Corregir y ser corregido

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El ser humano es limitado, y esto se manifiesta con frecuencia en nuestras actitudes, aunque en pensamientos hacemos notables hazañas, si bien muchas no sean realistas.

Estas limitaciones determinan que nuestro progreso en las relaciones interpersonales sea despacioso, y normalmente, con altibajos.

Además, en la historia personal de cada uno encontramos heridas emocionales no bien cicatrizadas, que de alguna manera nos bloquean, y a veces, nos despistan de modo preocupante.

Igualmente, nos achaca la realidad del pecado, que es una falta contra la razón, la verdad y la conciencia recta. También es faltar al amor verdadero para con Dios y para con el prójimo, a causa de un apego perverso a ciertos bienes.

El hombre moderno tiende a no considerar con mucha atención al pecado como ofensa voluntaria, pero él desfigura nuestra semblanza como criaturas de Dios.

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Todo esto complica el proceso de corregir y ser corregido, así, Jesús nos enseña: “Si tu hermano peca contra ti, ve y corrígelo en privado”.

Todos hacemos esta amarga experiencia: los otros nos perjudican, nos tienen envidia y nos ponen trampas. Y lo que es igualmente asustador: nosotros les hacemos las mismas cosas...

Delante de la realidad de pecar y destruir, Jesús nos manda no ser indiferentes: “Ve y corrígelo en privado”.

Normalmente, designamos como “corrección fraterna” al hecho de llamar la atención de quien se ha equivocado. Las dos palabras tienen un peso acentuado: es una “corrección”, porque subraya una falla e indica mejores caminos. Es también “fraterna”, pues no puede existir ánimo de humillar, o de juzgarse superior al otro.

El hecho de ser “en privado” tiene un significado importante, ya que criticar delante de otros es más doloroso. Debemos: “Elogiar en público y criticar en privado”.

Al corregir a la otra persona no se debe usar palabras sarcásticas, y mucho menos gritos y amenazas.

Asimismo, la persona que recibe la corrección debe tener la humildad de escuchar lo que el otro le quiere decir, y a su turno, hablar de modo respetuoso. No es sabio contraatacar y mostrar que el otro también es un mísero badulaque, porque hizo esto y aquello.

Para corregir en privado, y para aceptar ser corregido, es necesaria una vida espiritual bien cuidada, ya que nuestra condición humana, con tantos caprichos y soberbias, nos juega una mala pasada.

Por eso, como nos enseña Jesús, recemos con frecuencia en familia, pues donde dos o tres están reunidos en Su nombre, él está presente en medio de ellos, y esto facilita bastante el corregir y ser corregido.

Paz y bien