Para las familias, la llegada de hijos adolescentes o adultos jóvenes que migraron a la capital es motivo de alegría. Sin embargo, detrás de esa imagen romántica del retorno navideño se esconde una problemática estructural que el país no ha logrado resolver. La precariedad laboral, los salarios insuficientes y la casi inexistente seguridad social en gran parte del interior empujan a los jóvenes a abandonar sus comunidades en busca de mejores condiciones.
Cada año se repite el mismo fenómeno: miles de jóvenes provenientes de ciudades departamentales e incluso de distritos rurales emprenden el viaje a la capital con la esperanza de conseguir, al menos, el salario mínimo. Esa aspiración modesta se vuelve inalcanzable en sus lugares de origen, donde el mercado laboral es reducido y mayormente informal.
Las empresas privadas que cumplen con las obligaciones legales, ofrecen seguridad social y pagan salarios acordes a la ley son escasas fuera del área metropolitana. Por ello, quienes desean quedarse en sus comunidades se ven obligados a disputar pocos puestos de trabajo formales, compitiendo en un entorno donde la oferta laboral es limitada y las oportunidades de crecimiento, aún más.
El ingreso al sector público, que debería constituirse en un acceso meritocrático a la estabilidad, se ha convertido para muchos jóvenes en la única alternativa para obtener un salario decente en el interior. Pero ese camino está marcado por prebendarismo y clientelismo político.
Todos los beneficios, en un solo lugar Descubrí donde te conviene comprar hoy
Esta realidad alimenta un círculo vicioso: quienes no cuentan con vínculos políticos o posibilidades económicas para sostener una larga militancia se ven forzados a migrar: jóvenes capacitados, motivados y con deseos de construir un futuro, pero que no encuentran condiciones para hacerlo en sus propias comunidades.
Las consecuencias de este éxodo se sienten no solo en las familias, que deben vivir separadas la mayor parte del año, sino también en las economías locales, que se ven debilitadas ante la pérdida de población activa. El abandono progresivo de los pueblos por parte de sus jóvenes amenaza con profundizar los desequilibrios territoriales y consolidar aún más la centralización económica en la capital, contrario a los proyectos que profesa el Gobierno, de descentralización e igualdad de oportunidades.
siro.benitez@abc.com.py