Este domingo, el embajador paraguayo en los Estados Unidos, Gustavo Leite, apuntó con dureza contra el gabinete del presidente Santiago Peña y sostuvo que los ministros no están acompañando al mandatario en la velocidad y profundidad de los cambios que el país necesita.
Leite puso como ejemplo a la Administración Nacional de Electricidad (ANDE), a la que calificó como un freno estructural al desarrollo. “El problema que tenemos es que la ANDE, como está diseñada, es un inhibidor al desarrollo”, afirmó.
Según el diplomático, el Estado debe quitarle a la empresa pública el peso de trabar proyectos y exigirle resultados concretos.
“Tenemos que sacarle a la ANDE el peso de trabar y decirle: ‘Usted haga esto y hágalo bien’, y lo va a hacer bien”, señaló, para luego remarcar el potencial energético del país.
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“Lo veo solo al presidente”
Leite fue más allá y advirtió que el problema no es la falta de recursos, sino la gestión. “Entonces, nosotros estamos fallando en el ambiente interno. Nos faltan unos cuantos zares acá en Paraguay”, sostuvo, en alusión a figuras con poder de decisión y ejecución.
En ese contexto, el embajador describió un escenario de soledad política para el jefe de Estado. “Lo veo solo al presidente. Su gabinete no le ayuda tanto”, sentenció.
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Límites para cuestionar, pero presión por resultados
Consultado sobre si transmite estas críticas directamente al presidente Peña, Leite admitió que existen límites en la comunicación con el mandatario. “Hay ciertos niveles de lo que vos le podés decir al presidente quién o no quién”, respondió.
No obstante, aseguró que el jefe de Estado es consciente de que su Gobierno podría avanzar con mayor rapidez. “Lo que sí estoy seguro es que él sabe que podemos ir más rápido”, indicó.
Para Leite, la velocidad de las reformas es clave para consolidar la legitimidad del actual Gobierno. “Si vamos más rápido, su gobierno va a tener la legitimación que él está queriendo que tenga, porque con seis por ciento de crecimiento económico la gente todavía no está contenta”, afirmó.
El embajador cerró su análisis con una advertencia política y social: los indicadores macroeconómicos no alcanzan si no se traducen en bienestar tangible.
