Aprendiendo de la historia: para acabar con el nepotismo, hay que levantarse

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En Paraguay, la sombra del nepotismo y el favoritismo político se cierne sobre nuestra administración pública, oscureciendo el ideal de la meritocracia. Pero hay que reconocer que nuestra democracia es todavía joven y varios países hoy desarrollados se encontraban en situaciones similares al nuestro en su pasado. Por ejemplo, en la historia de Estados Unidos encontramos paralelos sorprendentes y lecciones de esperanza y reformas.

Hace más de un siglo, Estados Unidos lidiaba con su propio nepotismo y clientelismo al cual llamaban el “sistema del botín” (“spoils system”), donde los cargos públicos se entregaban como premios a la gente leal a los políticos, sin consideración alguna por su capacidad o mérito. Por mucho tiempo Estados Unidos funcionó como una democracia relativamente corrupta, muy desigual, y bastante imperfecta—sin siquiera mencionar la falta de derechos civiles de la población afroamericana. El alto nivel de prebendarismo llegó a un punto crítico con el asesinato del presidente James Garfield en 1881 por un desequilibrado Charles Guiteau, quien, sumido en el despecho por no recibir un puesto diplomático a pesar de su trabajo electoral, cometió un acto que sacudió la conciencia nacional.

Este trágico acontecimiento, nacido de las mismas prácticas corruptas que hoy enfrentamos, fue el catalizador de un clamor público que no podía ser ignorado. Los reformadores del servicio civil, impulsados por la tragedia, establecieron la Liga Nacional de Reforma del Servicio Civil y emprendieron una campaña pública que culminó en un cambio significativo: el comienzo del establecimiento del sistema de méritos a través de la Ley de Servicio Civil Pendleton, la cual sentó las bases de la administración pública moderna en aquel país. La Ley Pendleton estableció la selección de algunos funcionarios públicos mediante concursos y exámenes competitivos, en lugar de vínculos con políticos o afiliaciones políticas. También declaró ilegal despedir o degradar el nivel del cargo de funcionarios públicos por razones políticas y creó la Comisión de Servicio Civil de los Estados Unidos para hacer cumplir el sistema de méritos.

La serendipia de esta reforma es innegable: una ley propuesta en 1880 que no encontró eco en el Congreso cobró vida solo después del magnicidio de Garfield. La conmoción de su asesinato fue el eco que necesitaban los defensores de la reforma para que su voz se escuchara en todo el país. Los demócratas, entonces en la oposición y abanderando la causa de la reforma, tomaron control de la Cámara de Representantes en las elecciones de 1882, demostrando que el activismo y las urnas pueden y deben jugar un rol catalizador en la lucha contra la corrupción.

Paraguay, aunque joven en su desarrollo institucional, no está condenado a repetir indefinidamente la historia de sus días más oscuros. Así como la nación norteamericana encontró en figuras como Frank Serpico, quien desafió la corrupción y extorsión policial de sus colegas en Nueva York de los años 60 y 70, poniendo su vida en riesgo para traer integridad a la fuerza, nosotros también debemos buscar y celebrar a nuestros propios héroes de integridad.

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Tampoco olvidemos las lecciones de libros como los “Medios de Ascenso” (“Means of Ascent”) de Robert Caro, donde se detalla cómo Lyndon Johnson (quien llegó a ser presidente de Estados Unidos), en su elección al Senado en 1948, encarnó las prácticas corruptas de compra de votos y manipulación electoral. Más información sobre este escándalo y manipulación en la urna 13 se puede encontrar en internet (“the Box 13 scandal”), inclusive evidencia recién descubierta el año pasado (2023) que corrobora el fraude realizado en esa elección. A pesar de que hace solo medio siglo ciertas elecciones en los Estados Unidos tenían problemas, hubo reformas que eliminaron estos vicios de las elecciones más recientes en Estados Unidos. Tampoco todas las figuras son irredimibles. A pesar de su forma de ascenso inicial, Johnson llegó a convertirse en un agente de cambio significativo en la política estadounidense a través de leyes que impulsó como la de Derechos Civiles de 1964 que prohibía la discriminación racial en su país.

La historia nos enseña que el cambio es posible, pero rara vez es inmediato o sin complejidades. Requiere la confluencia del descontento popular, la valentía de individuos dispuestos a enfrentar un sistema corrupto y la voluntad política para implementar reformas fundamentales.

En Paraguay, enfrentamos nuestros propios desafíos con el nepotismo y la corrupción, pero debemos recordar que el cambio, aunque a menudo inesperado y complejo, es posible. La historia estadounidense nos muestra que con persistencia, valentía y la presión adecuada, incluso las instituciones más estancadas pueden reformarse. Es nuestro deber como ciudadanos crear un ambiente donde la integridad y el mérito no solo sean valorados, sino exigidos, para llegar al bien común.

Relacionado a esto, existe un proyecto de ley vía iniciativa popular que un grupo de ciudadanos está proponiendo para eliminar el nepotismo. La ley actual tiene lagunas que son aprovechadas por los políticos para contratar a su parentela, lo cual varios políticos admitieron que es inmoral pero no ilegal en el contexto legal actual. El proyecto de ley vía iniciativa popular necesita del apoyo de 48.500 firmas para que sea tratado en el Congreso y tu participación como lector de este artículo podría contribuir su grano de arena para lograr que se considere esta ley en el congreso. Esta iniciativa popular fue presentada a la Justicia Electoral (como corresponde) el 15 de enero, y días después aparecieron proyectos de ley de otros congresistas del partido oficialista, los cuales tampoco abordan en su totalidad la problemática actual del nepotismo. Por eso es importante lograr que se considere este proyecto de ley ciudadano más completo.

Nos encontramos en un punto de inflexión, donde el activismo y presión pública pueden servir como catalizador para un cambio duradero y significativo. Al igual que en Estados Unidos, la reforma puede surgir de la serendipia de un evento trágico o del gradual despertar de la conciencia colectiva. Sea cual sea el camino, el objetivo es claro: una administración pública basada en el mérito, la competencia y la integridad, que sea el motor para el bienestar de todos los paraguayos. Aunque la posibilidad de cambio se vea ínfima, la historia de otros países nos indica que incluso en estos casos es posible encontrar puntos de inflexión. Quizá el nuestro esté más cerca de lo que parece, pero para que se materialice necesitamos actores dispuestos a dar pasos desafiantes y una ciudadanía que les apoye a cada paso. La luz del cambio brilla en el horizonte; es nuestro deber caminar hacia ella.

*Candidato a PhD en Economía Política y Gobierno por la Universidad de Harvard