Los cien años de Elvio, son también los años de la creación de la guarania. También este diciembre se recuerda el primer aniversario de la Declaración de la Guarania como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la Unesco.
En el volumen II de “Conversaciones Político – Militares”, el historiador y periodista Alfredo Seiferheld, en los inicios de los años ’80 incluyó una extensa entrevista a Elvio, realizada en Buenos Aires donde el poeta cumplía su largo exilio sin romper ni un instante la cuerda que le ataba a su tierra.
Elvio nació en Yegros, Caazapá, el 1 de diciembre de 1926. Falleció en Buenos Aires en mayo de 2004, Tenía 20 años cuando la revolución de 1947 lo expulsó del país. En este enredo perdió el original de sus primeros trabajos, “Días roturados”, que luego ha tenido que reconstruirlo parcialmente. Así comenzó su vida en Buenos Aires. Desde entonces, hasta el final de sus días, labró palabras, ideas, pensamientos. Y una conducta ciudadana ejemplar.
A una pregunta de Alfredo sobre “¿Cómo nacieron sus primeros versos?” Elvio responde: “No lo se. Supongo que en la calle, al son de un trompo o cazando pájaros, porque empecé a escribir siendo chico; la música y la poesía, mis dos pasiones, creo que nacieron conmigo”. Y agrega que leía desaforadamente a los novelistas del siglo XIX: Dumas, Zola, Dostoievski, Gorki, Hugo, Ponson Du Terrail, Manzoni, etc. “que encendían nuestra imaginación”.
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A Elvio le tocó padecer los rigores de dos dictaduras: La del general Higinio Morínigo (1940-1948) y la del general Alfredo Stroessner (1954–1989) que le cerraron las puertas del país a igual que a otros destacados intelectuales y artistas compatriotas. Pudo volver al Paraguay recién a la caída de la dictadura. Pero antes, en la década de los ’80, estuvo por 48 horas en Asunción. Alfredo, no recuerdo si por sí mismo o algún amigo influyente, consiguió del ministro del Interior, Sabino Montanaro, el permiso para que Elvio presentara “Nazismo y Fascismo en el Paraguay”. Fue en el Centro Cultural “Juan de Salazar”, colmado de admiradores del poeta. Como en ocasiones semejantes, también se encontraban policías de civil tomando nota.
En la entrevista con Alfredo, Elvio se acordó en especial de Rafael Barrett que el próximo día 17 se cumplirá otro aniversario de su temprana muerte, en Francia. Fue en 1910. “Había alguien cuya fuerza y prestigio ejercieron un magisterio único en mi vida hasta el día de hoy: Barrett, nuestro apóstol, el insustituible maestro (…) Él nos enseñó a encarar la realidad paraguaya sin eufemismos ni tramoyas patrioteras, fue quien tocó la llaga de nuestros males y bregó por nuestra redención en la hora de los falsarios. Es el gran maestro de nuestra literatura”.
Viajar a Buenos Aires y encontrarse con Elvio era una fiesta aunque al regreso se tenía que rendir cuentas a la policía de Investigaciones en el aeropuerto o en sus oficinas, en el centro. El poeta era un gran comunicador, ameno, chispeante, memorioso. En sus relatos –hablaba también con los ojos- las anécdotas fluían con gracia y hacían que el tiempo fuese muy breve. No obstante los años de exilio, mantenía un fluido contacto con poetas y escritores del país que lo expulsó pero del que nunca estuvo ausente a igual que José Asunción Flores, Roa Bastos, Lara Bareiro, y tantos otros dignos ciudadanos.
Elvio Romero es una figura esencial de nuestra poesía.