Huerta biointensiva

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El manejo biointensivo de producción de hortalizas es una alternativa ecológica de producción sostenible, ideal para el autoconsumo de la familia rural y venta de los  
excedentes. Por sus características, el método hace un provechamiento conservacionista de los recursos naturales, vale decir, se cuida y fertiliza el suelo; se cuida y ahorra en agua. La técnica se basa en el cumplimiento de varios principios, para lo cual se utilizan herramientas manuales: pala ancha, de punta, pala de dientes (bieldo), azada, rastrillo, regadera de flor fina.  Como el trabajo se realiza a mano, es muy importante planificar la huerta, mediante almácigos y tablones que sean accesibles y de fácil manejo. Este criterio es clave para maximizar la superficie y el trabajo del productor.

PRINCIPIOS
El manejo biointensivo se apoya en ocho principios, que son: La doble excavación del suelo para la siembra. La preparación de compost para abonar los tablones. La siembra cercana (en alta densidad). La asociación y rotación de cultivos. Cultivos de carbono, o sea, de plantas que proveen de alimento y de material para preparar el compost. Cultivos de calorías, es decir, de especies que producen alimento en poco espacio. Empleo de semillas de polinización abierta. Integridad o interdependencia de estos principios.

DOBLE EXCAVACIÓN DEL SUELO
Una vez planificada la huerta, se comienza con la doble excavación del suelo, que implica remover y aflojar el suelo a 60 cm de profundidad. De esta forma, las raíces de las plantas disponen de más aire y agua; pueden nutrirse  y crecer mejor; a la vez que se tornan más resistentes al ataque de plagas y enfermedades. El procedimiento es el siguiente: con una pala de punta, se comienza a remover el suelo por uno de los extremos del tablón hasta los 30 cm de profundidad. La tierra que se separa se puede emplear en la preparación del compost o utilizarla para rellenar el siguiente tablón.


Después, con la pala de dientes (bieldo), se aflojan los restantes 30 cm de suelo del tablón, sin sacar la tierra a la superficie; solo se suelta. Se inicia el trabajo en otro
tablón, y la tierra de los primeros 30 cm que se extraen se coloca en el tablón anterior y así, sucesivamente, en la superficie destinada a la huerta.

PREPARACIÓN DEL COMPOST
Es el segundo principio. El compost es un abono orgánico que provee de materia orgánica al suelo, además de nutrientes, agua, microorganismos benéficos, con lo cual se mejora la estructura del suelo al igual que su capacidad de drenaje y aireación.


Además, no contamina el suelo, el aire, el agua, por lo que no perjudica a las plantas. Para hacer composta, pueden utilizarse: rastrojos de cultivos, desechos de la huerta, hojas secas, pastos secos o verdes, bagazo de caña, estiércol de animales, desperdicios de la cocina, cáscaras de frutas, huevos. También puede emplearse el humus de lombriz bien maduro.


A modo orientativo, la cantidad de compost que se aplica oscila entre los 3 kg y 5 kg por metro cuadrado de terreno; lo que puede variar con los cultivos y el nivel de fertilidad del suelo. De ahí que la realización de un análisis de suelos es importante.

SIEMBRA CERCANA
Lo siguiente es la siembra cercana a una densidad mayor que con el método convencional. Se emplea tanto en almácigos, pero sobre todo al momento de los trasplantes en los que las plantitas se ubican en un patrón hexagonal, con una plántula en cada punto del hexágono y una en el centro del mismo (tresbolillo). De esta forma se aprovecha mejor el espacio de cultivo. Según estudios, con este sistema pueden plantarse hasta cuatro veces más plantitas por unidad de superficie. Las ventajas son varias: la producción por metro cuadrado es mayor. Se mantiene la humedad del suelo, ahorrándose en riegos. Las raíces aprovechan mejor los elementos nutritivos del suelo. Las hojas de las plantas se tocan y cubren el tablón. Se limita el crecimiento de malezas y se reducen los ataques por plagas.

