Esto, atendiendo tanto los resultados de la enseñanza como las instalaciones en las que es impartida. Según el Programa Internacional para el Seguimiento de los Alumnos (PISA), siete de cada diez alumnos de quince años no comprenden lo que leen, mientras que el Observatorio Educativo Ciudadano de nuestro país informa que 4.219 escuelas y colegios públicos, de un total de 7.500, se hallan en tan mal estado que 2.455 aulas podrían derrumbarse en cualquier momento, 560 solo tienen una letrina y 157 carecen de agua potable, a lo que se suma que faltan 604.000 sillas y mesas pedagógicas, así como 8.083 ventiladores. Estas son las miserables condiciones en las que empezaron las clases.
El informe del Banco Mundial, tras un exhaustivo estudio, revela que existe un elevado déficit en infraestructura escolar en Paraguay. “La mayoría de las instituciones educativas públicas no cumplen con los requerimientos mínimos ni de insumos básicos y eso afecta su capacidad operativa”, refiere el documento.
El Ministerio de Educación se deslinda de los múltiples casos de malversación de recursos de Fonacide que aplican intendentes y gobernadores en detrimento del país.
El dinero está desde el año pasado en el Banco Central a la espera de la ejecución de programas. En materia de infraestructura, sería inviable financiar con ese dinero las reparaciones de escuelas y colegios este año debido a la excesiva burocracia.
El ministro de Educación, Enrique Riera, pidió disculpas en nombre del Estado paraguayo por los años de abandono a los docentes, a las escuelas y a los alumnos. Es porque se dio a conocer un informe que ubica a Paraguay en el último lugar de la región en materia de espacios educativos óptimos para el aprendizaje. El ministro añadió que la responsabilidad es compartida.
Miles de niños y jóvenes volvieron a clases con una sensación de inseguridad pues temen que el techo se les caiga encima o que su viejo pupitre termine por estropearse. 1.400.000 estudiantes asisten a 7.500 escuelas y colegios oficiales en condiciones bastante precarias, en muchos de los casos. Así es muy difícil esperar una nueva generación de profesionales competentes y exitosos.