Escanear la cultura

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Un nuevo escáner planetario

El escáner planetario digitaliza a distancia y es ideal para tratar documentación antigua en estado delicado. Si son libros, no los daña, porque, además de hacerlo a distancia, digitaliza cara arriba. Y captura imágenes con una luminosidad baja que no deteriora el original.

Un escáner planetario fue entregado al Observatorio Cultural del Paraguay, del Centro Cultural de la República “El Cabildo”, por la Secretaría Nacional de Tecnologías de la Información y Comunicación (Senatics) la semana pasada en calidad de préstamo. Préstamo que incluye la capacitación de los funcionarios a cargo de su uso, la periódica verificación del estado del equipo y su mantenimiento.

La documentación y la catalogación histórica, arqueológica, arquitectónica, etcétera, es uno de los usos de la tecnología de escaneo. En el caso de los documentos impresos del acervo cultural que se encuentran en el mencionado Observatorio, el escáner permitiría traducirlos a formato digital, y, conforme a los propósitos expresos de este tipo de instituciones, facilitar su conocimiento dando acceso a su versión digitalizada a todas las personas interesadas. Un escáner planetario correctamente manejado permite preservar la integridad de los originales. Confiamos, por supuesto, en que así será; lo cual en principio debe alegrarnos: a fin de cuentas, como parte del patrimonio histórico, esos materiales, en última instancia, nos pertenecen a todos.

Este nuevo escáner será utilizado directamente, pues, por el Observatorio Cultural del Paraguay, del CCR “El Cabildo”, observatorio que se presenta a sí mismo como un espacio de sistematización y difusión cultural, con un sitio de fácil acceso a información fiable y completa. El sitio es reciente (de junio) y hay que darle un poco de tiempo, pero si queremos verificar que esté a la altura de lo anunciado nos bastará, en los próximos meses, dar un click en www.observatoriocultural.gov.py de vez en cuando: como todos sabemos, el acceso físico (analógico) a la información y los materiales de consulta, y el acceso electrónico, son completamente distintos, y no basta digitalizar documentos y alzarlos en la red para justificar un proyecto que se dirige a “toda persona o institución interesada”, es decir, amables lectores, a nosotros, a ustedes y a mí; así que esperemos que nos den interacción, navegación secuencial, hipervínculos y todas las golosinas que nos corresponden. ¿No es una buena noticia?

El paleo-escáner y el bebé pixelado

Cierto día de primavera de mediados del pasado siglo XX, el joven Russell Kirsch tomó un dispositivo que traducía imágenes a matrices de ceros y unos y escaneó una foto de su hijo Walden, de tres meses de edad; la resolución de la imagen del lactante era tan baja como pobre la capacidad de almacenamiento de la computadora a la que iba unido aquel rudimentario paleo-escáner. Aquel escaneo inaugural fue rudo: despedazó y rearmó toscamente al pobre Walden en rústicos bits. Pero fue la primera imagen digital de la historia. Anterior, por dos décadas, a la primera cámara digital, inventada en 1975.

Era la primavera del año 1957, y Kirsch, que había dirigido el equipo que, entre 1947 y 1950, creó la primera computadora internamente programable –tan grande que llenaba toda una habitación–, acababa de inventar otro juguete nuevo, uno que podía digitalizar imágenes.

Russell Kirsch (1929) se graduó en la Escuela Secundaria de Ciencias del Bronx y siguió sus estudios en la Universidad de Nueva York, y después en Harvard, y después en el Instituto de Tecnología de Massachusetts. Walden el Pixelado –cuya imagen, ya en alta resolución, se hizo familiar a la teleaudiencia de su país porque trabajó (cuando adulto, claro) como reportero de televisión por varios años–, es uno de sus cuatro hijos. Russell está retirado y vive actualmente en la muy indie ciudad de Portland, en Oregon –estado al que también pertenece Seattle, otro santuario de la cultura pop–, uno de esos lugares donde la gente lo recicla todo, anda en bicicleta y bebe cerveza artesanal –de hecho, Portland es la cuna de la “Revolución del Microbrew” estadounidense; ya hablaremos de esa revolución en la sección de Química de estas misma páginas–. Russell y su mujer, Joan, siguen casados desde aquellos tiempos en los cuales recorrían juntos toda una amplia habitación para ajustar los comandos de cierto ordenador enorme. A Russell A. Kirsch le debemos la primera computadora programable y la primera imagen digital. Desde aquel segundo hito hasta el escáner planetario de hoy, la tecnología ha recorrido, en este caso con fortuna, un camino largo en décadas, pero aún más en avances.

montserrat.alvarez@abc.com.py

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