Represión y enfrentamiento

El violento enfrentamiento entre campesinos y policías en la estancia Toro Vevé, vinculada al conflicto por las tierras de Lusipar, deja una herida abierta y un panorama incierto. Más allá de los heridos, detenidos y daños materiales, el episodio desnuda una vez más la ausencia de una política de Estado para el campo, así como la incapacidad de los gobiernos de turno para leer y atender las realidades y necesidades del sector rural.

El intento de invasión, el atropello a la barrera policial y el posterior enfrentamiento dejaron como saldo dos policías heridos, varios campesinos lesionados, 28 encarcelados y decenas de vehículos destruidos.

Lejos de apaciguarse, el conflicto tiende a profundizarse y resulta doloroso observar estos enfrentamientos, sobre todo cuando muchos policías son hijos de campesinos. En esta pulseada, ni la Policía ni los campesinos tienen la culpa ni la solución. La raíz del problema es un Estado ineficiente, sin políticas claras de desarrollo rural y con una aplicación selectiva de las leyes.

Cada gobierno repite el mismo patrón: prioriza el acomodo de familiares y allegados en cargos públicos, alimentando un sistema parasitario que vive del Estado. Esa clase política carece de autoridad moral para exigir respeto a la ley cuando es incapaz de atender los problemas estructurales del país y mucho menos de construir una agenda nacional de desarrollo.

Muchos sostienen —con razón— que existen miles de campesinos sin tierra y que la Constitución garantiza el acceso a ella. Sin embargo, también es válido plantear que existen miles de tierras sin campesinos. Más que seguir repartiendo tierras sin planificación, urge fortalecer los asentamientos ya existentes.

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Esto implica escuelas dignas, educación acorde a los tiempos actuales, acceso real a la salud pública, caminos de todo tiempo, asistencia técnica en producción y comercialización, y mercados justos. Solo así se puede generar trabajo, producción y dignidad, permitiendo que cada paraguayo y paraguaya gane su sustento y acceda a una vida mejor.

El abandono rural es el caldo de cultivo, mientras siga la precariedad en el campo, ante una clase política que vive del Estado, el campesino seguirá gritando a su manera, apelando a cierres de rutas como último recurso.

La represión no detiene la protesta, solo pueden frenarse con políticas de Estado claras, con el fortalecimiento de los asentamientos y con la dignificación de la sacrificada clase campesina.

De lo contrario, el país seguirá avanzando, penosamente, hacia un estallido social que, quizás, termine acomodando los astros de la peor manera.

omar.acosta@abc.com.py