Así, de manera inesperada, surgen muchas veces estos encuentros, “casualidades provechosas” como gusta de llamarlas una amiga. De esta forma conocí personalmente a Edwin “Inchi” Brítez, misionero de nacimiento y un hombre de prolífica labor a través de toda su vida profesional dedicada al periodismo en nuestro país, columnista destacado y autor de varios libros, algunos de ellos en coautoría, especializado en estudio de políticas públicas, investigación de política interna, derechos humanos, técnicas de investigación periodística y sistemas políticos, que desarrolló en cursos y seminarios en diferentes países del mundo, y por añadidura analista político con una visión crítica y agudeza muy particulares.
Este señor parado frente a nosotros vestido con ropa de faena, tuvo oportunidad de estudiar en detalle la estructura de sistemas políticos de varios países, y estos conocimientos sumados a su expertise le dieron una visión que plasmó en sus artículos y obras durante años, para deleite -y preocupación- de quienes disfrutamos de su lectura. Fue un privilegio leer sus artículos por años en el diario ABC, de los que me atraían dos rasgos fundamentales que siempre los caracterizaban: 1) En forma recurrente, refería a la responsabilidad que tenemos todos de la situación que estamos viviendo, relacionada tan intrínsecamente a nuestra madurez cívica, o la falta de ella; y 2) Su estilo aparentemente sencillo, ameno de leer, pero que llama al lector a la reflexión y a revisar una y otra vez diferentes partes del artículo para entenderlo en profundidad.
Inchi dice haberse retirado, pero la verdad es que gente como él no se jubila. Su trabajo, su obra de décadas, marcaron huellas en muchas personas, y ese legado perdura. Y él mismo, persona inquieta con una mente más inquieta aún, tampoco puede terminar de cerrar sus apuntes, notas y material de respaldo, ni acabar de apagar su programa de procesador de textos. Y es así que hace pocas semanas, nos volvió a sorprender con el lanzamiento de su libro “Paraguay, 34 años de Demosgracia”, donde hace un análisis de la desabrida democracia devenida después de la dictadura del General Stroessner, que por cierto duró tanto como la libertad irresponsable que disfrutamos desde entonces.
Fiel a su estilo, incisivo y desafiante, Edwin Brítez habla de una democracia que no adquirimos o nos ganamos por el ejercicio de nuestros derechos, sino que se dio dentro de una coyuntura de intereses y que, no habiéndose solidificado nunca hoy parecería estar en retirada, por toda la corrupción imperante y la forma atroz en que grupos mafiosos de enorme poder económico levantaron de tal forma la vara, que barrieron con las bases democráticas sumamente endebles que teníamos, comprando a gente que se deja comprar.
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El salón en que se llevó a cabo el lanzamiento de su última obra estaba repleto de gente del ambiente periodístico, investigadores, sociólogos… un público diverso, pero con un factor en común: La convicción compartida de que tuvimos un régimen dictatorial que retrasó no 34 años, sino mucho más a un país que no termina de levantarse. Y en medio de “esta clase de gente”, las expresiones del autor del tipo “si no cambiamos rápidamente, pronto será más peligroso portar libros que armas”, provocaba la hilaridad de personas que, pese a todo, aprendieron a reírse de la desgracia de vivir en una sociedad que no termina de desperezarse.
Frases como “una democracia que comenzó con un jolgorio hace 34 años, pero que está en franca retirada, y donde llegamos al punto de ser cacheados para entrar a una reunión política” también estuvieron presentes, poniéndose énfasis una y otra vez en que la herramienta más poderosa y válida con que cuentan la libertad y la alternancia política es el elector, que parecería superado por todo un sistema pérfido de estancamiento y retroceso, en el que la partidocracia tiene enorme responsabilidad. Y es que, nos guste o no, una gran mayoría aún elige con el mismo criterio que alienta a su club de fútbol: Por los colores de la camiseta.
Recalcó la esperanza que se debe poner en la juventud, que cual gigante dormido ingresa el Registro Electoral con más educación y conciencia cívica, libre de prejuicios y de los vicios que tantas oportunidades les quitaron a sus padres y abuelos. Con una dinámica muy propia, desprovista de ropajes vetustos y perimidos, este segmento de la sociedad puede darle un nuevo rostro a la democracia, “pero debe querer hacerlo y tener la convicción necesaria”, terminó acotando nuestro Quijote criollo.
No estuvieron ausentes en sus apreciaciones las críticas a los partidos tradicionales, que en vez de pelear en su condición de medios para incentivar la vida democrática y participación ciudadanas, se convirtieron en feudos de ciertos políticos, que los administran y manejan como si fueran sus empresas particulares. La gente debe identificarse con un proyecto y las personas que los lideran, y presionar desde abajo los objetivos. Esto no será posible mientras las decisiones partidarias –que afectarán a todos los ciudadanos- se firmen en el quincho de una residencia particular. ¡Algo nunca visto sino hasta los últimos años!
La democracia paraguaya obtenida hace un par de décadas a cañonazos, vendida al pueblo con grandes letras populistas y celebrada cual Carnaval, no fue producto de la madurez social. Sí, había una efervescencia mayor en torno a las reivindicaciones ciudadanas y lucha por elecciones libres reales, pero el golpe lo dieron grupos de poder muy compenetrados con la propia estructura del sistema anterior. Por eso, considera esto una “Demosgracia”, un regalo que recibimos sin merecerlo verdaderamente, y al cual “no le sacamos el jugo”.
Como sistema de gobierno de un país, el democrático no es perfecto, pero las naciones prosperan y viven mejor bajo este régimen, y citamos aquí al genial Winston Churchill que nos obsequió esta frase que pasó a la historia “la democracia es el peor sistema de gobierno, a excepción de todos los demás que se han inventado”.
Como en cientos, miles de artículos a través de los años, Brítez disecciona las aristas de la política local, las separa y expone al cabal entendimiento y crítica de aquéllos dispuestos a mirar de frente la cruda realidad. El mensaje final es contundente: “la sociedad y el empresariado deben moverse, aplicando medidas firmes para terminar con la corrupción, descontinuar las prebendas estatales e impulsar el castigo a la compra y también venta de votos en los comicios”.
Esta voz en disidencia, una vez más, fue contundente y direccionada, sin adornar demasiado la realidad pero suavizándola con algunos matices esperanzadores, finalmente qué seríamos sin la esperanza de que, aún en este país aletargado, las cosas puedan cambiar. Solo resta seguir peleando para que cada paraguayo que tenga ojos y oídos pueda al fin ver y oír correctamente y comprender mejor la realidad que tiene por delante. Como las rocas que componen un cimiento, tus palabras potentes formaron una base y crearon efecto: tu mensaje llegó fuerte y claro apreciado Inchi.