ASOCIACIÓN Y ROTACIÓN DE CULTIVOS
Este es otro de los principios del manejo biointensivo. Se realiza por varias razones: evitar la pérdida de fertilidad del suelo, mejorándolo en su textura y estructura; prevenir o reducir la incidencia de plagas y enfermedades en los cultivos; beneficiar las plantas con nutrientes disponibles. Entonces es posible mantener un suelo sano y en  equilibrio de nutrientes, lo que redundará en ahorro de insumos y en mejores cosechas para el  productor. Algunos ejemplos de asociaciones son: ajo y cebolla con lechuga y tomate; maíz con el pepino; el tomate con la lechuga, el perejil, zanahoria y cebolla.


También pueden incluirse plantas aromáticas y medicinales en esta asociación, que además actúan como repelentes de insectos perjudiciales. En cuanto a rotaciones, se debe evitar sembrar una misma hortaliza en el mismo lugar por más de un año, debiéndose en ese sitio sembrar una de otra familia.

CULTIVOS DE CARBONO
Se trata de incluir en la chacra (un 50 % de la superficie) el cultivo de granos y cereales, como trigo, avena, maíz, sorgo, girasol. Los cultivos de carbono tienen la capacidad de aprovechar mejor que otros la energía del sol y el dióxido de carbono, proveyendo de materia orgánica en la propia chacra, como ingrediente para el compost; y al mismo tiempo aprovechar la parte comestible para la alimentación del pequeño productor y su familia.

CULTIVOS DE CALORÍAS
La idea es destinar cierta superficie (un 30 %) de la chacra a la producción de calorías para la familia. Aquí se puede incluir el cultivo de papa, batata, mandioca, ajo y otros cultivos que producen mucho alimento en poca superficie. La tabla de composición nutritiva de las diferentes hortalizas y plantas nos ayudará a diferenciar a qué categoría de cultivo corresponde: de carbono o de calorías.


Además de los anteriores, conviene destinar un 20 % de la superficie a cultivos de hortalizas (berenjena, cebolla, espinaca, acelga, lechuga, rabanito) que, aunque aportan poco carbono y calorías, son ricas en vitaminas y minerales.

EMPLEO DE SEMILLAS DE POLINIZACIÓN ABIERTA
Las semillas de polinización abierta son aquellas que se polinizan con el viento y con los insectos, como las abejas, mariposas y otros. El productor puede seleccionar sus
propias semillas a partir de las plantas más sanas, productivas y mejor adaptadas o aclimatadas a las condiciones naturales locales. Este principio no se opone a la biotecnología ni al uso de semillas híbridas, solo que el uso de las mismas requiere de su compra en cada ciclo productivo y de un manejo diferente en cuanto al uso de insumos y agrodefensivos químicos. El método  biointensivo recomienda el uso de agrodefensivos naturales (bioplaguicidas) que ayuden a prevenir plagas y enfermedades, mientras se fomenta la polinización y el desarrollo de una población de insectos benéficos.

INTEGRIDAD E INTERDEPENDENCIA
El octavo principio plantea que el éxito del método depende de la aplicación conjunta de todos estos principios, sin excluir a ninguno en la huerta.

CONCLUSIÓN
Mediante este sistema, se cultivan en forma sostenible, de dos a cuatro veces más vegetales que con los métodos tradicionales, utilizando menos agua, incrementando la
materia orgánica del suelo y utilizando solo herramientas manuales. Por eso, no se utilizan maquinarias ni fertilizantes, ni agrodefensivos químicos. Es un sistema de cultivo que contribuye al cuidado del ambiente y a la seguridad alimentaria del pequeño productor y de su familia. De ahí que no excluye el valor actual y futuro de la biotecnología ni la libre elección que puede hacer un agricultor, en cuanto a sistemas de producción agrícola, en particular si no cuenta con otras opciones y recursos.

(*) Especialista en Comunicación Rural

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