Cuando todos saben… pero se callan

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Quien más quien menos tiene a alguna conocida que fue a dar al hospital a consecuencia de una sospechosa “caída de la escalera”, un infame “golpe por la puerta” o una “caída en el baño”, que pone a prueba al más avezado perito forense. De antemano sabemos que de esos “accidentes” no son otra cosa que producto de la brutalidad de una relación violenta y tóxica. Cuando esos episodios llegan a la última ratio resulta que “todos sabían que algo andaba mal en esa relación” pero nadie hizo nada para ayudar ¿por qué?

La respuesta a esta pregunta para nada es taxativa. La violencia hacia la mujer, así como la violencia intrafamiliar es un problema grave y persistente agravado por factores que tienen con las complejidades culturales y la normalización de la violencia hacia la mujer que en ocasiones terminan en feminicidio.

De hecho, el año pasado se registraron más de 40 feminicidios, y en lo que va del año los números no son para nada alentadores. A pesar de la gravedad de los casos violentos en muchas ocasiones testigos, familiares y personas cercanas a las víctimas no intervienen.

Esto no es desinterés hacia el problema, tiene causas profundas y complejas y justamente debido a estas características es que es muy difícil ayudar a la víctima que está sumida en lo que en psicología se conoce como círculo o ciclo de la violencia, concepto introducido por la psicóloga Lenore E. Walker en la década de 1970.

¿Pero qué es el círculo de la violencia y cuáles son sus etapas? Consta de tres y es crucial entenderla para poder iniciar el proceso de escape.

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Tensión Creciente: la tensión dentro de la relación aumenta gradualmente. Las víctimas pueden sentirse como caminando sobre cáscaras de huevo, tratando de evitar provocar al agresor. Pequeños desacuerdos pueden escalar rápidamente, creando un ambiente de miedo e incertidumbre.

Incidente Agudo de Violencia: Esta fase se caracteriza por un brote de violencia. Puede incluir violencia física, emocional, psicológica o sexual. Después del incidente, el agresor puede experimentar arrepentimiento o actuar como si nada hubiera ocurrido, mientras que la víctima queda en un estado de shock, miedo y confusión.

Luna de Miel: En esta etapa, el agresor puede pedir perdón, prometer que el abuso no volverá a ocurrir, y comportarse de manera cariñosa y atenta. Esto puede convencer a la víctima de que el agresor ha cambiado, lo que a menudo lleva a una reconciliación. Sin embargo, con el tiempo, la tensión comienza a acumularse de nuevo, reiniciando el ciclo.

Aunque sigue sin dar la respuesta del ¿por qué nadie hace nada? Ofrece pistas para saber qué es lo que está sucediendo y aproximarse de manera cauta para encontrar una solución al problema de la violencia. Se debe agregar que en todo esto, tanto la víctima como quienes son testigos de episodios violentos puertas adentro, el miedo es un sentimiento paralizante.

El miedo, sostienen los entendidos, representa uno de los principales obstáculos para intervenir. Muchas personas temen convertirse en el próximo objetivo de la violencia al tratar de ayudar, especialmente si el agresor es alguien de carácter intimidante o si posee una posición de poder dentro de la comunidad.

Otra cuestión es que, con frecuencia, las personas asumen que alguien más intervendrá o que las autoridades ya están al tanto de la situación. Este fenómeno psicológico, conocido como el “efecto espectador”, diluye la responsabilidad percibida entre múltiples testigos, llevando a una reducción en la probabilidad de que alguna persona actúe.

La incertidumbre sobre cómo actuar correctamente puede paralizar a potenciales ayudantes. Muchas personas no están familiarizadas con las vías legales o soportes comunitarios disponibles para víctimas de violencia intrafamiliar. La falta de conocimiento acerca de cómo asistir a alguien en esta situación puede llevar a la inacción.

Para romper el ciclo de indiferencia y violencia, es fundamental fomentar una cultura de intervención activa y cuidado mutuo. Esto incluye educar a la población sobre las señales de advertencia de la violencia intrafamiliar, así como sobre las maneras seguras de ofrecer ayuda y soporte a las víctimas.

Ciertamente existen iniciativas públicas y privadas por separado y en otras ocasiones una alianza entre ambas. Una de las más conocidas es el protocolo Tapabocas 37 que se activa ni bien la víctima invoca el código de ayuda con estas palabras.

Sin embargo, todavía hace falta que esta situación sea abordada de manera integral pues la violencia no solamente afecta a la víctima sino a todo su entorno y tiene consecuencias socioeconómicas, en el mejor de los casos, y otras que pueden conducir a la muerte, en el peor de los casos.

El Estado debe ofrecer respuestas a este problema, pues los discursos son muy lindos, pero en la realidad hay mujeres que en este preciso momento están sufriendo lo indecible y no tienen garantías por parte de los sectores responsables de ofrecerle ayuda y respuestas definitivas para salir del infierno del que algunas salen pagando con su vida, cosa que todos ya sabían que sucedería, pero, nadie supo hacer nada más que lamentarlo.

Dónde denunciar hechos de violencia contra la mujer

Si sos víctima o tenés conocimiento de un caso de violencia contra la mujer llamá al 137 “SOS mujer”. Tiene cobertura nacional las 24 horas, todos los días, y es gratuita.