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Su manejo eficiente es un factor fundamental para elevar la productividad de la agricultura y asegurar una producción previsible y sustentable.
El Día Mundial del Agua fue consagrado como fecha conmemorativa en la Asamblea General de las Naciones Unidas, el 22 de diciembre de 1993, mediante la resolución A/RES/47/193.
El agua es un elemento importantísimo para estos tiempos en que existe una alta demanda de alimentos, los cuales necesitan de este recurso. El agua es esencial para aprovechar los nutrientes de la tierra y para permitir que las nuevas variedades mejoradas de plantas utilicen totalmente los factores de producción que elevan los rendimientos. El incremento de la productividad, junto con la gestión sustentable del agua y un manejo adecuado del suelo, nos asegura una excelente producción agrícola, tanto para el consumo directo como para el comercio.
PRODUCCIÓN DE ALIMENTOS
Desde los años sesenta, la producción mundial de alimentos ha mantenido el peso del crecimiento demográfico mundial, suministrando más alimentos por cápita, a precios relativos cada vez más bajos, pero a costa de los recursos hídricos. Al final del siglo XX, la agricultura empleaba en promedio un 70 % de toda el agua utilizada en el mundo, y la FAO estima que el agua destinada al riego aumentará un 14 % para el 2030.
Según las proyecciones, la escasez de agua será cada vez mayor en algunos lugares, lo que limitará la producción local de alimentos.
La introducción de tecnologías de regadío en la agricultura será fundamental para afrontar las situaciones previstas de escasez de agua. La productividad del agua se entiende en términos de obtener la mayor cantidad de cultivos por volumen de agua: "más cultivos por gota". La productividad de las tierras con regadío es aproximadamente tres veces superior a la de las de secano. Más allá de este dato global, existen muchas razones para destacar la función del control de los recursos hídricos en la agricultura.
La inversión en la mejora de los regadíos supone una garantía frente a las variaciones pluviométricas y estabiliza la producción agrícola, impulsando la productividad de los cultivos.
AHORRO DEL AGUA
La inversión pública y privada en el fomento de aguas revaloriza la tierra. Las obras en pequeña y gran escala para el acopio de agua, el riego y el drenaje realizados con mano de obra local son viables económicamente y, una vez que se ha instalado la infraestructura básica con financiación pública, también se hace viable una mayor inversión privada. Entre los efectos indirectos y adicionales del fomento del uso racional del agua, se encuentran: una mejora de la nutrición a lo largo del año; un mercado laboral rural más activo; una menor emigración y una menor presión agrícola sobre las tierras marginales. Deberían extenderse aquellas medidas encaminadas al ahorro de aguas, que incluyen: la recogida de agua de lluvia, las rotaciones de cultivos que aprovechen mejor el agua disponible, el empleo de variedades de cultivos mejor adaptadas a las nuevas condiciones meteorológicas (por ejemplo, variedades de cultivos de ciclos más cortos, más resistentes al estrés hídrico); la adopción de prácticas de conservación del agua que favorezcan la infiltración y el almacenamiento en el suelo; la reutilización del agua, la mejora del rendimiento de los sistemas de riego a través del
uso de tecnologías eficientes.
CONCLUSIÓN
En principio, el mejor uso de tecnologías en la agricultura puede dar lugar a mayores beneficios por cada unidad de agua tomada de los recursos hídricos naturales.
Sin embargo, el aumento de la demanda del agua por parte del sector agrícola exige leyes y respuestas efectivas de los gobiernos para asegurar la utilización sostenible de este recurso limitado, del cual depende nuestra vida.
Gerente general Amangy S.R.L.