El negocio de la mentira en política

Es un hecho llamativo que los políticos puedan mentir a la gente, pública y repetidamente, sin consecuencia alguna. Es un fenómeno tan común que el papa Francisco no aguantó y se los dijo durante su visita: “qué mentiroso que sos".

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Fui un seguidor asíduo -hasta que le perdí la pista- de Lie to me (miénteme) la serie televisiva basada en el trabajo científico del psicólogo Paul Ekman, pionero en las investigaciones de las conexiones entre los estados emocionales y las expresiones faciales. El actor principal Tim Roth y sus colaboradores son unos capos detectando las mentiras mediante el análisis del comportamiento de las personas investigadas y sospechosas.

Gracias al trabajo de este equipo el FBI y otras organizaciones descubrían quién estaba mintiendo. Luego ya era fácil saber quién o quiénes eran los culpables.

Algo así nos falta en Paraguay operando colectivamente para que el electorado nacional no se deje engañar tan fácilmente. Si todos los paraguayos/as mayores de 18 años conociéramos las técnicas de Tim Roth concurriríamos a las urnas con mayor conocimiento de causa y de esa forma no necesitaríamos esperar cinco años para descubrir que fuimos engañados.

Pero hay que admitirlo, la mentira siempre fue un arma política. Algunos creen que todo comenzó con Paul Joseph Goebbels, ministro para la Ilustración Pública y Propaganda del Tercer Reich entre 1933 y 1945, a quien se atribuye la frase: “miente, miente, miente que algo quedará, mientras más grande sea la mentira, más gente la creerá”.

Sin embargo, George Orwell (Eric Arthur Blair ,1903/50) también decía que “el lenguaje político, desde los conservadores hasta los anarquistas, tiene como objetivo que las mentiras suenen verdaderas. Más aún el doctor en filosofía, Iván Almeida, atribuye a Roger Bacon (c. 1220, c 1214/ 1294) la frase: “calumnien con audacia, siempre algo queda” y más tarde -dice el mismo autor- Rousseau “pone en boca de un famoso delator la consigna: “por más grosera que sea una mentira, señores, no teman, no dejen de calumniar, porque aún después de que el acusado la haya desmentido, ya se habrá hecho la llaga, y aunque ésta sanase, siempre quedará la cicatriz”.

Ameritaba una investigación sobre la mentira. Por fin un un estudio de la revista especializada Nature Neuroscience https://goo.gl/tJlBGw explica por qué las personas mienten y mienten hasta llegar a decir monumentales mentiras y disparates sin rubor alguno.

Mediante un experimento con 55 personas que hacían tareas en las que podían mentir para obtener beneficios personales mediante la estimación que hacían de la cantidad de monedas en un tarro transparente se pudo confirmar que la amígdala se activaba cuando las personas mentían para lograr un beneficio.

Pero la respuesta de la amígdala disminuye con cada mentira, en tanto aumenta la magnitud de la mentira. La explicación es que la amígdala nos “recuerda” que está mal mentir, pero a medida que se miente más, el recordatorio empalidece, por tanto crece la posibilidad de que nuestro cerebro acepte mayor cantidad y tamaño de mentiras.

El estudio descubre también el mecanismo biológico de la pendiente resbalosa, que empieza con pequeños actos de deshonestidad que tienen la posibilidad de escalar no solamente hasta mentiras monumentales sino también hasta llegar a graves actos de deshonestidad.

Ahí radica el negocio de los políticos, porque no se trata solo de aceptar las mentiras sino también actos de corrupción. Cuanto más grandes, más fáciles de que el público acepte las mentiras y la corrupción. He ahí el negocio político.

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