es una atleta de élite. Según la literatura especializada, Asperger es un trastorno generalizado del desarrollo que afecta las competencias de la comunicación social de la persona (no entiende expresiones literales como bromas, ironías, etc.); se mantiene fiel a la rutina y le cuesta adaptarse a los cambios. Para quienes preguntan si ¿por qué no le enseñaron aunque sea algunas palabras? Lo hicieron, por eso dijo que entendía el guaraní pero que en ese momento estaba bloqueda (por la presión de la competencia) y todos la criticaron en lugar de apoyarla. En este país la gente padece lo que se llama el falso nacionalismo. Se indigna más por una joven que no sabe decir “mba’éichapa” ante cámaras que por los políticos corruptos que nos roban todos los días, por el pésimo sistema de salud consecuencia de la corrupción, por los planilleros, por la falta de vacunas y medicamentos. En fin, la hipocresía que garrotea física o figurativamente a quienes no saben hablar guaraní y permanece impávida ante la infamia que nos mata.

A propósito, ju inimbóre significa aguja con hilo. Tapehasa porãiterei ko arateîme.

mescurra@abc.com.py

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