Algo nos dice, adentro, que hay que apurarse, porque no queda tiempo. Y claro, las últimas hojas del calendario caen rápidamente, desaparecen sin que podamos de tenerlas, porque así fue, es y será siempre como manda el Dios kronos.
Es asombroso ver como todos corren, sin saber exactamente porque ni hacia donde se dirigen. Lo malo es que tampoco llegamos a hora y pueden ocurrir percances. Accidentes, depresión, nostalgia, estrés, cualquier evento sucede estos días. No podemos poner reglas ni dar consejos. Cada cual vive su historia según cómo le va en la vida. Están las personas súper felices qué se ilusionan porque vienen familiares del exterior o interior qué no aparecen hace mucho tiempo. Esto es muy bonito. Las personas limpian la casa, cortan el pasto y embellecer el sitio. Ponen las luces, los adornos o el pesebre.
El ambiente es precioso. Y se habla del menú navideño. Pavo relleno, pollo al horno, lechones, cabritas u ovejas. Ensaladas, sopas y postres. La variedad es inmensa. No faltan champagne, vino o sidras. Las canastas están repletas y sobran recetas de platos dulces y helados. Regalos bajo el árbol para todo el mundo. Ropas, calzados y peluquería. Para estos acontecimientos, la mesa y el placar repletos. Claro está que esta realidad no es para todos. Es para quienes tienen poder adquisitivo y ya están mejor.
Hay en otra punta, los pobres, para quienes solo son unas fechas más, sin significado, porque están sin familia o sin trabajo. Y si pueden, solo tendrán un pan dulce. Sin mesa exuberante, sin luces, sin arbolito, sin pesebre. Sin sueños y sin ilusiones. Es real y no podemos tapar el sol con un dedo. Quizás ese niño, vino al mundo, precisamente para que no existan estas diferencias sociales muy grandes qué duelen mucho. Porque duelen la pobreza, duelen la humillación y la ignorancia. No creo que a Jesús le gusten estas cosas para sus hijos.
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Por eso hay que decir a los gobernantes y líderes que son los encargados para aliviar éstas cargas pesadas qué lleva el pueblo.
La carestía de la canasta familiar, el precio de la luz que va a subir, el pasaje, el agua, teléfono y préstamos. La falta de salud, escuelas, transporte, seguridad y trabajo digno. Claro que en Navidad se puede reclamar todas las necesidades sociales porque el espíritu de este día es llamar a la conciencia y al amor al prójimo. Un cristianismo qué exhorta a ser mejores personas con piedad y misericordia. Ese debe ser el verdadero sentimiento y llevar el pesebre adentro del corazón. Finalmente, importa un alma limpia y llena de buenas obras.
Siempre serán estas fiestas un derroche de gastronomía y cuidar todo lo que luce para el exterior. En las mesas hay comida, tragos y alegría. Músicas acordes al momento y recuerdos. Tal vez, en algún momento hay que recordar al cumpleañero, hay que recordar a Jesús. Hablar un poco de eso. Orar en la mesa y agradecer.
Qué bueno llegar hasta diciembre y que la familia esté bien. Qué bueno tener salud y trabajo.
Qué bueno estar todos juntos. Agradecer. Agradecer y agradecer. El espíritu navideño es compartir, amar, perdonar. Todo lo bello y perfecto que llena de gozo el corazón. Qué lindo ver la Navidad como un acontecimiento espiritual que nos renueva y transforma y nos hace mejor cristiano para cumplir una misión. Salvar la vida, salvar el alma. Sacar la toxicidad y la negatividad qué destruyen al ser humano. Tener un poco de empatía hacia el otro que no tiene nada. Sentir el amor de Cristo que vino por nosotros. Por eso no hay que olvidarse de que la Fiesta es de Jesús.
Es una fiesta grandiosa llena de significados. Y en el fondo, debemos agradecer por tanto. Acordarnos de los que ya partieron a otro plano, de quienes están enfermos o sufren de privación de libertad. Acordarnos de los que están desviados del camino, o no hallan el rumbo. Todos merecemos salud, abundancia y felicidad. Si deseas lo maravilloso para otra persona, esa energía llega a ti multiplicado. Un corazón bondadoso, una mente en paz y un alma llena de amor, todo esto trae la Navidad. Felices fiestas.